Después de dos años de sequía extrema, las denominaciones de origen Montsant y Terra Alta respiran aliviadas en el inicio de la vendimia 2025. Las lluvias de la primavera, que doblaron los registros de los años anteriores, han permitido una recuperación notable de las viñas, aunque la producción prevista no llegará a los máximos históricos. El excelente estado sanitario de la uva, sin embargo, hace presagiar una campaña de gran calidad. Según datos facilitados por los Consejos Reguladores, la Terra Alta calcula una cosecha de unos 33-34 millones de kilos, por debajo de los 40 habituales pero muy por encima de los 29,5 del año pasado. El Montsant, por su parte, confía en alcanzar los 7 millones de kilos, una cifra que los sitúa prácticamente en la normalidad.
La sequía de los últimos años ha acelerado una estrategia que ya estaba en marcha: la apuesta decidida por variedades autóctonas mejor adaptadas al clima mediterráneo continental. En la Terra Alta, la garnacha blanca—de la cual es el principal productor mundial-acapara el 80% de las nuevas plantaciones. Este retorno a las raíces, junto con la garnacha negra y la cariñena, ha demostrado una mayor resistencia al estrés hídrico. "Los resultados son positivos tanto en producción como en calidad. Tenemos una oportunidad con variedades que mejor se adaptan", señala Jordi Rius, secretario del Consejo Regulador de la DO Terra Alta en la Agencia Catalana de Noticias. Esta adaptación es crucial, ya que, como recuerda Joan Asens de la DO Montsant, "estamos inmersos en una emergencia climática: las vendimias se adelantan y hay menos tiempo para recoger en condiciones óptimas".
Los dos expertos coinciden en destacar el excepcional estado sanitario de la uva, libre de plagas como el mildiu o la ceniza, gracias a los tratamientos aplicados. "Si la piel llega sana a la bodega, el vino es mejor", enfatiza Asens. Eso abre la puerta a una campaña con vinos de altísima calidad. En el ámbito comercial, el escenario internacional presenta retos. Los aranceles en los Estados Unidos y la inestabilidad geopolítica afectan a las exportaciones. No obstante eso, la fuerte base del mercado catalán (más del 50% de las ventas) y una diversificación crecen—la Terra Alta exporta en 80 países-actúan como amortiguadores. "Somos una voz pequeña; si bajan las ventas a un país, intentamos vender a otro", señala Asens sobre la situación en el Montsant.
A pesar del optimismo, los viticultores son prudentes. Las viñas todavía acarrean el estrés de los dos años previos y su recuperación total se verá en las próximas campañas. La cuestión del agua, especialmente en el Priorat donde el trasvase del pantano de Siurana es un tema delicado, sigue sin resolverse. La vendimia del 2025 se perfila, pues, como un año de transición. Un año que demuestra que la combinación de lluvia, trabajo esmerado y una apuesta inteligente por el autóctono es el camino más sólido para enfrentar un futuro climático incierto, asegurando la calidad y la esencia de los vinos de estas tierras.