Algo pasa con el carbón y evidencia que, aquí en España, nos hemos equivocado: mientras que en Alemania el lignito sigue siendo pieza clave de sus sistema energético, en Francia reactivan nucleares y en Inglaterra vuelven a explotar el viejo y fiable mineral negro, nosotros seguimos negando lo evidente y hasta presumimos, como hizo Pedro Sánchez en la COP27, de lo bien que hemos hecho liquidando nuestra capacidad productiva carbonífera. Ahora, otro país más (Bulgaria) se suma a todas las naciones antes citadas: el parlamento de aquel país eslavo acaba de aprobar una resolución que insta al Gobierno búlgaro a iniciar negociaciones con la Comisión Europea y evitar el cierre anticipado de las térmicas de carbón. Aquí, mientras, seguimos derribándolas, porque ni su valor patrimonial se respeta.

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Mayoría absolutísima

La votación no deja lugar a dudas: 187 votos en contra y sólo 11 a favor. Completamente a la búlgara, podría decirse ya que, precisamente así, es como se llama a las decisiones que se toman con disciplinada unanimidad porque, justo así, era como se acostumbraba a aprobar todo cuando,allá en Bulgaia, el único partido era el comunista. Ahora, aunque la unanimidad es pareja a la de aquellas votaciones, no hay trampa ni cartón y los parlamentarios búlgaros han puesto por delante lo que, aquí en España, parece que a nadie el importa: la garantía de suministro, el precio asequible para la electricidad que el carbón garantiza y, también, en futuro de la industria minera, que da empleo en Bulgaria a unas 30.000 personas. “Las térmicas nos proporcionan independencia y seguridad energética. Tenemos que salvarlas”, indicó en la sesión plenaria Temenuzhka Petkova, ex ministra de energía. Blgaria no se quiere despedir del carbón hasta 2038.

Nosotros derribamos

En España, mientras, el cierre de térmicas es masivo y, además, se hace de manera irreversible porque cada térmica que se considera finaliza su vida útil se derriba sin más. Ni las torres de refrigeración, ni las chimeneas ni los silos se conservan. Hispania Nostra, asociación de conservación del patrimonio cultural, ya se ha movilizado contra este desmán, pero ni por esas. El ecologismo radical, de momento, tiene demasiado poder y prefiere un montón de escombros a una térmica musealizada. El patrimonio no son sólo las cosas que nos parecen bonitas, pero eso no lo puede entender cualquiera.