La brecha de género que viven las mujeres en el mercado laboral se acentúa mucho cuando deciden tener hijos. Según el informe de Impacto de Género del Estado, al tener criaturas la carrera profesional de las mujeres se hunde todavía más en la precariedad, mientras que los hombres refuerzan sus carreras. Si a eso le sumamos la precariedad juvenil, la crisis de la vivienda, que no hay mecanismos de conciliación laboral, que casi no hay ayudas a la crianza y la falta de corresponsabilidad en las tareas de cuidado, pocas cosas hacen pensar que la maternidad no será un obstáculo en un mundo laboral y social tan frágil. Y con todo eso, todavía se pregunta a las mujeres por qué no tienen hijos.

¿Por qué la maternidad precariza a las mujeres?

Los datos son claros y hablan por sí solos: antes de los 25 años la brecha de género es evidente que existe, ya que las mujeres cobran por término medio un 16% menos por hacer el mismo trabajo, pero es con la llegada de la maternidad que se multiplican las desigualdades.

El mercado laboral penaliza a las mujeres después de ser madres mientras que los hombres a duras penas se ven afectados después de ser padres, una cuestión que incide en la brecha salarial de género existente y que llega a ser del 28% en el del nacimiento del primer hijo. Eso se traduce en el hecho de que los ingresos laborales brutos de las mujeres disminuyen un 11,2% durante el primer año después de la maternidad y en cambio, las ganancias de los padres aumentan un 0,15% en este mismo periodo.

Sacrificar el trabajo para cuidar de los hijos

La mayoría de padres, pues, mantienen intacta su vida laboral y si hay algún cambio es para mejorar el salario o las horas, mientras que las madres, que son quien en la gran mayoría de casos asumen las tareas de cuidado, son las que piden las excedencias, reducen las jornadas o directamente abandonan su carrera.

Y es que de todos los contratos a tiempo parcial, el 25% son mujeres que lo hacen para cuidar de los hijos, mientras que en el caso de los hombres este porcentaje es del 3,5%. El 95% de los trabajadores que directamente han dejado su trabajo son mujeres.

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Una carrera de obstáculos infinita

Pero es que todo es un pez que es muerde la cola. A pesar de estar más formadas, la brecha salarial de género hace que las mujeres cobren por término medio un 16% menos para hacer el mismo trabajo. También tenemos el techo de cristal, que nos dificulta acceder a los lugares de poder. Y eso, sumado a la moral judeocristiana que todavía reina a nuestra sociedad, hace que si se tiene que sacrificar alguna carrera laboral para ser padres sea la de la mujer.

Por eso, muchas mujeres deciden directamente no ser madres y las que lo quieren ser tienen que hacerlo en una edad avanzada con todos los riesgos que eso comporta. Como resultado, una sociedad envejecida y la natalidad de capa caída.

Pero es que la mujer no sólo detiene su carrera en el momento del nacimiento, sino que la precariedad se perpetúa. Durante el año siguiente al nacimiento, el retroceso en las ganancias de las mujeres se amplía hasta el 19,5%, una tendencia que continúa incluso diez años después del primer hijo y se estabiliza en torno al 33%. Un dato muy lejano de lo que supone la paternidad en el caso de los hombres, que durante esta década pierden un 5% de los ingresos.

La igualdad, un asunto pendiente

En resumen, conseguir la igualdad también en este ámbito se trata de una tarea de todos, que afecta a todos los poderes públicos y la sociedad civil y que no concierne sólo en el "ellas". Medidas de conciliación, incentivos a la natalidad en una sociedad cada vez más envejecida y la corresponsabilidad a la hora de cuidar y atender a los hijos siguen siendo asuntos pendientes al mercado laboral y a la sociedad de nuestro país.