"No hay un perfil único de agresor". Así de contundente responde el psicólogo especialista en violencias e intervención psicológica con hombres agresores Manuel Ramos. La sociedad tiende a pensar que hay un perfil concreto de agresor y que las agresiones machistas y los feminicidios están vinculados a las clases sociales bajas. Pero no es así. "Hay muchos comportamientos, los hay más sutiles. Si la controla, si la manipula, si la desprecia", detalla.

Según explica Ramos, que actualmente trabaja en el Instituto de Psicología Forense, una persona que tiene problemas con la droga o el alcohol es más probable que sea violento no machista como forma de ser o comportamiento o estructura machista: "es más fácil que gestione de manera agresiva problemas con la ley, por ejemplo, o si él mismo ha sido víctima". "Si ha recibido maltratos durante su infancia es posible que reproduzca patrones", resalta. "Una persona que pasa por problemas de estrés, falta de trabajo o alguna circunstancia de vida que comporte alguna dificultad y no lo sepa gestionar también es probable que reaccione de manera sea violenta o que tenga profundas creencias machistas".

El psicólogo forense explica que todos estos factores están considerados como de riesgo. "Cuando acumula diversos de estos factores, la probabilidad es más alta". Eso no quiere decir que sean muy agresivos pero sin embargo "es más probable que lo hagan".

Dejar de ser un agresor

¿Pero es posible dejar de ser un agresor? "Primero hay que reconocer que eres uno y eso comporta mucho trabajo", subraya y explica que si no ha sido denunciado lo que hace es un tratamiento. "Normalmente vienen o bien obligados por una sentencia o cuando se hacen programas voluntarios por una motivación externa, como el entorno, que insiste para que vaya". Ramos ha trabajado muchos años con agresores: "La clave es la responsabilidad y la motivación al cambio y el conocimiento".

"Es muy difícil que un agresor reconozca serlo sin ayuda. Después hay que analizar por qué actúa de esta manera", detalla. Cada persona tiene unas necesidades concretas y necesita una terapia adaptada a estas necesidades, quizás individual y/o grupal concreta. "Hay que ver cuáles son las necesidades que tiene para poder prevenir una conducta agresiva" y añade que "se tiene que trabajar sobre la violencia y no esconderla ni justificarla".

Ramos asegura que en estas terapias se dan herramientas para aprender a controlar la agresividad. "Eso es lo que se hace con los programas de intervención grupal normalmente de las prisiones, para que puedan reducir el grado de reincidencia delictiva".

Miedo de volver a comportarse de manera agresiva

"Más que miedo, lo que tienen que tener es respeto", asegura. "Una persona que ha sido capaz de agredir una vez, lo que tiene que tener claro es que ya lo ha hecho, y que por lo tanto, lo puede hacer otra vez en cualquier momento".

Y comenta que una persona que "ha tenido problemas con el alcohol o que ha sido agresiva y actúa de manera impulsiva lo será toda la vida. Por lo tanto, siempre hace falta que esté pendiente de esta situación".

"Cuándo nos dicen que no lo volverán a hacer nunca más nos preocupa. Porque no asumen que pueden volver a hacerlo y se baja la guardia", expone. "Entonces, el agresor, si piensa todo eso, es necesario que recuerde todo lo que se ha ido trabajando", concluye.