Si durante el verano pasado te tocó trabajar en algún organismo público, seguro que sabes de qué se trata: la limitación a 27 grados del aire acondicionado en espacios como, por ejemplo, las oficinas de atención ciudadana complicó la labor del funcionariado, crispó aún más los nervios de ciudadanos hartos de la imposición de la cita previa y, en general generó más distorsiones que ahorros. Hubo quejas de colectivos de pacientes y usuarios diversos y poco faltó para que, del mismo modo que la hostelería consiguió que se le dejase mantener la temperatura a 25 grados, el Gobierno se viese obligado a rectificar. Ahora, los problemas de climatización vuelven con el verano a las puertas y tienen a los más pequeños como protagonistas. Diferentes administraciones anuncian apresuradas instalaciones de sistemas de climatización y, mientras, en muchos colegios se arreglan como pueden trayendo alumnos y profesores hasta ventiladores desde sus casas. Otros, hasta activan campañas en change.org ¿De verdad es tan importante? Por supuesto.

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Menos rendimiento

No hace falta ser muy listo para entenderlo: cuando las condiciones ambientales de un espacio de trabajo (y una escuela es justo eso) no son óptimas, el rendimiento es menor. El calor hace sudar e incomoda y sucede exactamente lo mismo que cuando, con la pandemia de por medio, se obligaba al alumnado a seguir clases con las ventanas abiertas. Hay, incluso, estudios sobre el tema: en la Universidad de Pennsylvania, allá por 2020, hicieron un estudio y comprobaron que cuando un examen se hacía a 32 grados se sacaban notas un 15% más bajas que si el examen se completaba a una temperatura de 21 grados. Y hay más estudios porque la californiana universidad UCLA analizó datos similares y concluyó que unas condiciones climáticas inadecuadas no favorecen el aprendizaje. Cuando hace demasiado calor o frío, estudiantes, docentes y, por supuesto, empleados de cualquier negocio se distraen, se tensionan y se concentran menos. Por eso, por ejemplo, en el hospital del Vall d'Hebron se suspendieron operacionespendieron  cuando falló la climatización.

¿Y en España?

En España, el problema principal es que no hay dinero para climatizar como se debiera todos los recintos educativos. Por eso, por ejemplo, se publican estudios que indican que la población española ha sido “capaz de adaptarse de manera exitosa” a las temperaturas de los últimos años incluso a pesar de las infraestructuras. Estos días, cuando el calor empieza a asomar, los anuncios de inversiones se reiteran, pero lo cierto es que pocas de ellas estarán completadas antes de final de curso. ¿Qué sucederá? Pues lo de siempre: ventanas abiertas, alumnos haciendo cosas raras y profesores tensos. Y, sí, más fracaso, probablemente. Si este mes de junio tu infancia a cargo trae alguna calabaza de más y te pone la falta de climatización como excusa, piénsatelo dos veces antes de dejarla sin vacaciones.