Si eres de los que temen padecer diabetes en algún momento de su vida, tenemos una solución que te encantará, ya que es sabrosa y barata. La protagoniza un pescado, humilde si se quiere, pero que ha alimentado de manera saludable a muchas generaciones. Y lo mismo da que lo consumas fresco o en lata.

Sardinas en lata
 

¿De qué pescado hablamos?

Esta solución barata y sabrosa para combatir la diabetes que nos ocupa son las sardinas, que aportan tanto en fresco como en conserva grandes dosis de vitaminas B12, A y D. Estas vitaminas, unidas al calcio que las sardinas incluyen, ayudan a prevenir la diabetes tipo 2. Y no lo dice un cualquiera: un estudio del Hospital Clínic de Barcelona indica que consumir dos latas de sardinas en aceite de oliva por semana ayuda a combatir esta enfermedad que sufre hasta un 14% de los adultos españoles. A la concusión se ha llegado tras un ensayo en el que han tomaron parte adultos mayores de 65 años con prediabetes (niveles de glucemia en ayunas de entre 100 y 124 mg/dl). Tras monitorizar a un grupo que consumía regularmente sardinas en lata y otro que no, los médicos comprobaron que el consumo de este pescado azul ayudaba a prevenir la enfermedad.

¿Por qué?

La clave se encuentra en las vitaminas B12, A y D que contienen las sardinas. A estas vitaminas se les suman minerales como el selenio, el yodo o el fósforo y también notables cantidades de taurina y ácidos grasos omega 3, grandes protectores del sistema cardiovascular. De hecho, la sardina se encuentra en el podio de los pescados azules más grasos, junto al salmón y la caballa. Esto permite mantener unos niveles correctos de colesterol. El calcio es otro de sus nutrientes fundamentales, de ahí que la pauta médica en el citado estudio fuese comer cada sardina con su esqueleto, donde reside este nutriente. Tú decides cómo: en conserva (solución idónea para el invierno, cuando es difícil encontrarlas frescas a precios razonables) o frescas.