Llega el otoño y, en muchas carreteras, la época de nieblas acecha. En los coches actuales, tenemos un aliado para hacerle frente: las luces antiniebla. Con todo, no siempre las utilizamos cómo es debido. Y no usarlas bien es una conducta sancionable.

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¿Para qué sirven?

Más que para ver, sirven para ser vistos. Por eso, incluso más que las delanteras, importan las traseras. Están separadas de las otras luces del vehículo, quedan más cerca del suelo y tienen, como función principal y si nos referimos a las delanteras, iluminar la calzada para que el conductor pueda ver el recorrido inmediato sin molestar al resto de conductores. Las de delante se emplean cuando hay niebla densa y la visibilidad es mínima. Con todo, la DGT permite emplearlas en más contextos: con niebla no muy espesa, en medio de tormentas o al adentrarnos en nubes de polvo. Las de detrás son rojas y las de delante, blancas o amarillo selectivo. Se pueden usar de día y si, por alguna razón, el coche no dispone de estas luces, se pueden empelar como sustituto las luces de cruce.

¿Y las multas?

La DGT obliga a emplearlas en situaciones de niebla, nevadas, nubes que dificulten la visibilidad o lluvia intensa. En sí, deben emplearse siempre que la visibilidad se reduzca a niveles mínimos. Si no lo haces, te enfrentas a una multa de 200 euros, pero no se pierden puntos. Y no se multa sólo por no usarlas: se sanciona también por utilizarlas cuando no es necesario. ¿En qué ocasiones son imprescindibles? Si la visibilidad es inferior a 20 metros. Eso significa, por ejemplo, que no podrás ver bien el coche que llevas delante.