La ficha de la Fundación Montserrat 2025 en la web de la Coordinadora Catalana de Fundacions explica que el monasterio y santuario tiene "graves problemas de infraestructuras de acogida". Por lo tanto, la presentación en el Círculo de Economía, este martes, del Reverendísimo Padre Manuel Gasch, abad de Montserrat y presidente de dicha fundación —promovida en 1987 (¡hace 26 años!) para preparar el milenario del monasterio— prometía ser un fundraiser, un acto de captación de fondos. El Círculo era el escenario escogido para el primer gran acto público fuera del monasterio de Gasch, sucesor del abad Oliba, el obispo de Vic y abad de Ripoll que promovió la comunidad benedictina inicial el año 1025.

Sí, ha sido un fundraiser. Peculiar, sin embargo. No se ha hablado de dinero ni de transacciones porque Gasch —orador de primera: ha hablado con total desenvoltura sobre unos apuntes— iba directo a captar el compromiso y el alma de los negociantes y emprendedores reunidos en el Círculo, a los que presentó Montserrat como una empresa espiritual resiliente, sostenible y eficiente que hace falta amparar porque sus beneficios intangibles —fe, valores, cultura— responden de forma duradera desde hace mil años a los problemas variables del país, de la sociedad. El lema abacial de Gasch es "Ojalá que hoy escuchéis su voz", un versículo del Salmo 94 que los monjes rezan cada día en el oficio de maitines y que podría figurar como lema de cualquier escuela de negocios.

Montserrat es una empresa. En el 2019 recibió a 2,7 millones de visitantes. Es el segundo destino fuera de Barcelona de los que vienen a la ciudad, a la vez que esta gran afluencia en un entorno limitado que comporta exigencias de atención y servicio. "Queremos que suban como turistas y se marchen como a peregrinos", ha dicho Gasch, que venía también a presentar el milenario, que se celebrará entre el 8 de septiembre del 2024 y el 8 de diciembre del 2025. "Nos gustaría que fuera la fiesta mayor de todo Catalunya. Que Montserrat no se convierta en un referente lejano, un recuerdo personal que queda en la historia familiar," seguía Gasch, aludiendo a una renovada promoción del monasterio entre los jóvenes que se intensificará con el milenario. "Es un acontecimiento de evidente interés público. No nos aburriremos".

El abad ha soltado el anzuelo con mucha maña. Ha explicado la anécdota de un estudiante canadiense que le preguntó "por qué todas las cosas buenas se hacen en monasterios", en referencia a dulces, pasteles, cervezas... El abad respondió que "en los monasterios no corre la prisa del tiempo y los procesos se maduran poco a poco". Miel para el público de empresarios y ejecutivos que lo escuchaba. Antes había presentado Montserrat como un lugar donde se celebra la fidelidad: "la continuidad imperfecta de mil años de los monjes, la fidelidad del pueblo peregrino y la fidelidad de Dios". En las escuelas de negocios enseñan que la finalidad de las empresas es pervivir, de manera que las palabras de Gasch resonaban bien entre los asistentes.

Ha recordado que "desde el inicio empiezan a llegar donaciones al monasterio". Que Montserrat, en el siglo XVII, "adquiere dimensiones considerables": 250 personas dedicadas; 400 trabajadores, de los cuales 200 solo para las mulas que llevaban el agua; 1.200 personas alimentadas cada día... Era muy fácil pensar en proveedores, clientes, créditos... Después, "el monasterio emprendedor" del abad Marcet (1913-1946), que "se fió del talento para presidir una época de consolidación y esplendor, con los funiculares, museo bíblico, editorial, una biblioteca que pasa de 15.000 a 150.000 volúmenes, la contratación del arquitecto Puig i Cadafalch.... En 1931, una vez proclamada la república, Marcet deja de invertir en Montserrat y compra dos casas en Andorra por si acaso venía una secularización en la francesa y el Estado se lo arrebataba todo. "Era un hombre previsor", ha dicho Gasch, pulsando una cuerda familiar entre la audiencia.

El plan estratégico del milenario se inspira en una frase del papa Pablo VI: "Los benedictinos habéis evangelizado Europa con la Cruz, el libro y el arado". La Cruz de Cristo, ha dicho Gasch, "es dar a conocer a nuestro testimonio a través de la regla de Sant Benito y decir que el cristianismo es una opción que da sentido a la vida". Ya lo hacen, ha remachado, con las retransmisiones de la misa y los oficios. "Hemos puesto una cámara y un micrófono a lo que hacemos desde hace mil años". La misa de los domingos la siguen 60.000 personas. Entre los actos relacionados con la Cruz está el capítulo general de la congregación benedictina, que reunirá a más 100 abades de todo el mundo.

Con respecto al libro, Gasch ha recordado que Montserrat es un referente y una empresa cultural, con la biblioteca, la editorial, el museo, la escolanía... Todo son instrumentos para el diálogo, según el abad, que ha añadido que quieren proponer actividades para mostrar cómo la tradición monástica y la regla de san Benito pueden ayudar a la vida económica con el estilo de liderazgo benedictino. El arado "es la implicación nuestra en el mundo del trabajo" y también atender a los más necesitados. Aquí ha dicho que "Montserrat no se acaba en 2025", que "el milenario es un punto de partida". Ha hablado de la digitalización del monasterio y de la sostenibilidad (toda la calefacción de Montserrat funciona con biomasa), la descarbonización del santuario y la instalación de placas solares y de recuperar el sistema de acueductos del siglo XVI. En este punto ha mencionado algunas de las empresas e instituciones con que colabora el monasterio, otro guiño al público: Cellnex. Agbar, Fundación La Caixa, IESE...

"¿Qué más podemos ofrecer a la sociedad?", se ha preguntado Gasch. La respuesta: "Los valores del evangelio, que ponen a la persona y a la justicia social en el centro". El abad ha puesto el ejemplo del desafío social y humano que supone la gestión de la tecnología. "La tecnología puede salvarnos del caos planetario, pero necesita criterios, sobre todo cuando se convierte en una herramienta de entretenimiento tan fuerte. Cómo lo gestionamos para que no nos dañe el alma?". Para Gasch, resolver esta pregunta es "una ventana de oportunidad para el mensaje cristiano, del evangelio, que es una cultura que pone a la persona en el centro. Nuestro ejemplo de fe cristiana encarnada tiene que ayudar".

El abad ha lanzado otro reto a la platea. "¿Es capaz la sociedad de sostener estos valores surgidos del humanismo cristiano sin el núcleo que les ha inspirado, que es la fe cristiana y el evangelio? [Los benedictinos], una comunidad que profesa la fe, tiene una oportunidad, tiene algunas aportaciones que hacer. Hemos sido preservadores de la cultura, vehículo de fe y de espiritualidad". Y a una pregunta inquieta sobre el porvenir, suicidios juveniles incluidos, ha respondido con más optimismo: "Creo que nos llega más información negativa que positiva. Pero,como dice el proverbio chino, hace más ruido el árbol que cae que mil que crecen. No podemos permitirnos no tener esperanza en el futuro".