Un total de 279 municipios de Catalunya empezarán a notar este fin de semana diferentes restricciones de agua por la sequía, después de una primavera poco lluviosa y un verano —además de los meses de mayo y junio— con temperaturas excepcionalmente altas, que han provocado más de 570 muertos por el calor, cinco veces más que en años anteriores, con un pico de fallecidos entre el 15 y el 18 de agosto de 94 decesos. La Agència Catalana de l'Aigua ha ampliado en 129 más los municipios en alerta y ha sembrado un poco más el mapa de Catalunya de poblaciones con problemas hídricos remarcables.

Es cierto que estos últimos días ha llovido por la tarde en muchas zonas de Catalunya. Pero esta situación no ha revertido la tendencia que había en las cuencas hidrográficas ni ha mejorado sustancialmente el paisaje de campos quemados que hemos podido ver en diferentes comarcas del país, en una mirada a primera vista de zonas en las que las fuentes se han secado, ha desaparecido el agua de las acequias y los ríos, y los embalses se encuentran en una capacidad realmente preocupante.

Alrededor de 700.000 personas se verán afectadas de una manera o de otra. Algunas, quizás no directamente en sus viviendas, pero si, en cambio, en el uso del agua para riego agrícola, ganadero, industrial o para uso recreativo. La Catalunya que siempre cae en el olvido será la más perjudicada porque es la menos poblada y la que acostumbra a salir menos en televisión. En eso sí que hay, ciertamente, catalanes de primera y de segunda. Los que viven en la capital o en las grandes urbes y los que solo son receptores de esas grandes masas de miles de ciudadanos en fines de semana o en periodos vacacionales.

La sequía y el fuego han sido las dos caras de la misma moneda de este verano. Por cierto, alguien tendrá que explicar más bien que hasta la fecha —y mejor en sede parlamentaria— algo que sorprendentemente nadie aún ha solicitado: qué ha pasado con la votación favorable en el Congreso de los Diputados por parte de Esquerra del decreto que centraliza la gestión de incendios en perjuicio del Meteocat y en beneficio de la Agencia Estatal de Metereología. Metereólogos como el televisivo Francesc Mauri o colectivos como Bombers per la República han puesto el grito en el cielo sin que aún nadie les haya dado una explicación. 

Que una competencia que se consiguió arrancar en 2002 se haya ido por el desagüe es además de sorprendente, preocupante.