Durante este fin de semana se está produciendo el recuento oficial de los votos. También se introducen en la ecuación los votos procedentes de los ciudadanos residentes en el extranjero, por lo que puede que haya algún cambio en la configuración del congreso (hay nueve escaños en liza). El lunes lo sabremos y entonces podremos seguir desojando la margarita y sumando diputados a una posible investidura. 

De momento, con las cifras todavía pendientes de ser confirmadas, ya podemos analizar las posibilidades que se le plantean a Sánchez: o Gran Coalición (bien por abstención del PP o del PSOE para que gobierne uno de los dos o los dos juntos), o bien el pluralismo que sirvió a Sánchez para ser investido en su candidatura anterior. Está por ver qué opción cuaja, y no cabe duda de que, para Sánchez, todo es posible. No tendrá problema en convencernos de que "las circunstancias" le han obligado a tomar la decisión. Sea la que sea. 

A España no le iría nada mal poner la amnistía sobre la mesa, porque sería un gran avance en términos de justicia y democracia y nos beneficiaría a todos, no sólo a los catalanes independentistas. Sería, sin duda, un paso adelante en la política de diálogo, respeto y construcción de una España plural donde todos deberían aprender de los graves errores cometidos. Y al Gobierno español le han dado varios toques desde fuera para que transitara ese camino. 

Si, por el contrario, se apañase un acuerdo con el Partido Popular, supondría un destrozo en la opinión pública, que no está preparada para ello, de incalculables dimensiones. Dudo mucho que Sánchez fuerce tanto la situación como para tener que hacer semejante jugada. Pero, como decía, no descarto nada, y menos asegurando -como ya ha hecho- que aquí no se repetirán elecciones.