¿Quién era Franco? Para el cura gallego que lo bautizó en 1892 –y para la institución celestial encargada de juzgarlo–, era Francisco Hermenegildo Paulino Teódulo Franco Bahamonde. Para sus padres, era Paquito –en contraposición a un primo huérfano más fornido que vivía con la familia y que respondía al grito de Pacón-. Para sus compañeros de la academia de infantería de Toledo, donde ingresó en 1907, Paquito era el Franquito –a causa de su voz de flauta y su cuerpo esmirriado.

Para el rey Alfonso XIII y para el general Sanjurjo, cabecilla de la revuelta militar de 1936, Franco no dejó nunca de ser el Franquito y así lo llamaron siempre los dos. Para la prensa africanista, el Franquito fue, primero, un "as de la legión" y, después, el general más joven de Europa con el permiso de Napoleón. Para el mariscal Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial y futuro presidente de la Francia de Vichy, Franco era la espada más limpia del continente.

En las postrimerías de la Segunda República, después de ser cesado por el gobierno del Frente Popular como jefe del estado mayor español, los militares conspiradores lo denominaban Miss Canarias –por las dudas que tuvo a la hora de sumarse a la rebelión armada que finalmente lideraría. Para ERC, Franco se acabó convirtiendo en el responsable principal del asesinato del presidente Companys, pero el 1931 era el hermano de uno de sus candidatos al Congreso, Ramon.

Franco en una imagen de 1963. Font Getty. Afp

Empezada la guerra y liquidados los generales Mole, Goded y Sanjurjo, Franco se convirtió, gracias a la creatividad de un equipo de periodistas barceloneses, "Caudillo miedo la gracia de Dios" y también el "Centinela de Occidente". Ya entrada la dictadura, los incondicionales del bigotito lo denominaban "la encarnación de España", el "padre de la patria" o "el timonel de la dulce sonrisa". Para la mayoría conformada era, simplemente el Cisquet.

En motivo de su muerte, el rey Juan Carlos dijo que Franco era "una figura excepcional" y "una exigencia de comportamiento y lealtad"; para el entonces presidente de la Diputación de Barcelona, Juan Antonio Samaranch, artífice de las olimpiadas de 1992, Franco era "el ejemplo que nos acompañará siempre en nuestro esfuerzo por una España mejor y más justa"; para el presidente del Real Madrid, era una persona buena y sencilla, igual que por la multitud que rindió homenaje a su cadáver.

Manuel Fraga, figura mítica del PP, declaró solemnemente que Franco era "el más representativo de los españoles de este siglo". El editorialista de l'ABC que escribió el obituario del dictador aseguró que era "un auténtico patriota" en "estas horas de desertoras y oportunistas, de democracias, pluralismos y aperturas, en estas horas de enanos". Para José María Pemán, el escritor que almorzaba con gente importante, "Franco era una especie política poco común entre los españoles: un moderado".

Entrada la democracia, los historiadores le colgaron etiquetas nuevas. Para Paul Preston, Franco era un "gran manipulador". Para Pío Moa era "uno de los personajes más odiados del siglo XX" –injustamente, según su opinión. Josep Benet insistió en que era un criminal de guerra y la cabecilla de un sistema organizado de genocidio cultural, pero sus amigos comunistas no le hicieron caso mucho. Ricard Vinyes escribió que era el director de un país prisión. Josep Fontana que fue el último heredero de una tradición política española que se remonta a Felipe II.

El escritor José Luís de Vilallonga, que era tan inteligente y connaiseur de las señoras como Bernat Dedéu, pero más cañí, dijo siempre que Franco era un calzonazos vanidoso y mediocre dominado por su mujer: Carmen Polo –alias Lady Macbeth.

visita franco

En motivo del 30 aniversario de su muerte, en plena euforia democrática, realicé una modesta encuesta para tratar de averiguar quien era Franco según la gente que circula por la calle sin altas preocupaciones intelectuales. Cerca de la calle Goya, junto a mi universidad, tropecé con un grupo de chicos que habían salido a la calle aprovechando la hora del recreo: gorras yanqui, camisetas por fuera, zapatillas deportivas de fantasía, y algún pelo en la cara.

– Ei, chicos! ¿Quién era Franco?

– ¡Púas un hijo puta, tío!

– ¡Hala! ¡Un dictador!

– Un militar que se levantó al norte de África...

– Un tío cojonudo. ¡Viva España!

El alboroto que se organizó me llevó a tratar de profundizar en el tema: ¿"Por qué era un hijo de puta?, por qué fue un dictador?, por qué era cojonudo?" Dudas, balbuceos, lo único que respondió con decisión fue lo facha: "¡Porque lo digo yo"! me dijo enseñándome el carné de los Ultrasur. No es que aquel chico tuviera de Franco una noción más profunda que sus compañeros; para hacerse el facha sencillamente no le hacía falta.

Los chicos sabían que Franco gobernó España con mano de hierro, y poca cosa más. Un par de chicos se disculparon diciendo que eran mal estudiantes y que hacían un curso especial para sacarse el bachillerato. El universitarios encuestados no sabían mucha cosa más. Recuerdo a un grupo de chicas que rondaban los 24 años y que podías llevarlas a cualquier restaurante caro. ¿14 de abril? Ni idea. ¿18 de julio? Ni idea. ¿26 de enero? Ni idea. ¿División Azul? Ni idea. ¿Autarquía? Ni idea. ¿Azaña? El nombre los sonaba un poco.

