La inteligencia artificial está en auge. Aunque parezca que ya lleva una década con nosotros, lo cierto es que todavía está dando sus «primeros pasos». ChatGPT, el bot conversacional de OpenAI y el más popular del mundo, fue lanzado a finales de 2022, por lo que no tiene ni tres años de vida. No obstante, en este tiempo ha mejorado muchísimo y le ha salido una competencia brutal: Claude, Copilot, Gemini y DeepSeek, entre otros.
Si bien la IA puede hacer muchas cosas y es de gran ayuda en el día a día, hay que tener en cuenta que no es un «juguete». Cada vez que interactuamos con ella, se consume energía. Y no precisamente poca. Un modelo como ChatGPT necesita alrededor de 500 mililitros de agua para responder una pregunta o generar texto. Ahora que está tan de moda generar imágenes y vídeos, el consumo es considerablemente más alto.
Esto significa que la inteligencia artificial necesita cada vez más energía para seguir funcionando. Es lo que ha llevado a grandes compañías tecnológicas como Google o Amazon a interesarse por los reactores modulares pequeños (SMR, por sus siglas en inglés), ya que la demanda es cada vez más alta y en unos pocos años podría no haber suficiente electricidad. De hecho, se estima que la IA ya representa el 20% de la demanda energética global de los centros de datos.
La IA también ha aumentado las emisiones de gases de efecto invernadero
Un reciente estudio publicado en la revista Joule asegura que la inteligencia artificial ya representa hasta el 20% de la demanda energética global de los centros de procesamiento de datos. No obstante, podría duplicarse para finales de 2025, representando casi la mitad del consumo total de electricidad a nivel mundial. Eso sin contar la electricidad utilizada para la minería de criptomonedas.
Alex de Vries-Gao, fundador de Digiconomist, empresa de investigación que evalúa el impacto ambiental de la tecnología, afirma que la IA se ha vuelto más urgente en los últimos años debido a la adopción generalizada de ChatGPT y otros modelos de lenguaje de gran tamaño (LLM, por sus siglas en inglés), que consumen grandes cantidades de energía de manera constante.
Se estima que la demanda energética de la IA supere a la de la minería de bitcoin para finales de este año. “El dinero que los mineros de bitcoins invirtieron para llegar a donde están hoy es insignificante comparado con el dinero que Google, Microsoft y otras las grandes tecnológicas están invirtiendo en IA. Esto se está intensificando mucho más rápido y representa una amenaza mucho mayor”.
La inteligencia artificial tampoco ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Las emitidas por Google han aumentado un 48% desde 2019, dificultando su objetivo de alcanzar ceo emisiones netas para 2030. “A medida que integramos más IA en nuestros productos, reducir las emisiones puede resultar un desafío debido a las crecientes demandas de energía derivadas de la mayor intensidad del procesamiento de IA”, como figura en el informe de sostenibilidad 2024 de Google.