En la Edad Media surgió la teoría antisemita de que los judíos fueron los que mataron a Jesús. Pero es una idea que los historiadores han desmentido. En primer lugar, los que ejecutaron físicamente a Jesús fueron los soldados romanos, por decisión del gobernador Poncio Pilato en Judea, que desde hacía pocos años se había convertido en provincia romana después de que Roma perdió toda confianza en sus dirigentes pactistas.

Para entender cómo era Judea en el siglo I, es necesario tener en cuenta lo que pasó dos siglos antes después de la victoria de los macabeos sobre el Imperio griego el 163 aC. Los macabeos después de vencer y recuperar Jerusalén, reclamaron todo el poder en Judea. Pero como no eran de la estirpe de David, como manda la tradición, eso no fue aceptado por todos los judíos y se desencadenó una sangrienta guerra civil. Los macabeos acabaron ganando la guerra interna, y a partir de aquí se articuló la política y la sociedad judía de la época con las grandes corrientes que conocemos. Los saduceos controlaron el Templo y el poder político, aliados con Roma y con una fama creciente año tras año de corruptos, que aparece en escritos judíos de la época y en el episodio del Nuevo Testamento en que Jesús expulsa a los mercaderes. Los saduceos no creían en la resurrección. Los fariseos sí que creían en ello y eran la base judía, el grupo mayor. Algunos historiadores sitúan a Jesús entre los fariseos, también por el trabajo de carpintero que se atribuye a su padre José, un oficio que solía pertenecer a esta corriente. Un segmento de los fariseos eran independentistas radicales y atacaban con violencia a los romanos, lo que nunca habrían hecho los saduceos. Estos rebeldes eran los zelotes, y, los que llevaban el puñal denominado sica, los sicarios. En el extremo opuesto, los fariseos más ricos formaban parte del sanedrín, pero no tenían el control.

Las familias sacerdotales que perdieron la guerra civil se exiliaron al Mar Muerto, y varios historiadores atribuyen a ellos la creación de los esenios, entre los que estaría Juan el Bautista. Iniciaron una vía ascética lejos de Jerusalén, de misticismo, y con renuncia a la riqueza. Jesús habría conocido las reflexiones escritas de los esenios -que fueron escondidas en las cuevas de Qumran cuando se produjeron décadas más tarde las revueltas judías contra Roma- tal como se ve en frases suyas como "es más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja que no que un rico entre en el Reino de Dios".

Polémico juicio y ejecución política

En este mapa político en extrema tensión se habría producido la captura de Jesús coincidiendo con la Pascua (la Pesaj judía). Para los romanos era un posible caso de rebelión contra Roma, para los saduceos -aliados del imperio- también, y al mismo tiempo una posible rivalidad interna que podía acabar cuestionando su estatus si arraigaba. Los fariseos, la mayoría de la población, no entraron a decidir nada porque no tenían el poder político que habría sido necesario para ello.

En El juicio a Jesús el jurista Haim Cohn hace un análisis jurídico de los dos procesos que se aplicaron a Jesús -el romano y el del saduceo Caifás, presidente del tribunal supremo del sanedrín. Y llega a la conclusión de que mientras el juicio romano fue totalmente correcto según las leyes del imperio, el de Caifás estuvo lleno de irregularidades, movido por la prisa para sacarse de encima a Jesús, y no respetó la ley judía. Entre las posibles irregularidades hay que Jesús fue detenido de noche por la guardia de Caifás en el huerto de Getsemaní, según la tradición, sin ninguna acusación formal. Además, según la ley judía eran necesarios dos testigos para acusar a alguien de un delito, y no había ninguno. Además Caifás usó la fuerza para obtener confesión, cuando no estaba permitido. Otra irregularidad, que también denota prisa, es que hizo el juicio a Jesús de noche, lo que infringía la ley. También parece que Caifás reunió el sanedrín solo con sus próximos. Y finalmente hay que Caifás condenó a Jesús por blasfemia, y que todo indica que no tenía ninguna prueba de ello.

Según parece, Caifás llevó después a Jesús ante el gobernador Poncio Pilato para que lo mataran a causa de que no tenía competencias para condenar a muerte. Solo lo podían hacer los romanos. Según el Nuevo Testamento, en este juicio se produce el interrogatorio de Poncio Pilato a partir del juicio que había hecho Caifás, y concluye que Jesús no había cometido ningún delito digno de muerte según las leyes romanas. Se considera que el juicio fue legal, porque se permitió a Jesús explicarse y defenderse, y pidió a los sacerdotes saduceos que aportaran pruebas.

Al final, sin embargo, Poncio Pilato optó por la crucifixión. Y todo indica que no fue por razones jurídicas sino políticas. En una Judea en ebullición, con continuos atentados contra los romanos, y con fuertes tensiones entre los diferentes grupos judíos, los saduceos presionaron al gobernador para que aplicara una medida ejemplar. Y Poncio Pilato, que ya tenía fama de aplicar masivamente la pena capital, se convenció de que eso podría contribuir a pacificar la provincia rebelde. El resultado es que Jesús fue crucificado en la montaña pelada del Gólgota (Calavera en hebreo y también en arameo) el Viernes Santo, según la tradición.

Y el caso es que Poncio Pilato no consiguió en absoluto pacificar nada y pronto caería en desgracia. El año 66 -tres décadas después de los hechos- estallaba la primera gran revuelta judía contra el imperio romano. Y la irradiación de Jesús no paró de crecer.

La fotografía de obertura es un fotograma del musical Jesucrist Superstar (1973)