En general, si algún joven hilaba más fino era gracias a la insistencia de los abuelos a hablar del tema –mucho más que no los padres– o gracias a la curiosidad personal. Otra manera de introducirse en el franquismo era haber escapado de un grupo de neofachas. En la calle  Muntaner encontré a unos chicos que bajaban con la melena al aire y una guitarra. Antes de preguntar, pensé: "Sólo les va a interesar la música". ¡Pues no señor! Las reyertas los habían llevado a los libros.

En general, me pareció que Franco era, para los jóvenes, un tema de historia como otro y, sobre todo, un nombre que se asociaba a adjetivos peyorativos. Aquí va una selección de los calificativos que recogí: cabrón, asesino, malparido, déspota, mala persona, poco inteligente, sádico, censurador, opresor, cruel, repugnante, mediocre, violento, malo. El independentismo no había estallado todavía y a las personas mayores entonces no le arrancabas adjetivos tan atrevidos.

Cuando pronunciabas la palabra Franco, la mayoría de abuelos cogían prisa, muchos no se dejaban fotografiar, algunos incluso se negaban a hablar. Una señora ordenó a su marido: "Jordi, habla tú". Un señor que se apoyaba en un bastón rústico de madera me dijo, entre asustado y socarrón: "No, no, que tengo amigos franquistas que no saben que soy de la cebolla".

También recuerdo a un hombre que se llamaba Antonio: ¿"Mí única política se la de los macarrones -me dijo. Perdone? "Que sólo me importa comer, dormir y follar de vez en cuando porque soy soltero y me lo puedo permitir". Un jubilado con la cara grabada por el calor del horno donde había trabajado toda la vida se dejó fotografiar de espalda:

¡-¡Sólo faltaría que me jodieran los fachas!

– No exagere.

– Por si acaso: aún quedan muchos.

– Pero por qué no quiere hablar, de Franco?

– Porque era un criminal y lo mejor que se puede hacer cono él se olvidarlo. Se lo que más le jodería.

francoNC

El argumento del olvido funcionaba bien. Abuelos franquistas también debía de haber, pero de la veintena que asalté por la calle no encontré ninguno que se me declarara partidario del Caudillo. Quizás fue una cuestión de azar, o quizás pasó que, entonces, la mayoría de declaraciones de franquismo se hacían en la intimidad. La declaración más positiva la arranqué de una pareja que parecía salida de una película de la transición: "Franco tuvo sus cosas buenas: había más orden y menos delincuencia", me dijeron mientras se dejaban retratar de espalda.

El elogio más desacomplejado de Franco me lo hicieron tres chicas magrebíes que tomaban el aire después de comer. Rondaban los veinte y habían sido escolarizadas en democracia y en catalán, aunque no lo hablaban. Las tres tenían trabajo, eran musulmanas emancipadas.

–Quien era Franco?

–El antiguo rey.

–No: un dictador, un presidente.

–Era un poco duro, no dejaba libertad, pero en Marruecos saborea mucho. Se entendía muy bien cono

nuestro rey y su guardia personal era marroquí.

–Y vosotros qué pensáis?

–La verdad, en mí no me parece bien esto de los gays y laso lesbianas.

–Si estuviera Franco los jóvenes no tomarían tantas drogas ni estarían todo el día fuera de casa.

–Demasiado desorden para vuestro gusto?

–Sí. Y demasiada política.

El viernes estaba en la terraza del Restaurante Gelida y se me ocurrió volver a hacer la encuesta con la gente que pasaba por la calle. Todo este folclore republicano y antifranquista que los políticos processistas han puesto de moda, para poder explotar el victimismo me resulta un poco absurdo. ¡"Chicas! Quien era Franco -pregunté sin alzarme de la silla a un cuarteto que pasaba por allí." Resultaron ser de Súnion, mi escuela. Aunque ahora es concertada es de las mejores de Barcelona.

¿"Sabéis qué año murió"? -pregunté. Rieron. "1920", dijo una, como si estuviera jugando una partida de Trivial. ¿14 de abril? ¿Azaña? ¿Cuando acabó la guerra civil?, pregunté en batería. ¿"Lo hicimos el año pasado, os acordáis"?, dijo la más alta, mientras el resto hacía cara de merluza o se aguantaba la risa. Había una que ahumaba un cigarrillo con cara de pensar: "cultura es tortura". Me recordó mi primer amor.

La única que sabía la respuesta callaba para no avergonzar a las compañeras. Al final le sacamos cuatro cosas.

- ¿Has visto que sus padres eran de fuera? -comentó un amigo mío cuándo se hubieron marchado

- ¿India o Paquistan, verdad? -hice yo. Todavía se comporta como una persona libre.

- Total porque tienes que estudiar si la mejor perspectiva es la mediocridad, si en todas partes te están diciendo que basta con un poco de victimismo y de superioridad moral para ir pasando o incluso para ser alguien.

Y bien, ahora ya podéis ir a sacar los huesos del franquito del Valle de los Caídos, que es muy importante.