El ocio nocturno no abre las puertas desde hace un año y medio. Es el sector más castigado por esta pandemia en Catalunya y el que ha recibido la negativa, de forma continuada, para reabrir sus puertas. ElNacional.cat ha querido hablar con ellos pero hacerlo, a la vez, con muchos de los que hasta antes de la Covid-19, eran sus clientes y que ahora se reúnen de forma ilegal en las calles para hacer botellón, escuchar música y bailar.

El sábado vivimos la noche barcelonesa con Verónica Martínez García, empresaria del ocio nocturno y propietaria de la discoteca Cocoa de Mataró. Nuestro punto de partida fue la plaza Sant Jaume, donde acampa con otras personas del ramo, con el objetivo de protestar contra las medidas que afectan a su negocio. También estaban en huelga de hambre pero este lunes decidieron detenerla porque se ha cumplido una de sus primeras demandas: reunirse con el Govern de la Generalitat. Aunque, de moment, no cambiará nada y seguirán cerrados.

 

Vamos de botellón con una empresaria del ocio nocturno

La empresaria nos pide que le digamos Vero, y así lo hacemos. A pesar de llevar cuatro días sin comida, se le nota con ganas de seguir luchando por lo que considera que es una "causa justa". Hemos escuchado muchas veces a los empresarios del ocio nocturno pero lo queremos hacer en un contexto que nos aporte una mirada más completa. Le proponemos dar una vuelta por las calles del Gòtic y Ciutat Vella y encontramos un botellón de unas 200 personas en las escaleras de la Catedral de Barcelona.

"Pago unos impuestos y dices coño, ¿y yo soy propagación del virus?"

Le 'plantamos' la imagen delante suyo y le pedimos que nos explique qué sensaciones se le despiertan viendo la fiesta improvisada que se ha montado en pleno calle: "Es complicado verlo, estoy pagando unos impuestos y dices coño, ¿y yo soy la propagación del virus? Que alguien venga y me lo explique".

¿Cómo cambiaría esta imagen si la fiesta estuviera en tu discoteca? "Tendría un equipo de seguridad para que todos estuvieran con su grupo cerrados y una mascarilla en el momento que no estén bebiendo. Estoy fastidiada por todo. Y a ellos los entiendo que ya no pueden más porque necesitan una solución".

Entrevista Vero discoteca Cocoa de Mataró - Núria Casas Foto: Marc OrtínDoscientas personas hacen botellón en las escaleras de la Catedral de Barcelona / Mar Acero

"No quiero ayudas de nadie"

Para situarnos, repasamos unas cifras que nos contextualizan. En estos momentos, hay 36.000 personas que dependen laboralmente del ocio nocturno. Y el año y medio que llevan en suspense, ha supuesto bajar la persiana del negocio pero no físicamente.

Vero asegura que tiene gastos enormes: "Aproximadamente pago 60.000 euros para tener la puerta cerrada pero no cerraré mi sueño. Entre luz, impuestos, alquileres, etc. hemos recibido ayudas, evidentemente pero no llegan ni a un 10%. No quiero ayudas de nadie, quiero que me dejen trabajar con seguridad y no me vuelvan a cerrar. Abrir y cerrar un negocio, son unos gastos muy difíciles de asumir a día de hoy".

"El primer cabeza de turco somos nosotros y el segundo la policía"

Mientras decidimos acercarnos a la fiesta, vemos un furgón de los Mossos pasar por delante de la Catedral. Se para unos segundos y continúa, sin avisar a las personas de que aquello que están haciendo es ilegal. Le preguntamos a Vero por lo que acaba de ver: "Considero que el primer cabeza de turco somos nosotros y el segundo la policía. Ellos mismos están pidiendo que se abra el ocio nocturno porque no tienen efectivos. Quizás sí tienen fuerza para disolverlo pero con porrazo y tampoco está bien visto".

Otros protagonistas indirectos de esta estampita son los vendedores ambulantes: "Se está potenciando la venta ilegal. Realmente no lo podemos comprender. Lo quiero hacer bien y con unas medidas, ofrecer seguridad a mis clientes, fiesta y diversión evidentemente. Pero quiero seguridad. El ocio nocturno también ofrece base de datos que nadie lo hace. ¿Qué más quieren? ¡Eso es una dictadura!".

