Entramos en el despacho de Andreu Mas-Colell situado en el Campus Ciutadella de la Universitat Pompeu Fabra. Se han acabado los protocolos, las reuniones de Govern, las polémicas de los presupuestos, las tensiones del FLA y las críticas por los recortes. Vuelven las aulas. El exconseller de Economia i Coneixement todavía se está adaptando a su nueva vida como profesor emérito y lo hace con la tranquilidad de un luchador que no pretende descansar nunca. Sonríe de plenitud, canalizando el nerviosismo enérgico que todavía le sigue corriendo por las venas. La jubilación es un aburrimiento.

No contempla la opción de quedarse en casa, con dormir ocho horas tiene bastante. Las estanterías están prácticamente vacías, sólo le acompañan un ordenador, un teléfono y cuatro libros que acaba de colocar. Su vida ha sido una transición constante entre sus dos grandes pasiones: la política y las universidades. Y a la hora del patio, la economía. 

Un día el president de la Generalitat de Catalunya le propuso ser conseller y se dejó llevar por su vocación pública. Y al cabo de siete años, volvamos. Muchos recuerdos pero uno más especial que los otros: el 9N; y en el otro lado, uno muy malo: las dificultades para pagar la nómina en diciembre del 2011. Angustia y noches sin dormir, pero si hiciera marcha atrás, lo volvería a hacer. Ha sido un privilegio y un reto, pero no lo ha pasado bien. Ahora, su inquietud irrefrenable nos recuerda que no descarta volver a dar clases. Pero no le gustan las cuentas atrás. Acepta cualquier pregunta menos sobre el cuándo, aunque a veces pueda salir bien. 

La microeconomía y la teoría de juegos lo han acompañado en las negociaciones con el Ejecutivo central y al final, haciendo un espectáculo más propio de los cómics que de la política, siempre han acabado pagando. En Madrid, ni el ministro de Economía y Competitividad en funciones, Luis de Guindos, ni el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, también en funciones, Cristóbal Montoro, le han pasado el cepillo. Síntoma que las cosas están claras. Un puñado de elogios de seducción que sí que vivió el president Josep Tarradellas, pero que consiguió trampear con maestría. Primer precedente del cual tenemos constancia. 

Recién vuelto del paréntesis político, se prepara para seguir presentando batalla en las universidades y en los centros de investigación económica. Respetuoso con la gestión de Oriol Junqueras, no deja de mirar la actualidad política por el retrovisor. En frente, ha detectado dos problemas de la educación: la sobrecualificación del estudiante universitario y la aversión a la formación profesional. Resistente, sin embargo, con sus firmes convicciones, ya tiene solución: ampliar la oferta laboral de uno y potenciar la otra. Más calidad que cantidad. 

Después de prácticamente una hora y tres cuartos, nos despedimos y le doy recuerdos para su mujer, Esther Silberstein, con quien comparte la pasión por la enseñanza. Él argumentaba con ritmo harviano los presupuestos en el Parlament, donde el objetivo era un aprobado y, a poder ser, con buena nota y buena cara. Mientras que ella, brillante y próxima al mismo tiempo, convertía las derivadas y las integrales en una película de entretenimiento. Para todos los públicos. Aprender es fácil si te lo explican bien. 

Andreu Mas-Colell, el exconseller y ahora, de nuevo, profesor desde la distancia de un despacho vacío, o quién sabe si desde la proximidad de un auditorio lleno, ha hecho política como vive y vive para enseñar. Punto y a parte.