Vivir de alquiler en Barcelona se ha convertido en una forma de tenencia estructural y generalizada, marcada por una creciente precariedad. Esta es la conclusión a la que han llegado los responsables del estudio *El alquiler como fuente de inseguridad y desigualdad urbana*, elaborado por el Instituto de Investigación Urbana de Barcelona (IDRA). El informe, que analiza la situación del sector de la vivienda de alquiler en cuatro ciudades -Barcelona, Madrid, Buenos Aires y Lisboa-, determina que son muy pocos los inquilinos que podrán dejar de serlo en estas urbes porque no tienen expectativas de heredar ni de adquirir una vivienda en propiedad. En cuanto a la opción de recibir un piso heredado, en las capitales europeas, de media, el 71% de los inquilinos no heredará, y la mayoría de los legados serán compartidos y de bajo valor. Barcelona es la que menos herencias individuales espera, suponiendo solo el 16,3%.
En consecuencia, vivir de alquiler es una opción que se está cronificando en las grandes ciudades, como demuestra la experiencia de las cuatro analizadas. Esto implica que ya no sea una opción preferente solo para jóvenes o como una alternativa pasajera para acceder a la compra de la primera vivienda: los inquilinos del sector residencial en Barcelona tienen entre 30 y 64 años. A pesar de todo, el estudio concreta que Barcelona es la única de las 4 ciudades donde el grupo de menores de 35 años es la cohorte mayoritaria viviendo de alquiler, siendo un 45,30% de la población, por delante de la franja comprendida entre los 35 y 64 años (43,79%).
Comparativamente, en Madrid, los adultos de 35 a 64 comprenden la mayoría de la población inquilina. Los inquilinos jóvenes representan el 36% de la población, mientras que el grupo con menor presencia es el de mayores de 65 años, con tan solo un 9,90% de la población. Unas características que prácticamente se repiten en Lisboa. En cambio, en Buenos Aires los perfiles son muy diferentes, ya que el 86% de los hogares inquilinos están encabezados por una persona adulta mayor de 30 años. Solo el 24% son hogares jóvenes, menores de 30 años. Aun así, 7 de cada 10 hogares inquilinos están encabezados por menores de 45 años.
Barcelona, donde más crece el alquiler en dos décadas
Este contexto genera un abrupto proceso de crecimiento de la población inquilina, con Barcelona liderando el grupo de ciudades analizado, con el período de mayor aumento situado entre 2001 y 2021. En estas dos décadas, la población inquilina en Madrid aumentó de 17,30% a 24,74%, mientras que en Barcelona pasó del 26,29% con que se inició el siglo, para llegar a más de un tercio de la población (31,36%) en 2021. Se hace patente, pues, que las ciudades son habitadas por una creciente población de alquiler que tiene muy pocas opciones de acceder a la propiedad, y que se ve abocada a un mercado de alquiler desprotegido, que les obliga a transferir rentas cada vez más elevadas a los caseros que acumulan múltiples propiedades y cada vez más riqueza, según el estudio.
Entre los argumentos del caso El alquiler como fuente de inseguridad y desigualdad urbana, la investigación detecta que en Barcelona y Madrid el 42,18% de los inquilinos ha encontrado "barreras" para alquilar, unas trabas que "van en aumento". En el caso de Barcelona, el aumento es de 27,1% a 66,0% entre los contratos firmados antes de 2017 y aquellos firmados entre 2021 y 2022. En Madrid, más o menos igual: la incidencia de la discriminación ha aumentado de 27,3% en los contratos firmados antes de 2018 al 53,5% en los contratos firmados entre 2022 y 2023.
Además, "la erosión" de los derechos de los inquilinos tiene un impacto "negativo" sobre la calidad de las viviendas, y genera "un mayor hacinamiento y convivencia forzada, que afecta cada vez a una capa mayor de la población". Así, el mercado de alquiler "genera condiciones de habitabilidad deficientes", extremo que pone de manifiesto el hecho de que en Barcelona, Madrid y Lisboa "más del 80%" de los inquilinos "declara sufrir problemas graves en su vivienda". Cabe decir que, en líneas generales, en las ciudades españolas esto se detecta más entre la población extranjera que entre la autóctona. En Barcelona, la incidencia es menor: un 2,1% de los inquilinos extranjeros vive en hacinamiento, comparado con un 1,1% de la población española; mientras que en Madrid, el 9,5% de la población inquilina de origen extranjero vive en pisos con 2,5 convivientes por habitación, frente al 2,8% de los españoles.
Cambiar por presión en las rentas
Otros datos que pone de manifiesto la investigación es que entre un 30 y un 44% de los inquilinos que se han mudado recientemente lo han hecho "de manera forzosa", o que hasta un tercio de los inquilinos creen que se tendrán que mudar en el próximo año, "principalmente por subidas de precio o no renovación del contrato". 6 de cada 10 inquilinos lleva menos de 5 años en la vivienda actual, y Barcelona y Madrid son un claro ejemplo.
Al mismo tiempo, en las tres capitales europeas, aunque los principales motivos de la futura mudanza serían voluntarios -buscar una vivienda más adecuada o salir del alquiler para adquirir una vivienda en propiedad- también mencionan el aumento del precio del alquiler o la no renovación de contrato por parte del propietario, así como la imposibilidad de continuar haciendo frente al pago del alquiler.
Además, entre un 30 y un 40% de los hogares de inquilinos destina más de la mitad de los ingresos a pagar el alquiler, en un mercado que, además, es "opaco". Muchos inquilinos "no saben quién es" el propietario o no tienen suficiente información, una "falta de transparencia" que "debilita" el poder negociador de los inquilinos y "obstaculiza la formación de políticas públicas eficaces". Los inquilinos con un esfuerzo económico superior al 50% son los que tienen más problemas para hacer frente a los gastos: el 18,2% en Madrid y el 16,3% en Barcelona se ha retrasado en el pago del alquiler, y el 13,6% en Madrid y el 19,8% en Barcelona, en el pago de suministros.