El pasado abril se dieron de alta en la Seguridad Social 10.048 personas para recibir una pensión por incapacidad permanente. Se trata de una cifra inédita: desde 2005, solo en cuatro meses se han superado las 10.000 altas en este tipo de pensión, el mayor número de altas (10.749) fue en marzo de 2006 y la segunda (10.360) en marzo de 2008. La de abril de este año se coloca como la tercera más voluminosa desde que hay registros en enero de 2005. El abultado incremento de trabajadores que han dejado la actividad para cobrar una pensión por causas de enfermedad o de accidente laboral se suma al imparable crecimiento de las cifras de bajas laborales por incapacidad temporal (IT), especialmente debido a enfermedades comunes, que preocupa tanto a agentes sociales como a los expertos.

El alta de estos nuevos pensionistas, ha elevado el número de perceptores de esta modalidad por incapacidad permanente hasta 953.936 a 1 de mayo, según los datos dados a conocer este martes por el Ministerio de Inclusión y Seguridad Social que dirige Elma Saiz. Supone, igualmente, el valor volumen en mayo desde antes 2019 y el segundo más alto para este mes desde 2005. Además, y siguiendo con los récords, es la primera subida interanual en 16 meses, y una de las mayores, un 0,94%, de la serie histórica. Bueno, para ser precisos, es la segunda, pues el marzo, con 9.687 altas, se produjo un ligero incremento, del 0,09%. Un incremento que, de momento, no se sabe a qué puede deberse.

Sin embargo, la subida del número de pensionistas por incapacidad permanente se viene produciendo, con dientes de sierra, desde un poco antes de la pandemia, concretamente desde 2018, cuando se superaron, por primera vez, los 950.000 beneficiarios de una pensión de incapacidad permanente, cuando dos años antes estaban en unos 935.000. Un largo ascenso teniendo en cuenta que en 2005 eran 125.000 menos que en abril de este año los pensionistas de esta modalidad de prestación.

Incapacidad temporal

Un fenómeno que va parejo al de las bajas laborales por enfermedad, la incapacidad temporal (IT) en la terminología laboral. Juan Ramón García, de BBVA Research, comenta a ON ECONOMIA que el aumento de las bajas laborales y el alargamiento en el tiempo se viene produciendo desde 2013, cuando se sale de la crisis financiera, pero tiene un fuerte crecimiento desde la pandemia. A diciembre de este año, los trabajadores de baja al mes eran 861.000, el 4,1% del total de los ocupados, cuando en 2019 sumaban 535.000, 2,7% de la población trabajadora. En 2020 se produce un fuerte tirón, hasta 703.000, el 3,7%. Sin embargo, y esto es lo más preocupante para sindicatos y empresarios, pero también para el gobierno español, que tiene que aportar cada año más dinero para cubrir estas bajas, es que ha seguido creciendo en la pospandemia. El año pasado, se contabilizaban esos 861.000

Pero no solo son más los trabajadores enfermos, también están más tiempo de baja. Con los datos elaborados por BBVA Research a partir del INE, en diciembre del pasado años, la media arroja que cada ocupado habría dejado de trabajar 7,6 horas al mes, solo superado por marzo de 2023. Incluso en los meses de pandemia, la baja duró menos tiempo que a finales del pasado año.

De momento, los investigadores están intentando determinar qué causa explican el alto incremento de la incapacidad temporal (IT), a lo que se debe sumar ahora la incapacidad permanente, que permite el paso de trabajador a pensionista. El economista de BBVA Research matiza que, de momento son suposiciones, pero hay algunos factores que pueden explicar en parte este aumento con un fuerte impacto en las arcas de la Seguridad Social. “En cuanto a las causas, se han identificado algunas, como el envejecimiento de la población ocupada, las repercusiones del COVID-19 y de las nuevas formas de trabajo o la congestión de los centros de salud, pero otras las desconocemos”, señala.

Causas de la incapacidad

El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) es uno de los más activos en el estudio de la Incapacidad Temporal, con cuatro informes elaborados juntamente con Umivale Activa. Aunque contabilizan la bajas a través de fuentes distintas y las presentan de otra forma, la conclusión es similar: tras la pandemia, se están produciendo más de 400 bajas al año por cada 1.000 trabajadores, frente a las 300 de 2019, aunque difieren en la duración. Así, el informe del Ivie señala que el mayor número de bajas laborales “ha ido de la mano de un descenso de la duración media, actualmente por debajo de los niveles prepandemia. Actualmente, se sitúa en los 34,4 días para contingencias comunes y 37,3 en la contingencia profesional. En el bienio 2018-2019, la baja por contingencia común fue de 41 días y hasta 50 días, en el 2020-2021".

José María Peiró, catedrático de Psicología Social y de las Organizaciones de la Universidad de Valencia y uno de los autores de los informes, señala que están trabajando en un quinto informe para determinar las causas que explican este aumento de las bajas laborales. De momento, habla de conjeturas. No obstante, señala cuatro bloques posibles de causas. La primera, ligada a las condiciones laborales cuya penosidad podría haber aumentado, especialmente en el apartado de enfermedades mentales. Un problema que se debería atajar desde los departamentos de Recursos Humanos. Un segundo bloque, tiene que ver con un cambio de mentalidad de los trabajadores desde el covid, más concienciados con ganar calidad de vida y salud en su trabajo. En este bloque se incluye también un envejecimiento de la población trabajadora, más propensa a enfermar u otro tipo de cambios ligados al teletrabajo o a la gran dimisión.

Un tercer bloque se refiere a factores no estrictamente laborales, como la necesidad de conciliar la vida familiar. Muchos trabajadores deben afrontar problemas domésticos que puede suponer un estrés añadido al no poder afrontarlos. Y acuden a la baja. En este bloque, también se incluiría a trabajadores que simulan una enfermedad, entroncada a la cultura de la picaresca. Un cuarto bloque, en el que coinciden expertos, sindicatos y trabajadores, está ligado a las ineficiencias de los sistemas nacionales de salud. Aquí, Peiró apunta a las listas de espera que alargan innecesariamente el tiempo de baja, pero también el alargamiento de la incapacidad temporal, cuando todo apunta a que el enfermo no va a incorporarse nuevamente a su puesto de trabajo. El catedrático de la Universidad de Valencia explica que a los 18 meses de IT se debe evaluar si conceder la incapacidad permanente o dar el alta al enfermo. Entiende que, en muchos casos, no se debería alargar la IT, que está elevando artificialmente las estadísticas.

Otro factor que se señala por otros expertos es la relación entre la incapacidad temporal y permanente, con los ciclos económicos. Cuando la economía va bien, aumenta la IT, pues los trabajadores tienen menos miedo a perder su empleo, algo que queda patente en las estadísticas anuales. Sin embargo, en la pensión por incapacidad permanente la relación no es tanto con la actividad, sino con los niveles salariales. En pleno boom de 2000 a 2007, los pensionistas por incapacidad permanente no superaban los 850.000, pues los salarios eran entonces muy altos en proporción a las pensiones. Sin embargo, actualmente, las diferencias nos son tan abultadas.