Hace cuatro días que trasladaron a Sandro Rosell y Joan Besolí de Brians 2 a Soto del Real; de Catalunya a Madrid. El trayecto duró dos días, porque hicieron noche en la prisión de Zuera, en Zaragoza. Y las malas condiciones han pasado factura al expresidente blaugrana, que arrastra un buen resfriado. No es el estado óptimo para afrontar la declaración en un juicio por el cual le piden 11 años de prisión y una multa de 59 millones, pero fuentes próximas a él aseguran que está tan convencido de su inocencia que está con "muchas ganas" de que llegue este martes para expresarse.

Espera este momento, el de "poder defender su versión de los hechos para demostrar que la fiscalía se equivoca" desde el mes de mayo de 2017, hace un año y nueve meses, cuando le detuvieron y encarcelaron en el marco de la operación Rimet. Tanto él como su equipo de abogados habían calculado que Rosell podría declarar ya este lunes, pero finalmente no ha sido así y tendrá que esperar a este martes por la mañana.

Inicialmente se le quiso acusar de malversación. Pero como que el organismo afectado, la Confederación de Fútbol del Brasil, no es público sino privado, este delito no puede existir. Por eso se sustituyó por blanqueo de capitales y pertenencia a organización criminal. La causa señala a Rosell como el supuesto capo de una fábrica de limpiar dinero negro para introducirlo en el circuito legal.

Al margen de lo que acabe sentenciando el tribunal, lo que parece insostenible es seguir justificando la prisión preventiva, la más larga de la historia de España por un delito económico. Este lunes, su abogado Pau Molins ha exigido que se libere inmediatamente a Sandro Rosell y a su socio Joan Besolí. Lo ha hecho por enésima vez y poniendo de manifiesto que mientras ambos están en prisión por un presunto delito económico, hay otros condenados que campan libres por la calle, como en el caso de La Manada.

De momento, este lunes, Rosell y Besolí han llegado y han salido esposados de la Audiencia Nacional.