El motor turístico de Catalunya muestra signos claros de fatiga después de casi un cuatrienio de crecimientos continuos. La llegada de turistas internacionales experimentó un nuevo retroceso en septiembre, un 1,36% en comparación con el mismo mes de 2024, según los datos provisionales del Instituto Nacional de Estadística (INE). Esta cifra, que se traduce en 2.020.003 visitantes, no es un hecho aislado, sino la punta del iceberg de una tendencia negativa que se ha consolidado durante el verano. Catalunya encadena, así, tres meses consecutivos de caídas: un 1,16% en julio y un significativo 4,34% en agosto.
Es la primera vez desde el inicio de la pandemia que el territorio registra una racha de resultados negativos tan prolongada. Este conjunto de datos desfavorables ha tenido un impacto directo en el balance estival. La temporada alta de 2025 se cierra como el segundo peor verano de la historia, si se tienen en cuenta los datos disponibles desde octubre de 2015 y se descarta la época excepcional de la Covid-19. En total, 6.559.377 turistas extranjeros visitaron Catalunya entre julio y septiembre, una cifra que sólo es mejor que la del catastrófico verano de 2023 (6.281.901), marcado aún por las secuelas de la crisis sanitaria y económica global.
La fotografía anual revela un cambio de ciclo aún más evidente. De los nueve primeros meses de 2025, en cuatro se han registrado variaciones interanuales negativas. A la trilogía estival hay que sumarle el mes de mayo, que sufrió un descenso del 5,55% (7.252.878 visitantes). Aquella caída supuso romper con prácticamente cuatro años de crecimientos ininterrumpidos, un récord que parecía imbatible y que ahora queda en duda. Los expertos del sector señalan un cúmulo de factores para explicar este giro repentino:
- Contexto económico europeo adverso: La inflación persistente y la pérdida de poder adquisitivo en mercados emisores tradicionales, como Francia, Alemania o el Reino Unido, han hecho que muchas familias recorten su gasto en viajes u opten por destinos más cercanos y económicos.
- Sobrecoste y saturación: Catalunya, y especialmente Barcelona, sufren desde hace años la percepción de ser destinos caros y masificados. La presión fiscal, el aumento de los precios del alojamiento y la restauración, junto con los problemas de convivencia en algunos barrios, han hecho perder competitividad al territorio.
- Cambio en las preferencias: El turista postpandemia busca experiencias más auténticas, espacios abiertos y destinos menos concurridos. Esto ha beneficiado al turismo rural o de interior en detrimento de los focos urbanos y de sol y playa más tradicionales.
La paradoja del gasto: menos turistas, pero gastan más
En medio de este panorama desolador, se abre una chispa de optimismo que, sin embargo, confirma la tendencia cualitativa. El gasto medio diario por turista subió un notable 9,87% interanual, hasta los 238 euros. Este dato sugiere un cambio en el perfil del visitante: quien llega a Catalunya ahora tiene un poder adquisitivo más alto o está dispuesto a invertir más en su experiencia. Se trata de un turista potencialmente más valioso, pero también más exigente y minoritario, lo que no compensa la pérdida de volumen de visitantes de gama media.
Los agentes turísticos reclaman a las administraciones políticas activas para detener esta tendencia. Se piden acciones para desestacionalizar la oferta, promocionar destinos del interior, aliviar la presión fiscal y mejorar la calidad de vida en los centros urbanos más afectados por la masificación. La conclusión es clara: el modelo de "turismo de cantidad" ha llegado a su límite. El reto ahora es atraer un "turismo de calidad" que sea sostenible económicamente, socialmente y medioambientalmente, antes de que la caída se convierta en estructural.
