Reaparecen en las portadas de hoy los anarquistas como motor de los disturbios violentos de estos últimos días en Barcelona. Específicamente los italianos, que serían como una especie de Grand Cru de la Denominación de Origen Calificada "Anarquista". Los Mossos d'Esquadra anunciaron ayer que entre los 130 y tantos detenidos hay 5 italianos, y que acusan a una de ellas de la tentativa de quemar una furgoneta de la Guardia Urbana con un agente dentro. Salvo La Vanguardia, todos los diarios de Barcelona compran esta versión en los titulares —El Periódico incluso abre con la cosa—. No sabemos cómo acabará este nuevo episodio de anarquistas italianos prendiendo fuego a Barcelona, pero los diarios no harían mal en ser más prudentes porque anteriores capítulos del anarquismo —italiano o no— han acabado fatal al llegar a los tribunales. Fatal para la policía.

Los "anarquistas italianos" como promotores de desórdenes se hicieron famosos en Barcelona a finales del siglo XIX con sus bombas (las Orsini) y atentados. La actividad anarquista decae hasta finales de la segunda década del siglo XX, donde revive vía CNT, FAI —todo esto sería muy largo y sangriento de resumir. El caso es que el concepto "Los Anarquistas", especialmente en Barcelona, ocupa un espacio intenso y extenso en el imaginario ciudadano. Las variantes italianas contemporáneas ganaron fama a raíz de los disturbios promovidos en julio de 2001 contra la cumbre del G-8 (los estados más ricos del mundo) en Génova, ciudad portuaria italiana vinculada secularmente a Barcelona, mira por donde —esto también tenemos que dejarlo correr, pues es un asunto de amor-odio demasiado largo. En Barcelona recuperaron protagonismo en las fiestas de Gracia que acababan en juerga callejera entre policías y "anarquistas", o cuando la policía tenía que desokupar edificios, etcétera. Siempre en medio de todos los pitotes aparecía algún "anarquista italiano".

La cosa fue a más con el desalojo de Can Vies —en junio se cumplen 7 años—, que incluye la detención, cerca de La Jonquera, de cuatro "anarquistas italianos", por la policía española. Este caso en concreto acabó en pizza. En 2014 y 2015, sin embargo, los Mossos, en dos grandes batidas que movilizaron a unos 700 agentes cada una, detuvieron a 9 y 11 personas, acusadas de pertenecer a los "Grupos Anarquistas Coordinados", que habrían cometido varios atentados en Madrid, Zaragoza y Barcelona. La Audiencia Nacional archivó ambos casos (denominados Pandora I y II) en 2016 y 2017. En las sentencias, la jueza deja a los Mossos mal parados por acusar sin pruebas a los arrestados de pertenecer a una organización criminal o un grupo terrorista. La sentencia de 2017 dice que sólo han podido demostrar que los detenidos "se relacionan con personas del colectivo anarquista", cosa que no es ningún delito. Es decir, que a los diarios quizás les sería de provecho ser más cautos, como La Vanguardia, a la hora de presentar la nueva temporada de anarquistas italianos.

Madrid ama ahora a los Mossos

El otro tema que aparece en todas las portadas es el Barçagate —quizá valdría la pena denominarlo Bartogate, como propone Xavier Sala-i-Martín: parece más certero. De entrada, La Vanguardia lleva una foto de Josep Maria Bartomeu que, en el contexto, parece un bandolero poniéndose el cubrebocas antes de asaltar un banco.

Al margen de la cola de paja de algunos de los diarios de Barcelona —sobre todo de los deportivos: hablan de ello en Deportes—, es curioso como el trío de la bencina aprovecha para ligar la investigación de los Mossos a la anterior junta del Barça con el independentismo, el secesionismo, el separatismo y, en general, con la decadencia apocalíptica de Catalunya. Esto tiene una cara positiva. Desde que se creó el cuerpo de Mossos d'Esquadra, nunca la prensa de Madrid había sido tan partidaria y estaba tan satisfecha con ellos. No hay mal que por bien no venga.

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