Es tiempo de preocupación por el estado de la lengua. En Catalunya, ya hace años que el uso social del catalán retrocede constantemente, y la bajada ya afecta espacios que se consideraban más protegidos de las injerencias lingüísticas. En el mundo de la educación, los docentes están siguiendo el camino de los alumnos: según datos de 2021, menos de la mitad de profesores se dirigen a los niños y niñas en catalán. Y en el mundo sanitario, las cifras son similares. Un estudio reciente alertó de que la proporción de médicos que utilizan el catalán de manera habitual para comunicarse con los pacientes tampoco llega al 50%. Ante esta ofensiva lingüística del castellano, que continuamente gana terreno a la lengua autóctona, Catalunya ha constatado la necesidad de promover el conocimiento del catalán entre los profesionales de estos dos ámbitos.

Así lo hace ya el País Vasco, donde el euskera vive una realidad similar por la amenaza de la hegemonía del castellano. La educación y la sanidad son dos sectores profesionales igualmente amenazados por la lengua mayoritaria, y el gobierno vasco ya ha pasado a la acción. Ya hace años que en el País Vasco funcionan programas para fomentar el conocimiento del euskera, y estos han arraigado fuertemente, especialmente entre la población extranjera, pero también entre nativos que fueron educados en castellano y no tienen el dominio necesario de la lengua. ElNacional.cat ha hablado con dos personas que han hecho cursos de euskera y ahora pueden operar con total normalidad en su sector profesional para saber como funciona el sistema.

Cuatro meses liberada del hospital para poder aprender euskera

María Jolín es una médico de 26 años nacida en Valladolid. Después de hacer el examen MIR, empezó a estudiar qué opciones tenía para empezar a trabajar. "Tenía una amiga que vivía en Bilbao, había visitado la ciudad y me encantó", explica. A pesar de no conocer nada de euskera, decidió sacarse la plaza en el Hospital Galdakao, ubicado en una zona rural que es "vascoparlante", según detalla, porque la mayoría de sus habitantes utilizan diariamente esta lengua. Eso sí, iba con la mente abierta y dispuesta a adaptarse. "No me importaba aprender el euskera", aclara.

En este momento del relato, hay que aclarar que en el País Vasco no es obligatorio conocer la lengua propia para ejercer en el Osakidetza, es decir, en el sistema sanitario. El requisito lingüístico sí que tiene mucho peso a la hora de obtener plaza en el territorio. Pero la falta de profesionales del sector ha obligado al gobierno vasco a rebajar la exigencia y abrir la puerta a contratar médicos y enfermeras extracomunitarios y que no acrediten un nivel de euskera de forma temporal y limitada. En todo caso, a pesar de este movimiento reciente, la mayoría de plazas de la sanidad pública obligan a sus ocupantes a acreditar, en un plazo temporal establecido, un nivel lingüístico que puede ir desde el conocimiento intermedio, o PL1, hasta el más elevado, o PL4.

En primer lugar, María estudió la opción de apuntarse a un euskaltegi, que son centros de enseñanza de vasco para adultos repartidos por el país. Existen cursos públicos, ofrecidos por los ayuntamientos, y de diferentes modalidades, según las necesidades del estudiante. En el caso de María, además, como es trabajadora del sistema sanitario, podía optar por una beca que le permitía completar el curso de forma gratuita. Finalmente, sin embargo, se enteró de que su hospital ofrecía un curso de lengua en el marco de un programa que se ha iniciado por un convenio de los Departamentos de Política Lingüística y de Salud. "Lo que yo hago es para nivel cero", explica María. Tiene como objetivo sacarse el A1 este año, y cuando lo acabe querrá seguir mejorando su euskera, pero sabe que tendrá que encontrar otra opción porque el curso que está haciendo ahora "no tiene continuidad".

Una de las opciones que tendrá es inscribirse en la próxima ronda de los cursos de euskera organizados por el Osakidetza para el personal sanitario. Este año ya se ha celebrado la segunda convocatoria de unas clases que se ofrecen gratis, en horario laboral y en varias modalidades: cursos intensivos de cinco horas diarias, cursos de dos horas diarias o internados. María tiene una compañera que, con el B2, decidió apuntarse el año pasado para mejorar su nivel. Durante unos cuatro meses, pudo dejar de lado las obligaciones sanitarias, ya que había sido "liberada" de su puesto para centrarse en la formación lingüística, y seguía cobrando su sueldo habitual. "No tenía que ir al trabajo, pero aprendía euskera en los mismos horarios laborales", explica la vallisoletana.

