Christopher Schmitt, el pianista de la Casa Blanca, ha aprovechado una parte de las vacaciones estivales para pasar por Barcelona con un par de amigos suyos de la Juilliard School de Nova York, el celista Ju-Young Lee y el violinista Igor Pikayzen.

A diferencia de la mayoría de extranjeros que vienen en esta época del año, el trío no ha venido a hacer turismo de sol y playa –aunque ha sufrido el clásico hurto de la cartera. Schmitt y sus colegas han venido a actuar gratis para los niños del Hospital de Sant Joan de Déu, los pacientes del Cottolengo y de otros centros del estilo.

Después de perder las tarjetas de crédito mientras se bañaban en la Barceloneta, el trío ha cerrado su minigira con un concierto en el auditori de Sant Cugat de homenaje a Enric Granados. El promotor del experimento ha sido un catalán de estos que corren por el mundo abriéndose camino en el ámbito de los negocios globales.

Pau Febrer tiene 24 años y ha pagado la aventura a medias con Schmitt. Los dos esperan repetirlo el año que viene, si puede ser sin rascarse el bolsillo. Se hicieron amigos en una fiesta en Washigton DC, en la cual los vecinos cortaron la electricidad de la casa para hacer callar al pianista, que nunca se resiste a cerrar las fiestas tocando alguna pieza.

Schmitt me explica que cuando organiza fiestas en casa siempre acaba tocando el piano. No se trata sólo de que la gente se lo pida porque es el pianista de la Casa Blanca. Al final de una fiesta la gente está cansada y es especialmente sensible. "Tocar en ambientes profanos me permite llegar a un público que, si no, nunca escucharía la música que a mí me gusta".

- Imagínate que nadie prestara atención a la maravillosa arquitectura que tenéis aquí en Barcelona –me dice para enfatizar el disgusto que le producen los estigmas que alejan al gran público de sus piezas preferidas.

Hacemos la entrevista en una sala noble del Ateneu y, con esta admiración tan americana por la historia, añade: "Imagínate que todo este patrimonio que hay aquí, estos cuadros, este palacio, este jardín, estas baldosas, se consideraran una rémora inútil y pesada".

No lo quiero molestar explicándole los esfuerzos que los catalanes hacemos para mantenernos conectados con el mundo, pero lo entiendo. El Ateneu ocupa un palacio que el marqués de Savassona hizo construir en el marco de una operación para convertir la Rambla en una avenida de homenaje a los borbones. El Parlament catalán está ubicado en el antiguo polvorín del ejército felipista. El amor transforma muchas cosas.

El amor es capaz de atravesar muros de prejuicios y Schmitt ama tanto la música que hace horas extras sin reparos. Seguramente le ayuda el hecho de sentirse afortunado, sabe que tiene un trabajo atractivo. Cuando he ido a pedir la sala para entrevistarlo, los chicos de comunicación me han dicho:

- ¿El pianista de la Casa Blanca? ¿Es una serie nueva de televisión, eso?

Schmitt forma parte de la President's Own OS Marine Band, el grupo de músicos que ameniza las recepciones de la Casa Blanca. Le pregunto si ha aprendido alguna cosa sobre el mundo de la política a base de tocar para embajadores y para líderes mundiales, pero tira pelotas fuera.

Schmitt me cuenta que el matrimonio Obama es muy amable; se le nota que si Donald Trump ganara las elecciones no se estaría igual de cómodo. Hillary Clinton tiene poca cultura musical. Cuando la prensa le preguntó cuál era el músico de jazz que le gustaba más, dio el nombre de Kenny G. Su marido, sin embargo, toca muy bien el saxo.

- Los veteranos de la banda -me explica- dicen que cuando Bill Clinton era presidente a veces se añadía al grupo y lo hacía muy bien.

- I Obama, ¿tiene alguna canción preferida, rollo, "vuelve a tocarla, sam"?

- Jajajaja. Le gusta John Coltrane.

La banda del presidente de los Estados Unidos forma parte de los Marines y, cuándo Jefferson la creó, sólo tenía trompetas y tambores. Entonces tocaba himnos militares como los que le deben gustar a Putin. Ahora el oficio pide mucha versatilidad. Tienes que poder interpretar piezas de todos los géneros y dejar siempre el pabellón de los Estados Unidos bien alto.

La profesión de músico tiene una cosa en común con el oficio de soldado que hace que Schmitt se sienta cómodo con el uniforme de los Marines: "Cuando tocas, hacerlo mal no es una opción y eso requiere una gran disciplina y mucho entrenamiento".

Schmitt dice que estudia un mínimo de cinco horas diarias. "Si estoy un día sin tocar lo noto yo, si estoy dos, lo notan los entendidos. A partir de tres ya lo nota todo el mundo". Los músicos virtuosos son como atletas, que si no están físicamente en forma se pueden lesionar interpretando una pieza difícil.

- ¿Conoce a Enric Granados? -le pregunto

- Claro. ¡Lo hemos tocado estos días!

- ¿Y sabe qué es el Sussex?

Schmitt no sabe qué es el Sussex, pero tampoco sabe quién es José Manuel Durão Barroso, el expresidente de la Comisión Europea, que ahora ha fichado por Goldman Sachs. El Sussex es el barco que devolvía a Enric Granados a Barcelona, cuando fue hundido por un submarino alemán en el canal de la Mancha.

No hubo muchas muertes, pero el compositor se tiró de la barca que lo había rescatado para intentar salvar a su mujer, aunque no sabía nadar. Granados había cambiado el pasaje de vuelta porque el presidente de los Estados Unidos lo invitó a tocar en la Casa Blanca, en una invitación de última hora.

Un gran compositor que muere trágicamente para hacer lo que Schmitt puede hacer cada semana. Me ha parecido que la anécdota le haría gracia. Aunque ya me parecía que no la conocería.

Uno de los últimos catalanes que vio a Granados vivo fue Pau Casals, que entonces estaba en Nueva York de promoción. A Schmitt le gusta Casals. "Era todo pasión y expresividad" –me dice tensando la mandíbula con este entusiasmo un poco teatral que a veces vemos en el cine norteamericano.

Eso de la pasión tiene otra anécdota. La primera vez que Casals actuó en Nueva York, era tan desconocido que el mánager encargado de presentarlo salió al escenario y dijo, para animar al público: "Y ahora, con vosotros, un violoncelista español tan apasionado que ya es calvo antes de cumplir los 25 años".

Otro músico catalán que tocó para la élite norteamericana fue Xavier Cugat. Schmitt no ha oído hablar nunca de él, pero de Casals incluso puede contarme una pequeña anécdota:

- Casals despreciaba a los intérpretes que ponen la técnica por delante de la sensibilidad. Una vez, en una grabación cometió un gran fallo y los técnicos del estudio le dijeron que se había estropeado la grabadora, para no discutir con él sobre la necesidad de repetirlo.

Schmitt cree que era un poco exagerado -como todos los genios-, pero que tenía razón que una ejecución perfecta no vale para nada sin sentimiento.

- ¿Por qué cree que la música tiene tanto poder sobre nuestras emociones? Por qué dicen que la música cura?

- Porque la música nos distrae de todos los motivos prácticos que se apoderan de la vida. Cuando una música nos gusta dejamos de pensar en el dinero, en el poder, en el trabajo. La música nos ayuda a conectar con nuestra alma, con todo aquello que a veces no tenemos en cuenta, aunque sea lo que realmente nos hace vivir.