Un equipo internacional de astrónomos de la NASA ha observado por primera vez el momento en qué se empezaron a formar planetas en torno a una estrella más allá del sistema solar. Este descubrimiento, publicado en la revista Nature, supone la primera vez que se identifica un sistema planetario en una etapa tan temprana de su formación y abre una ventana al pasado de nuestro sistema solar. El descubrimiento se ha producido gracias al telescopio ALMA y el Telescopio Espacial James Webb, que han observado la creación de las primeras partículas de material formador de planetas: minerales calientes que apenas empiezan a solidificarse dentro del disco de gas y polos que rodea una estrella muy joven, señal del inicio de la formación de planetas.
"Por primera vez, hemos identificado el momento más temprano en que se inicia la formación de planetas en torno a una estrella diferente de nuestro Sol", explica la astrónoma Melissa McClure, profesora de la Universidad de Leiden en los Países Bajos y autora principal de este nuevo estudio. Por otra parte, la coautora Merel van't Hoff, profesora de la Universidad de Purdue (Estados Unidos) compara sus descubrimientos con "una imagen del sistema solar bebé", afirmando que "estamos viendo un sistema que se parece a cómo se veía nuestro sistema solar cuando tan solo empezaba a formarse".
Un nuevo sistema solar en gestación
Este sistema planetario recién nacido descubierto por la NASA emerge alrededor de HOPS-315, una protoestrella o estrella bebé que se encuentra a unos 1300 años luz de nosotros y es análoga al sol naciente. En torno a estas estrellas bebés, los astrónomos suelen observar discos de gas y polvo conocidos como 'discos protoplanetarios', que son el lugar de nacimiento de nuevos planetas.
En nuestro sistema solar, el primer material sólido que se condensó cerca de la ubicación actual de la Tierra en torno al sol se encuentra atrapado en meteoritos antiguos. Los astrónomos fechan estas rocas primigenias para determinar cuándo empezó la formación de nuestro sistema solar. Estos meteoritos están llenos de minerales cristalinos que contienen monóxido de silicio (SiO) y pueden condensarse a las altísimas temperaturas presentes en los discos planetarios jóvenes. Con el tiempo, estos sólidos recientemente condensados se unen, sembrando las semillas para la formación de planetas a medida que ganan tamaño y demasiado. Los primeros planetesimals de medida kilométrica del sistema solar, que se convirtieron en planetas como la Tierra o el núcleo de Júpiter, se formaron justo después de la condensación de estos minerales cristalinos.
Con estos datos, el equipo determinó que las señales químicas provenían de una pequeña región del disco en torno a la estrella equivalente a la órbita del cinturón de asteroides en torno al sol. "Realmente estamos viendo estos minerales a la misma ubicación en este sistema extrasolar donde los vemos en los asteroides del sistema solar", explica el coautor Logan Francis, investigador posdoctoral en la Universidad de Leiden. Por eso, el disco HOPS-315 ofrece una magnífica analogía para estudiar nuestra propia historia cósmica. También ofrece a los astrónomos una nueva oportunidad para estudiar la formación planetaria temprana, al sustituir los sistemas solares recién nacidos a toda la galaxia.