Hubo un tiempo no muy lejano en el que las asociaciones de vecinos desempeñaban un papel importante incluso en metrópolis como Madrid o Barcelona; pero, conforme la democracia fue avanzando y consolidándose, muchas de estas entidades perdieron representatividad, redujeron su volumen de socios y sus representantes y responsables acabaron siendo más conocidos por los políticos a quienes debían enfrentarse que por los ciudadanos a los que debían representar, motivo por el que, cuando en cualquier barrio de una ciudad grande o mediana hay un problema real, la vecindad suele constituir plataformas al margen de las orgullosamente institucionalizadas asociaciones. Ahora; en pleno mes de diciembre, con las frías temperaturas de las últimas semanas y con muchos bares y restaurantes con terrazas abiertas para intentar ingresar un poco más de dinero y recuperarse de los estragos de la pandemia; la Federació d’Associacions de Veïns de Barcelona (FAVB) demuestra todo lo antes dicho y se descuelga haciendo lo que nadie le ha pedido y a sus responsables se les ha ocurrido solos: exigir al Ayuntamiento que prohíba a partir del 1 de enero las estufas de butano o propano que hacen más acogedoras las terrazas de la Ciudad Condal.
En 2025 está previsto que se prohíban
De hecho, la prohibición de estufas de combustión –sólo ésas, no las de otro tipo, porque las eléctricas sí se permitirán- es algo que ya está previsto para 2025 en la Ordenanza de Terrazas de la capital catalana a modo de disposición transitoria. El argumento de la FAVB, que quiere prohibirlas antes, es contundente y, además, es el mismo, punto por punto, que el que se esgrimía en Madrid en 2020, cuando diferentes organizaciones como Ecologistas en Acción decidieron cargar contra las estufas sin tener en cuenta que, sin ellas y en plena pandemia, ni un solo bar hubiese resistido: “contaminan mucho, muchísimo. Una sola estufa encendida durante ocho horas emite 23,7 Kg de CO2, lo que sería el equivalente a las emisiones de un coche de gasolina durante un recorrido de 120 km”, explica la entidad en un alarde de originalidad. La federación de asociaciones vecinales, eso sí, no tiene en cuenta que cada estufa de este tipo cuesta entre 150 y 300 euros y que los sufridos hosteleros que las adquirieron, primero, cuando la Ley Antitabaco desterró a los fumadores a las terrazas y, después, cuando la pandemia nos mandó allí a todos a desayunar y merendar, tienen que amortizarlas y, por eso, alguien en el Ayuntamiento de Barcelona pensó que se podían permitir hasta 2025. De hecho, las que hoy hacen las terrazas de muchos bares más acogedoras se compraron cuando, durante los meses de pandemia y hace menos de tres años, se permitía a la hostelería servir sólo en exteriores.

Ecologismo sobrevenido
Las estufas eléctricas y las de pellet, que sí que se permitirán a partir de 2025 en las terrazas de Barcelona, son mucho más caras, pero eso no parece importar a los sobrevenidos ecologistas de la FAVB, que califican las estufas de butano de “equipos emisores de contaminación local que constribuyen al deterioro de la calidad del aire de los vecinos”. Añaden, para sustanciar su exigencia, que “no tiene sentido estar en una terraza, en la calle, cuando hace frío, pegados como lapas a una estufa mientras el interior del local quizá está vacío o con la climatización a mínimos” y, por último, echan mano de un argumento tan infalible como el de la pobreza energética y, así, se preguntan si tiene sentido “calentar la calle cuando en muchas viviendas las familias tienen que pasar frío porque no pueden calentarse y comer al mismo tiempo”. Aquí llegados, convendría preguntarles por lo que pueda pasar cuando, si se les hace caso, cierren muchas terrazas y quienes las atienden acaben en el paro teniendo, ahora sí que absolutamente, problemas para dar de comer y calentar a sus familias al mismo tiempo. Al final no hay nada mejor que echar mano del refranero: a la FAVB le pasa lo que al demonio; que cuando no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo. Yo, por mi parte, mañana voy a desayunar en una terraza, con estufa a poder ser. Y dejaré propina, que falta hace.