Volver a empezar y emprender una nueva vida no es un camino nada fácil, y menos en medio de las circunstancias actuales. Las historias de Jacqueline y de Mayra tienen muchos puntos en común. Las dos llegaron a Catalunya hace cosa de poco tiempo y las dos, han sufrido en primera persona los efectos del coronavirus: se han quedado sin trabajo y sin recursos para llegar a final de mes. Por eso se han visto obligadas a pedir ayuda, para poder salir adelante con su familia y para poder hacer frente a todos los gastos para no quedarse sin un techo donde dormir o sin un plato en la mesa para comer.

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Jacqueline y su hijo en la cocina de su casa en el barrio del Bon Pastor en Barcelona. / Foto: Sergi Alcàzar

De Venezuela a Barcelona, en busca de una vida mejor

Jacqueline y su madre llegaron a Catalunya el pasado mes de febrero, y aquí las esperaba su hijo y su pareja, que habían venido meses antes para conseguir un piso donde vivir y un trabajo para poder empezar a salir adelante. Ellos son de Venezuela y lo dejaron todo, el negocio y la casa —que se vendieron—, para venir a instalarse en Barcelona, donde nos abren las puertas del piso que tienen alquilado en el barrio de Sant Andreu.

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El hijo de Jacqueline y su pareja posan para una fotografía en su habitación. / Foto: Sergi Alcázar

"Lo veíamos como un país ideal para vivir, por el orden, la tranquilidad que se percibe, y  porque reúne aquellas características propias que todo ser humano busca para estar bien", explica Jacqueline, que recuerda emocionada la ilusión con la cual decidieron emprender esta nueva aventura. Una aventura que ha chocado con la pandemia del coronavirus; "al principio me sentía muy triste, se me empezó a caer el pelo hasta el punto que noto la diferencia", dice Jacquelin, que se siente impotente porque a día de hoy aún tiene pendientes todos los permisos legales para poder empezar a trabajar y contribuir económicamente a sacar adelante a la familia.

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Jacqueline y su hijo preparan café en la cocina de su casa. / Foto: Sergi Alcàzar

"Al principio lo que hacíamos era establecer dos comidas al día, para ahorrarnos una. Empezábamos a las 11h de la mañana y la otra, a las 19h de la noche"

"Al principio lo que hacíamos era establecer dos comidas al día para ahorrarnos una. Empezábamos a comer a las 11h de la mañana y volvíamos a comer a las 19h de la noche. Nos saltábamos una comida, que nos servía como medida de ahorro". Una situación que ha cambiado, pero que tal y como reconoce la misma Jacqueline, "eso me ha enseñado que si necesitas ayuda hay que pedirla, no es cuestión de orgullo ni nada por el estilo, pero si que resulta complicado y fuerte tener que decirle a alguien si me puede ayudar, si me puede dar, sin que piensen que quieres estar aquí sentado sin hacer nada".

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Jacqueline (derecha) su hijo (izquierda) y la pareja de su hijo (centro) miran la televisión en la casa que comparten con la abuela, la madre de Jacqueline. / Foto: Sergi Alcàzar

Jacqueline decidió contactar con Cáritas sin ningún tipo de esperanza, "era la primera vez que teníamos que recurrir a pedir ayuda". El correo electrónico que envió obtuvo respuesta y le asignaron a una responsable, Sandra, que la atendió y se interesó por conocer su caso. "Me dieron una ayuda de 300 euros los meses de abril y mayo, lo que nos ayuda a poder pagar el alquiler de 880 euros". Una cifra que no les llega para hacer frente al total de gastos, pero hoy por hoy la tía de su hijo les ayuda pagando la luz y el agua, y el resto lo obtienen del trabajo del hijo como repartidor de Glovo. "Él se saca entre unos 300 y unos 350 euros al mes, que añadimos a lo que habíamos racionalizado y distribuido para cada mes cuando teníamos ahorros".

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Cuando el hijo de Jacqueline llega de trabajar, su madre lo recibe con guantes y lo ayuda a desinfectarlo todo antes de entrar en casa. / Foto: Sergi Alcàzar

A pesar de la situación que les ha tocado vivir, Jacqueline se muestra optimista en todo momento y lo que más valora es la unión familiar. "A veces nos quejamos mucho y estamos mejor que nunca, tenemos salud, estamos juntos, y pienso que lo peor ya ha pasado, que no nos podemos dejar caer". Recuerda cómo vivían en Venezuela y la vida que tienen aquí, y afirma rotundamente que "el hecho de estar aquí hoy es una auténtica bendición".