Finalmente, la misma Vero nos propone hablar con ellos y nos quedamos con tres personas lo bastante representativas de lo que es un botellón. No hay que ir a encontrar el vandalismo con que desembocan muchos de estos encuentros. La práctica de estas concentraciones es ilegal desde un inicio y el ruido o la suciedad ya son elementos suficientes para ver que es una anomalía que se repita cada semana.

 

Entrevista Verónica discoteca Cocoa de Mataró - Núria Casas / Foto: Marc OrtínEl servicio de limpieza de Barcelona tiene que esperar hasta las seis de la mañana para limpiar y recoger la basura de los botellones / Mar Acero

"Si me viene la policía le diré que tengo ganas de bailar"

Primero hablamos con Maria, tiene 54 años: "Pasaba por aquí, tenía muchas ganas de bailar y dije quiero bailar. La música es libertad, te da una sensación que me apetecía mucho tener. Me solidarizo con ellos. Estoy aquí porque no tengo un local. He deseado bailar y cuando lo deseas, pasa". Y precisamente, aprovechando que los Mossos pasaban por allí responde: "Si me viene la policía le diré que tengo ganas de bailar y pasármelo bien".

Dos amigos, Álvaro y Bruno toman un gintonic, con copa balón incorporada. Álvaro era camarero de una discoteca antes de la pandemia: "Estoy bebiendo y podría estar tranquilamente en una terraza de un bar. Hay mucha gente que vive de eso. Estamos aquí porque no hay nada abierto. No encuentro la diferencia entre estar aquí y una terraza".

Y Bruno se suma: "Eso no es seguro ni legal estar en la calle. Yo personalmente echo de menos salir y estar en un ámbito nocturno. Si nos dieran una opción lo haríamos bien, la vida funciona por sentido común. Echo de menos estar a oscuras, dentro de un lugar de alguien que está pagando una rentabilidad".

"Hemos venido a Barcelona para el aniversario de un amigo y todo el día estamos en el hotel"

La cuota turística tampoco falta en las escaleras de la Catedral donde hablamos con franceses, belgas y un grupo de chicos de Estonia que están de celebración: "No hay sitios donde puedes beber. No digo vodka, sólo alguna cosa más suave como un cava. Es muy aburrido todo eso, hemos venido a Barcelona para el aniversario de un amigo mío y todo el día estamos dentro del hotel. Sí, es un problema la Covid-19 pero no sé si aquí estamos realmente seguros", asegura John que ha decidido comprar unas copas de cava de cristal para dignificar un poco más el momento.

Uno de los otros protagonistas secundarios son los basureros. Justamente pasa un equipo que recoge cartones y latas pero no se acerca al botellón. Javier, conductor de este equipo, nos explica cómo se lo harán: "A nosotros nos perjudican en la suciedad que dejan. Hay mucho más trabajo. En el caso de los restauradores, los entiendo perfectamente. Cuando acaben, tenemos que limpiar. Si acaban a las seis de la mañana, tendremos que estar hasta entonces porque eso no puede quedar sucio. Están permitiendo que la gente salga a la calle. El prejuicio es global, no sólo a nosotros. Afecta a toda a la ciudadanía".

Ya llevamos una hora dando vueltas, el reloj de la plaza Sant Jaume indica que es la una y cuarto de la madrugada y Vero saca sus propias conclusiones: "La gente está muy quemada, lo que quiere es ser libre. Y si los acompañamos con uno con respecto a los otros, quizás lo harían mejor. Nos queda mucho corazón, gasolina poca. Asumimos unos gastos muy heavies y seguimos pagando la culpabilidad y es triste porque se ha demostrado que no somos la causa de la propagación".

A las puertas de las fiesas de la Mercè este mes de septiembre, Vero lanza un aviso: ¿Si tenemos miedo a una sexta ola y por eso no podemos trabajar por qué se tiene que celebrar Mercè? Que me respondan a eso".