El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado una rebaja significativa de los aranceles impuestos a China, después de mantener un encuentro que ha calificado de “increíble” con su homólogo chino, Xi Jinping, en Corea del Sur. Según ha detallado la administración norteamericana, los aranceles sobre determinados productos chinos pasarán del 20% al 10%, una decisión que representa un nuevo giro en la relación comercial entre Washington y Pekín, marcada desde hace años por las tensiones y la guerra económica.

Trump ha hecho estas declaraciones a bordo del Air Force One, en el trayecto de regreso a Washington, después de participar en la cumbre bilateral en la base aérea de Gimhae, en la ciudad surcoreana de Busan. “Él es un gran líder, el líder de un país muy poderoso y fuerte: China”, ha afirmado el mandatario en referencia a Xi, con quien no se veía cara a cara desde el G20 de Osaka, en 2019, durante su primer mandato.

Según Trump, el objetivo principal del encuentro era revisar las relaciones comerciales y abordar cuestiones de seguridad y salud pública, especialmente la lucha contra el tráfico de fentanilo. Estados Unidos acusa desde hace años a los cárteles mexicanos de producir este potente opioide a partir de precursores químicos procedentes de laboratorios chinos. “En lo que respecta al tema del fentanilo, hemos acordado que el presidente Xi trabajará muy intensamente para detener el flujo de estas sustancias.

Se compromete a controlar más estrictamente los precursores químicos, y creo que veremos acciones reales en poco tiempo”, aseguró Trump. El presidente ha justificado su decisión de reducir los aranceles como un gesto de confianza en el compromiso de China para colaborar en la lucha contra este problema, que en Estados Unidos ha causado miles de muertes por sobredosis. Con esta rebaja, el conjunto de gravámenes comerciales que Washington mantiene sobre productos chinos pasa del 57% al 47%, según precisó el propio Trump.

Retomando el comercio agrícola y tecnológico

Otro de los puntos clave de la reunión ha sido la reapertura de las importaciones chinas de soja norteamericana, suspendidas el pasado mayo como consecuencia de la escalada arancelaria impulsada por la Casa Blanca. “Grandes y enormes cantidades de soja serán compradas de manera inmediata. "El presidente Xi lo ha autorizado, y lo agradezco mucho”, afirma Trump. Esta medida se considera un paso positivo para los agricultores americanos, un sector clave en la base electoral republicana y uno de los más afectados por la guerra comercial.

Además, ambos líderes han tratado la cuestión tecnológica, centrándose especialmente en la posible venta de chips de la empresa estadounidense Nvidia a China. Aunque no se ha llegado a ningún acuerdo concreto, Trump ha reconocido que la discusión ha sido “constructiva” y que ambas partes están dispuestas a encontrar “una fórmula equilibrada” que permita compatibilizar la seguridad nacional con el libre comercio. A pesar del amplio abanico de temas sobre la mesa, Trump ha confirmado que no se ha tratado la cuestión de Taiwán, la isla autogobernada que Pekín considera una provincia rebelde y que constituye uno de los puntos más delicados de la política exterior china. El mandatario ha evitado hacer comentarios sobre este tema, probablemente para evitar tensiones en un momento de reaproximación diplomática.

Trump también ha anunciado que volverá a reunirse con Xi Jinping el próximo abril, esta vez en China, con la intención de “seguir avanzando en una relación más estable y beneficiosa para los dos países”. Fuentes cercanas a la Casa Blanca han indicado que el nuevo encuentro podría servir para definir un marco de cooperación más amplio que incluiría temas energéticos, tecnológicos y medioambientales. El reencuentro entre Trump y Xi, el primero desde que el republicano volvió al poder, se interpreta como un intento de rebajar la tensión acumulada durante años de guerra comercial y sanciones mutuas. Los analistas consideran que la reducción de los aranceles es sobre todo un gesto simbólico, pero que podría marcar el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre las dos principales potencias del mundo.

Después de la reunión, el presidente chino abandonó Busan rumbo a Gyeongju, donde se celebra la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), mientras que Trump ha emprendido el vuelo de regreso a Washington. Aunque no se han anunciado acuerdos concretos sobre otras cuestiones como el futuro de TikTok en Estados Unidos o la regulación tecnológica, el encuentro ha sido calificado por ambas partes como “cordial y productivo”. El contexto internacional, marcado por las guerras comerciales, la competencia tecnológica y los retos de seguridad global, da a este acercamiento un valor estratégico considerable. Tanto Washington como Pekín buscan estabilizar sus economías y proyectar una imagen de control en un momento de creciente incertidumbre mundial. Con este movimiento, Trump envía un mensaje doble: por un lado, a sus aliados internacionales, de que Estados Unidos mantiene la iniciativa en materia de comercio global; por otro, a su electorado interno, de que puede presentar su política como firme pero pragmática, capaz de obtener concesiones de China sin renunciar al liderazgo estadounidense.