Conocidos los resultados de la consulta a las bases de Junts per Catalunya, es momento de sacar algunas conclusiones. En primer lugar, es todo un detalle democrático que la militancia de un partido sea tenida en cuenta cuando su formación política ha de tomar una decisión relevante. Y esto es fundamental, porque si no, se cae en lo de casi siempre: los "chiringuitos" del poder, donde están las bases para llenar los mítines y pegar carteles, y la "casta" de los jefes que pasan olímpicamente de sus compañeros, a los que consideran más o menos actores extra o personajes de relleno. 

Cuando una persona decide militar en un partido, si este es democrático, hay que asumir obligaciones, el compromiso de participar, y evidentemente, la estructura de la formación debe ser permeable para escuchar las opiniones y facilitar los debates de sus afiliados. De lo contrario, sería mejor no hablar de formaciones políticas democráticas para pasar a, como decía Turull, organizar un club de fans o una secta. En esta ocasión la militancia de Junts ha acudido a votar masivamente. Prácticamente el ochenta por ciento se ha sentido apelada y ha querido expresar su opinión. Sin duda, dice mucho de las bases, y si se quiere que sigan opinando, es fundamental que se las tenga en cuenta. 

Los datos del resultado demuestran que la decisión no era sencilla. Una ajustada mayoría ha decantado la decisión hacia la ruptura con ERC. Pero por muy poco. El resultado podía haber sido perfectamente el contrario. Esto evidencia que hay motivos para quedarse en el Ejecutivo como los hay del mismo peso para marcharse. La dirección del partido ha planteado estos días la difícil disyuntiva. Turull ha permanecido en un riguroso silencio para no influir en la decisión. 

Lo que es sorprendente, es que haya habido críticas desde entornos independentistas, soberanistas y considerados demócratas que han puesto el grito en el cielo porque se haya consultado a las bases. Como si les hubiera parecido mucho más lógico que apareciera de pronto Turull anunciando que se rompe el pacto y se marchan del Govern. Pongo el foco sobre esta cuestión porque me parece la piedra angular de todo lo que está sucediendo en Catalunya, pero también en la política actual, tanto a nivel del Estado como en niveles superiores europeos e internacionales: la consideración de que votar es un problema. Escuchar al común de los mortales está mal visto. 

Y no solo eso, es que algunos han tenido la desvergüenza de criticar una consulta, con luz y taquígrafos, cuando viven de decir que representan a otros. Cuando se jactan de decir que son demócratas. ¿Cómo se puede ser demócrata cuando cualquier votación te genera rechazo? El problema lo tenemos mucho más a fondo de lo que pensábamos: la cultura democrática brilla por su ausencia. Lo lamentable es que en Catalunya este capítulo parecían haberlo superado ya.