El valor que da el País Vasco al conocimiento lingüístico se constató en la última convocatoria de plazas fijas. El Osakidetza otorgaba 18 puntos en el concurso de méritos a tener un título PL2 de vasco avanzado, equivalente al B2, (y la mitad de puntos a tener un título PL1 de intermedio, equivalente al B1) y 10 puntos a tener un doctorado Cum laude. Este requisito se mantiene aún ahora, a pesar de la necesidad de incorporar profesionales extranjeros urgentemente. Con respecto a María, ella quiere seguir aprendiendo hasta poder tener "conversaciones fluidas" en vasco con los pacientes, ya que reconoce su "derecho" a ser atendidos en su lengua. "Siempre favorece saber el euskera" afirma. De hecho, calcula que dos de cada tres pacientes prefieren ser atendidos así al hospital donde trabaja.

Tres años cobrando "el 100%" del sueldo de profesor para poder aprender euskera

Con respecto al ámbito educativo, el País Vasco tiene sus particularidades. Allí, existen tres modelos según la lengua de docencia: el modelo A, en que los centros tienen el castellano como lengua vehicular, excepto en la asignatura de Lengua y Literatura Vasca; el modelo B, en el que ofrecen una parte de las asignaturas en euskera y una parte en castellano; y el modelo D, en el que los centros tienen el euskera como lengua vehicular, excepto en la asignatura de Lengua y Literatura Castellana. Recientemente, el Parlamento Vasco aprobó la nueva Ley de Educación, en la que se mantienen los tres modelos, si bien se establece el euskera como la lengua vertebradora del sistema. En todo caso, el vasco ha ido ganando bastante en los últimos años en la enseñanza, y ahora un 67% de alumnos están matriculados en centros de modelo D; por el contrario, el modelo B acoge un 17% del total de alumnos, y el modelo A acoge un 14%, con una clara tendencia a la baja.

Es este el sistema que permitió a Jordi Farrerons, de 55 años, convertirse en profesor en el País Vasco. Él había sido docente en Catalunya, principalmente arraigado en el Garraf, pero por motivos personales viajaba muy a menudo al País Vasco. Con 41 años, pidió una excedencia del centro y se puso a aprender el euskera, con el objetivo de acabar reubicándose. Y así lo pudo hacer cuando tuvo la suerte que en el concurso de traslados que se ofrece cada dos años apareció una plaza en el País Vasco de nivel PL0 —es decir, que no requería ningún conocimiento de euskera—.

Solo llegar, pidió participar en el programa Irale. Se trata de un curso gratuito del Departamento de Educación que tiene como objetivo "euskaldunizar, alfabetizar y reforzar" el nivel de euskera de los docentes. Y es que, más allá de los recién llegados, también hay profesores nacidos en el territorio que no tienen un conocimiento apto de la lengua. Los cursos de Irale pueden hacerse en horario lectivo o fuera del horario lectivo; Jordi optó por la primera opción, de manera que, cuando obtuvo la plaza al programa, el centro lo liberó con el fin de poder dedicarse a tiempo completo al curso lingüístico. "Antes de dar ninguna clase como docente, ya estaba al programa y me pagaban por estudiar euskera", explica.

Durante este tiempo, estuvo "a sueldo completo el 100%", estudiando cinco horas diarias a las mañanas, de lunes a viernes, y a las tardes hacía los deberes. "Practicas mucho el euskera oral y escrito, que es lo que se necesita más," explica. En solo un año, y gracias al aprendizaje que había hecho por cuenta propia antes de llegar al país, Jordi ya se sacó el título PL2 de vasco avanzado. Ahora bien, un docente con plaza fija puede llegar a disfrutar de tres años liberados y centrados exclusivamente en la formación lingüística. Para no abusar del sistema, Irale controla la asistencia mínima con unos porcentajes estrictos —del 100%, si el curso tiene lugar dentro del horario lectivo— y amenaza de hacer que el docente tenga que asumir los costes. En todo caso, Jordi recuerda que durante su etapa había una quincena de participantes y "todo el mundo se lo tomaba en serio".

Con esta formación, el profesor catalán ya se sintió "preparado" para dar clases en un centro del modelo D —con el euskera como lengua vehicular— en el pequeño municipio de Azkoitia, en una región marcadamente vascoparlante. Ya hace más de una década que da clases. Ahora bien, el Irale "cada vez hace menos falta". Y es que este programa fue pensado especialmente para los profesores nacidos en el País Vasco que no tenían conocimiento de la lengua, y no tanto para los venidos de fuera. "Todos los nuevos docentes que están entrando en enseñanza son jóvenes vascos que no necesitan hacer ningún curso", explica Jordi. Además, actualmente se ofrecen pocas plazas de PL0, y aquellas disponibles obligan a los profesores a tener un nivel acreditado de euskera, dificultando la entrada de extranjeros al sistema. Eso sí, el caso de Jordi no es único: durante su proceso de aprendizaje coincidió con alumnos de Madrid y de Extremadura.