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Jacqueline (derecha) con su madre (izquierda) en el comedor de su casa. / Foto: Sergi Alcázar

De la estabilidad a sobrevivir con pocos recursos

A unos metros del piso donde vive Jacqueline, en el barrio del Bon Pastor, conocemos y nos abre las puertas de su piso Mayra, que vive con su marido y sus dos hijas de 18 y 10 años, desde que llegaron de Ecuador, ahora hace un año. "Al llegar a Catalunya, conocidos y amigos me ayudaron a encontrar trabajo haciendo limpiezas en diferentes casas por horas". Una situación que, junto con el sueldo de su marido, les permitía llegar bien a final de mes y poder ahorrar un poco para poder pagar los estudios a sus dos hijas.

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Mayra (derecha) pliega ropa en su habitación, su hija pequeña juega con el móvil mientras la hermana mayor la observa y comenta las publicaciones de Tiktok que van pasando. / Foto: Sergi Alcázar

Todo cambió con la llegada del coronavirus. "Me quedé sin trabajo, y para mí eso es sinónimo de no cobrar, porque en la mayor parte de las casas donde limpio viven personas mayores, y tanto por su seguridad como por la mía, me dijeron que mejor que no volviera hasta que todo eso no acabara", explica Mayra, que se ha visto forzada a pedir ayuda a Cáritas, porque con los ingresos de su marido sólo les llega para pagar el alquiler de 800 euros que, con los gastos,sube hasta los 1.000 euros cada mes.

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Mayra guarda todas las facturas a una carpeta / Foto: Sergi Alcázar

"Un adulto puede estar sin comer o hacer una comida al día, pero a un hijo no le puedes decir no comas"

"Sandra, de Cáritas, es un ángel para nosotros. Nos ayudan a poder pagar la comida con 250 euros para pasar el mes, y nos dejaron una tablet para que la hija pequeña pueda seguir las clases online, porque aquí en casa no tenemos ordenador". Tal como remarca Mayra, "un adulto puede estar sin comer o hacer una comida al día, pero a un hijo no le puedes decir no comas".

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Las hijas de Mayra hacen los deberes de la escuela en el comedor de su casa durante el confinamiento. / Foto: Sergi Alcázar

La misma Mayra, relata visiblemente emocionada que, cuando puede, envía una ayuda económica a sus padres, que son mayores y viven en Ecuador. "Aquí estamos bien porque estoy con las hijas y el marido, pero estamos solos, no tengo una hermana a quien le pueda pedir una ayuda o que me eche una mano", explica llorando, y añade; "Te preocupas por la situación de aquí y por lo que pasa en Ecuador, donde tengo el resto de la familia, es muy duro".

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Mayra lava la ropa a mano en el baño de su casa para no tener que utilizar la lavadora y así evitar gastos. / Foto: Sergi Alcázar

Mayra es consciente de que el coronavirus les ha golpeado como a muchas otras familias, dejándolos sin recursos, sin ahorros y con deudas por pagar. Pero a pesar de todo, tiene un mensaje positivo sobre cómo enfocar el futuro a partir de ahora: "Valoraremos mucho más la libertad, estar pendientes de los demás y ayudar al resto". Un futuro que como ella misma define, es del todo incierto: "No sé qué pasará, he llamado a mis trabajos y en todos me dicen que cuando acabe todo podré volver, pero cuándo"?.

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Mayra abre las ventanas del comedor de su casa. / Foto: Sergi Alcázar

"A partir de ahora valoraremos mucho más la libertad, estar pendientes de los demás y ayudar al resto"

Un futuro incierto para todo el mundo pero que se hace más difícil de afrontar para aquellas familias que disponen de menos recursos. Jacqueline y Mayra coinciden en que en estos momentos donde todo el mundo está sufriendo la pandemia del coronavirus, "mientras haya salud, eso será lo más importante". Y si la salud falla, aquí, por suerte todo el mundo recibirá la atención que necesita..

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