El Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) ha ratificado su posición de vigilancia y ha decidido, como ya anticipaban todos los analistas, mantener sin cambios los tipos de interés oficiales. La decisión, tomada en la última reunión del año, significa que los costes de los préstamos en la eurozona permanecen en las mismas cifras desde el pasado mes de octubre. Concretamente, el tipo de depósito se mantiene en el 2%; la tasa de referencia para las operaciones principales de refinanciación (MRO) sigue en el 2,15%; y la facilidad marginal de préstamo (MLF) permanece en el 2,40%.
Esta pausa consolida el fin del ciclo de flexibilización que el organismo inició el pasado mes de junio y que supuso un recorte acumulado de 200 puntos básicos (dos puntos porcentuales enteros) a lo largo de ocho ajustes a la baja, siete de ellos consecutivos. El organismo que preside Christine Lagarde parece haber entrado ahora en una fase de observación, evaluando el impacto pleno de las medidas ya adoptadas en la economía real y esperando a que los datos macroeconómicos, especialmente los relativos a los salarios, confirmen una tendencia sólida hacia el objetivo de inflación.
“El Consejo de Gobierno ha decidido hoy mantener sin variación los tres tipos de interés oficiales del BCE. Su evaluación actualizada continúa confirmando que la inflación debería estabilizarse en el objetivo del 2% a medio plazo”, ha argumentado el BCE en su comunicado oficial. Un mensaje de continuidad y prudencia que busca transmitir calma a los mercados, a pesar de no descartar nuevas acciones en el futuro si la situación lo requiere
Estabilidad con cierta preocupación
La decisión del BCE se ha tomado ante un panorama de inflación que, a pesar de haber mejorado significativamente desde los picos de más del 10% registrados en 2022, muestra aún signos de resistencia. Las últimas cifras de noviembre para la eurozona sitúan la tasa interanual en el 2,1%, idéntica a la de octubre. Esta cifra, sin embargo, oculta dinámicas internas más complejas. Un análisis más detallado revela que, al excluir el impacto volátil de la energía, la inflación se mantuvo estable por segundo mes consecutivo en el 2,4%.
Si se eliminan también los precios de los alimentos, el alcohol y el tabaco, la tasa también se moderó una décima, hasta el 2,4%. Esta persistencia de la inflación subyacente, por encima del objetivo del 2%, es precisamente lo que mantiene en estado de alerta a los gobernadores del banco central, que temen que las presiones salariales y los márgenes elevados de las empresas puedan arraigar las expectativas de inflación alta.
La foto de la inflación en la Unión Europea (UE) en conjunto, que registró una media del 2,4% (una décima menos que el mes anterior), muestra disparidades notables entre Estados miembros, lo que complica aún más la política monetaria única. En los extremos del tablero, destacan países como Rumanía (8,6%), Estonia (4,7%) y Croacia (4,3%), que aún luchan con tasas muy elevadas.
En el polo opuesto, Chipre (0,1%), Francia (0,8%) e Italia (1,1%) presentan las inflaciones más moderadas de todo el club. España, por su parte, vio cómo su tasa interanual se mantuvo estable en el 3,2% por segundo mes seguido, una cifra que aún supera en más de un punto porcentual el objetivo del BCE y que refleja, en parte, el impacto particular de la evolución de los precios de los alimentos y de los servicios turísticos en la economía española.
Las previsiones de 2026
La gran pregunta ahora es cuánto tiempo se prolongará esta pausa. Los mercados financieros, que al comienzo de año especulaban con bajadas agresivas de los tipos por parte del BCE, han ido ajustando sus previsiones a la realidad de los datos. La evaluación actual apunta a un inicio de flexibilización más tardío y más gradual de lo que se preveía. Los analistas coinciden en que el Consejo de Gobierno necesitará ver pruebas concluyentes de que la inflación subyacente baja de manera sostenida y que el proceso de moderación salarial, especialmente en sectores clave como los servicios, es firme.
La próxima publicación de las proyecciones macroeconómicas del BCE, así como la evolución de los sueldos negociados colectivamente, serán piezas clave en las próximas reuniones. En definitiva, el BCE ha optado por un mensaje de estabilidad y paciencia. Ante una economía europea débil, pero que evita la recesión técnica, y con una inflación que desciende, pero resiste a morir del todo, el instituto prefiere no precipitarse. La batalla contra la inflación, a pesar de estar en su fase final, todavía no está ganada, y el banco central no quiere correr el riesgo de declarar una victoria prematura.