Pedro Sánchez prefiere ensaladas y pescados, Emmanuel Macron es el presidente más conocedor de la gastronomía que ha pasado por el Palacio del Elíseo y a Justin Trudeau le encanta la paella. Quienes cocinan para los mandatarios mundiales son discretos y ejercen la "gastrodiplomacia". Veinticinco de ellos integran el club filantrópico Chefs des Chefs, fundado por Gilles Bragard en 1977, que ha celebrado esta semana por primera vez en España su cumbre anual y una cena benéfica en favor de la ONG de José Andrés, World Central Kitchen, antes de ser recibidos por el presidente Sánchez. Bragard lo define como "el G20 de la gastronomía", un grupo de profesionales que "guardan las tradiciones culinarias de sus países, son embajadores de sus productos, responsables del bienestar de los mandatarios del mundo y ayudan a sus jefes de Estado y de Gobierno en la diplomacia, porque si la política divide a los hombres, la buena mesa les une".

Entre ellos está José Roca, que cocina en la Moncloa desde hace 44 años. De su actual inquilino, Pedro Sánchez, dice a Efe que es "muy agradecido a la hora de comer" y en sus menús suele haber ensaladas y más pescado que carne. "Cosas sencillas, normales", comenta quien ha trabajado para todos los presidentes democráticos: "Cada uno tiene sus pros y sus contras, pero nuestro principal valor es la discreción". Un día de esta semana, Sánchez y su familia comieron esqueixada de bacalao, solomillo con reducción de Oporto y patatas al horno y helado de chocolate. En su trabajo, estos cocineros intentan ser creativos porque les dan de comer a diario y tienen que "jugar un poquito con los mismos productos para que no se aburran de los platos". Es Roca quien les propone los menús y ellos hacen los cambios que desean; si hay invitados internacionales, la cocina se convierte en "una embajada de España", presumiendo de despensa nacional.

La gastronomía francesa

Lo mismo ocurre en el Elíseo, a cuyos fogones llegó en 1977 Guillaume Gómez, hijo de un emigrante español. Autor de "À la table des presidents" ("En la mesa de los presidentes") y hoy embajador especial de gastronomía gala, explica a Efe que "Jacques Chirac era muy 'gourmand', Nicolas Sarkozy no bebía alcohol pero amaba los buenos productos, François Hollande adoraba la gastronomía francesa y Emmanuel Macron es el presidente que mejor la conoce". Como sus colegas, es un firme defensor de la "gastrodiplomacia", porque con sus menús, especialmente cuando reciben a mandatarios foráneos, hablan de sus territorios, sus productores y transmiten "valores económicos y humanos".

Entre los miembros de este club existe el "teléfono azul", por el que se comunican los gustos de cada presidente o monarca cuando viaja. "A la reina de Inglaterra le gusta mucho el foie gras, y lo pidió expresamente en su último viaje a Francia, a su hijo Carlos no", revela Bragard. Mukesh Kumar cocina para un presidente vegetariano, Ram Nath Kovind (India), lo que no le supone "ningún problema", pero sí rebajar el picante cuando recibe a dirigentes extranjeros; el camboyano Yen Chanty alimenta a Justin Trudeau (Canadá), "que hace mucho ejercicio, come un montón y le gusta la comida local pero también experimentar otras cocinas". La paella y el jamón ibérico españoles figuran entre sus preferencias foráneas.

Mucha atención a las intolerancias

Una de las dos mujeres de Chefs des Chefs (la otra oficia en la Casa Blanca y no pudo asistir a la cumbre), Elmarie Pretorius, (Sudáfrica), reconoce a Efe que es un "trabajo difícil" porque han de estar disponibles "24/7", incluso por teléfono en caso de antojo presidencial. Atentos a alergias, intolerancias y restricciones alimentarias por religión en cada recepción internacional, intentan dar lo mejor de sí y de la gastronomía de su país, recuerda a Efe Fabrizio Boca, para quien la pasta es un emblema, tanto en los menús de los presidentes italianos ("cada uno prefiere la cocina de su región", comenta) como a la hora de cenas oficiales con mandatarios extranjeros que visitan Roma.

Vinculados en muchos casos a contratos de confidencialidad, son sumamente reservados. Recuerda Bragard que se dijo que a Chirac la gustaba la 'tête de veau' (cabeza de vaca, un plato tradicional francés) y no había viaje en el que no se lo cocinaran o que cuando George Bush confesó que no le gustaba el brócoli y sus productores se manifestaron ante la Casa Blanca. Ocupan puestos de máxima confianza y casi se sienten parte de la familia de aquellos para quienes cocinan, aunque, recuerda Bragard, "los presidentes pasan pero los chefs se quedan".