No nos alarmemos: por mucho que hablemos de la herramienta, todavía no es tan imprescindible como para que, si queda fuera de combate, el mundo tiemble como sucedería si tal cosa le ocurriera a Google; pero lo cierto es que ha pasado ya: ChatGPT ha quedado ya fuera de combate. Ha sido esta semana –en concreto el miércoles 8 y durante una hora y media-. Y, sí, queda demostrado: la aplicación de más rápido crecimiento de los últimos años es vulnerable.

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¿Qué sucedió?

Los servicios de ChatGPT dejaron de estar operativos este miércoles por culpa de un ataque de denegación de servicio (DDoS) debido a un ataque de denegación de servicio (DDoS), cuyos efectos todavía  se notan. En Open AI, después de admitir el ataque con un escueto mensaje (Hemos identificado un problema que genera altas tasa de error en la API y ChatGPT, y estamos trabajando para solucionarlo, señalaban) , se pusieron manos a la obra para identificar el origen. Ahora, parece que ya lo saben.

¿Quién fue?

Este tipo de ataques, y así lo explican por ejemplo los especialistas en ciberseguridad de Kaspersky, implican el envío de un elevadísimo número de solicitudes de acceso simultáneas al recurso web al que se ataca con el fin de desbordar su capacidad. Así, al tener los servidores un umbral máximo de solicitudes simultáneas que puedan atender, el servicio empieza a funcionar mal o, directamente, deja de hacerlo. En sí, no es más que sobrecargar un recurso público con tráfico malicioso para que quien de verdad lo necesita no pueda emplearlo. Detrás del ataque, estaría Anonymous Sudan, un grupo de hackers que, en su canal de Telegram, han reivindicado la autoría. Según ellos, el ataque se justifica porque OpenAI y su director ejecutivo Sam Altman han invertido en Israel y, también porque, según este oscuro grupo, la IA estaría siendo utilizada por Israel “para desarrollar armas y oprimir aún más a los palestinos”. Anonymous Sudan se describe a sí mismo como un grupo ‘hacktivista’ y dice que está llevando a cabo ataques cibernéticos desde África en nombre de los musulmanes oprimidos en todo el mundo. Pensar que desde un país económica y socialmente devastado como Sudán se pueda hacer algo así roza el disparate. ¿Quién ha sido entonces? Todo, como siempre, señala a Rusia.