"Hemos perdido 30 años en la lucha contra el cambio climático. Ahora ya es tarde. No lo frenaremos", dice Antonio Ruiz de Elvira, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá. No es el único experto que lo piensa. "La única respuesta —añade— es la adaptación a fenómenos meteorológicos extremos: grandes sequías, calor intenso, episodios de heladas muy fuertes, subida del nivel del mar e invasión de especies foráneas, incluyendo patógenos. Tenemos 30 años más para adaptarnos. ¡Ojalá esta vez sí nos pongamos al trabajo!". Este enfoque se ve poco en las portadas de los diarios —y en los mismos diarios. La sequía se trata como un argumento más de la batalla partidista o un fenómeno azaroso, ingobernable sobre lo que las instituciones del Estado no pueden hacer más que fabricar alguna narrativa que los justifique y presente como gestores atentos, oportunos y eficaces.

Es lo que ha hecho el president Aragonès este miércoles. En una visita a la planta desalinizadora de El Prat de Llobregat se ha vanagloriado de que las desalinizadoras han producido en 16 meses 86 hm³ de agua, a los que se suman otros 116 hm³ provenientes de agua regenerada y pozos de sequía. "Este es el camino para abordar la sequía: dotarnos de las infraestructuras necesarias para hacer frente a la nueva realidad climática", según él. Bueno. En Catalunya, la capacidad total de los embalses es de unos 700 hm³, el equivalente a 700 estadios como el Camp Nou llenos de agua. Las reservas actuales son de unos 175 hm³, el 25% de la capacidad. La producción de las desalinizadoras solo equivale al 12,3% de la capacidad de los embalses. Estas plantas pararán un poco el golpe, pero bregar con la sequía quizás pide alguna cosa más.

Los diarios publican estas escenas publicitarias y pasan pocas cuentas con la política de verdad, la que hace o deshace. Y no es por Pere Aragonès, que acaba de llegar. Desde el aviso de la sequía del 2008, otros han sido los responsables de hacer y deshacer antes que él, con la consecuencia de que, desde principios de marzo, sufren restricciones de agua 6 millones de catalanes de 224 municipios en 15 comarcas. La última vez que la sequía abrió la portada de La Vanguardia es el 26 de marzo. La de El Periódico, el 11 de abril. La de El País el 23 de abril. La de Ara, este jueves 27 de abril. En todos los casos, sin embargo, se trata de material descriptivo de la mala situación climática y sus consecuencias materiales. No se valoran las acciones y omisiones de los gobiernos, que siempre salen vivos. ¿Qué sabemos de la comisión sobre la sequía convocada por la Generalitat, por ejemplo?

El azar no se puede gobernar, cierto, pero se puede actuar para prevenir las consecuencias. Ruiz de Elvira señala que la adaptación al cambio climático pide, entre otras medidas, almacenar agua, controlar las riadas, plantar miles de millones de árboles, reducir el riesgo de heladas para los frutales, desarrollar cultivos y especies más resistentes a la sequía, establecer sistemas de control de la entrada de agua del mar en las costas y, especialmente, desarrollar la producción de energía renovable —solar, eólica... Son todas acciones de gobierno, políticas públicas. El actual Govern ha anunciado ahora que, para el 2028, la producción de agua desalinizada será de 160 hm³, equivalentes al 23% de la capacidad de los embalses. Dentro de cinco años. Seguramente no se puede ir más deprisa. Pero sí se puede preguntar por qué no se ha hecho antes. Quizás si los diarios fueran más incisivos, los gobiernos dejarían de estar en la luna de Valencia.

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