En menos de cinco años, si la DGT consigue lo que pretende, todos los coches (sí, el tuyo también) de España estarán conectados a una plataforma que permitirá a tan estimado organismo saber dónde estás, a qué velocidad circulas y, seguramente, hasta si fumas dentro, porque eso también lo van a prohibir del todo. Se supone que estaremos todos más seguros pero, a cambio, nuestro coche dejará de ser ese espacio de privacidad que es. Por saber, podrán saber hasta qué música escuchas o con quién y de qué hablas por teléfono. Ellos, eso sí, dicen que es para vigilar las carreteras y no a las personas.

Cura coche
Cura coche

La cosa va en serio

Y la cosa va tan en serio que la DGT ha sacado ya a licitación este mes de mayo una nueva de un invento en el que lleva trabajando desde 2017, cuando sacó a concurso la creación de la plataforma. Ahora, lo que se licita es el sistema de mantenimiento y servicios de la misma, tarea para la que se reservan 3,3 millones de euros.  A esa plataforma, adelanta la DGT, deberán conectarse todos los coches, motocicletas, camiones y autobuses y, a través de ella, la DGT podrá saber todo lo que sucede en la red nacional de carreteras, aunque también podrán saber más cosas si quieren

Se supone que no nos vigilarán

El objetivo que confiesan es mejorar las condiciones de tráfico y seguridad vial y, de este modo, conocerán en que vías el tráfico es fluido, en cuáles hay atascos y donde hay niebla o llueve. También, a través de los sistemas eCall, podrán saber si se ha producido un accidente. En realidad, si lo desean, podrían llegar a saber si te saltas lo límites de velocidad y dónde y hasta cuántas personas viajan en tu coche, porque nuestros vehículos están llenos de cámaras y, mediante el software adecuado, se puede obtener cualquier dato y activar cualquier dispositivo conectado. Avisan (porque no son traidores) de que técnicamente podrían hasta vigilar nuestros desplazamientos diarios pero, al tiempo, nos indican que, como son buenos chicos, excluyen estos tipos de vigilancia. En fin, que viene a ser como lo que hacían nuestros padres: no te daban dos guantazos, pero te hacían saber que, si era menester, podían perfectamente hacerlo.