No llueve, las temperaturas suben y la sequía, parece, va a ser el pan de cada verano de aquí en adelante. Con los pantanos al 35% de su capacidad en el conjunto del país, muchas localidades echan mano de camiones cisterna y barcos, prohíben llenar piscinas y aplican restricciones al riego. ¿Hay solución? Claro: y la tenemos debajo de nuestros pies.

Sequia pantà Yesa actualment sota 30% Navarra / Foto: Efe
Sequia pantà Yesa actualment sota 30% Navarra / Foto: Efe

Los acuíferos subterráneos ya abastecen al 15% de la población

Para calibrar la magnitud de la sequía en curso, se echa mano siempre del mismo dato: el agua embalsada. Olvidamos así que existen otros recursos menos visibles y casi desconocidos que abastecen ya a un 15% de la población española y que son fundamentales para la agricultura. ¿Qué sabemos del estado de estos acuíferos? Poco, muy poco: sólo lo que aportan 2.500 puntos de control en los que se han instalado piezómetros que miden el nivel de las aguas subterráneas. Muy poco para un país con medio millón de kilómetros cuadrados que lidera junto a Francia y Alemania el listado de países con más acuíferos subterráneos. Las características geológicas del suelo, que favorece la infiltración del agua de lluvia, permite que existan acuíferos tanto en las zonas de montaña como en las cuencas de los grandes ríos.  El resultado es claro: el 90% del territorio nacional dispone de acuíferos subterráneos. Y eso permite, con una adecuada planificación, realizar múltiples captaciones que pueden solucionar situaciones comprometidas como la que se vive en muchos puntos del país este verano.

 

Un aprovechamiento imprescindible

El recurso existe y, como todo recurso disponible, debe ponerse al servicio de la comunidad. No obstante, ese aprovechamiento debe planificarse con tiento y evitar situaciones de sobreexplotación como los que padecen diferentes acuíferos subterráneos de la zona de Levante y el Oriente andaluz. La huerta de Europa necesita agua, pero los recursos deben extraerse a un ritmo que permita su renovación. La solución, por tanto, no es una explotación intensiva: es un análisis concienzudo de los acuíferos disponibles y una política de protección que los convierta no en recurso de abastecimiento cotidiano, pero sí en reserva estratégica para situaciones de emergencia. Los acuíferos subterráneos son, en definitiva, una garantía hídrica. Hablamos, además, de aguas de calidad buena o muy buena que, desgraqciadamente, son muy vulnerables, ya que la agricultura intensiva y los fertilizantes que requiere tiene impactos muy negativos en el subsuelo en general y en los acuíferos en particular. ¿Cuál es la solución? Evidentemente, no es decrecer: es reducir el uso de abonos nitrogenados y emplear en su lugar fertilizantes biológicos de reducido impacto. Sea como fuere, hay una verdad clara: España necesita conocer sus aguas subterráneas a fondo y, para eso, en lugar de en documentales para ensalzar presidentes, convendría destinar recursos a investigar y contratar personal especializado, en concreto, hidrogeólogos. El agua es un tesoro y, por eso, hay que buscarla, estudiarla, cuidarla y gestionarla.