Pocas personas podrán decir que se han recorrido todo el planeta de arriba abajo y de forma literal, de polo norte a polo sur, como es el caso de la investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y del CSIC, Marta Estrada (Granollers, 1946), que ha participado en dos expediciones en el Ártico y en numerosas campañas en la Antártida. Estrada y Josefina Castellví (Pepita, para los compañeros), fueron las dos primeras mujeres científicas españolas en pisar la Antártida durante el verano antártico del 1984 – 1985. Fueron con un equipo encabezado por Antoni Ballester a bordo del rompe hielo Almirante Irizar, cuando todavía no existía la Base Antártica Española (BAE) Juan Carlos I, en la isla de Livingston.

Para hacer memoria de aquellos inicios y para saber como la investigación y el cambio climático han evolucionado hasta día de hoy, nos encontramos con la oceanógrafa y doctora Estrada en una mañana soleada en el Cosmocaixa de Barcelona, donde está expuesto de forma permanente el primer módulo de laboratorio que compraron en Finlandia y condicionaron a Tarragona y que se instaló en 1988 en la Antártida, constituyendo así la que sería la primera base española en tierras heladas. Una base que a partir de 1991, ha pasado a acoger una media de 140 científicos anuales que pisan sus laboratorios -ahora, mucho más desarrollados- para llevar a cabo sus estudios e investigaciones, concentradas mayoritariamente durante el verano austral, que se extiende desde finales de noviembre hasta el mes de febrero, siendo esta la única época del año en que la navegación es posible.

Marta Estrada investigadora oceanografa biologa cosmocaixa - Sergi Alcàzar

Foto: Sergi Alcàzar

¿Por qué se investiga en la Antártida?

La Antártida es fundamental desde el punto de vista de la ecología global del planeta. Es como la Plaza Catalunya de todas las corrientes del mundo, un punto clave que conforma una zona muy rica en nutrientes pero, a la vez, muy pobre en hierro. Es un punto de estudio muy importante porque a partir de los perfiles de hielo que se extraen, se analiza la composición de la atmósfera de hasta 800.000 años atrás, gracias a las burbujas de aire atrapadas dentro en el hielo. Una forma de determinar el CO2 que había entonces y para estudiar cómo ha evolucionado el clima.

La Antártida es como la Plaza Catalunya de todas las corrientes del mundo

A la Antártida también se llevan a cabo estudios de física y de electromagnetismo, de singularidad de los polos, de los volcanes y los glaciares que rodean la zona, estudios de adaptaciones de musgos y líquenes que habitan allí, así como muestras del plancton costero, entre muchas otras investigaciones que se hacen a día de hoy y a lo largo de todo el año.

Remontémonos al inicio. ¿Cómo se adentra en la investigación oceanográfica? 

Mientras estudiaba biología conocí al Dr. Margalef. Él era un ecólogo con una aproximación integradora e interdisciplinaria que había establecido los índices de diversidad basándose en la teoría de la información, una cosa que a mí me atraía mucho. Le pedí que me dirigiera la tesis mientras él trabajaba en la universidad y en el Instituto de Ciencias del Mar, que entonces era el Instituto de Investigaciones Pesqueras. El doctor trabajaba con limnología y oceanografía. Y como trabajaba con oceanografía, me dediqué a eso. Pero si no, me habría dedicado a bosques o a cualquier otra cosa, porque en el fondo era el enfoque el que se me interesaba. Después, cuando tienes un objeto en concreto te focalizas, y yo me he dedicado al estudio del fitoplancton sobre todo. En un momento dado, entorno al 1971, se puso en marcha el primer barco oceanográfico en cara y ojos del estado español, el Cornide de Saavedra -ahora ya desguazado-, y fuimos a hacer investigación en la zona de afloramiento de Cabo Blanco, en Mauritania, toda una experiencia. Con el Dr. Margalef fuimos hasta Canarias para coger el barco. Recuerdo que tenía unos motores que no podían ir a contracorriente, sin GPS ni radiofaros. Teníamos que mirar el sol y las estrellas para ir corrigiendo el rumbo. En África hicimos la primera campaña a gran escala.

¿Y de aquí, cómo consigue formar parte del equipo que en 1984 pisa la Antártida con la finalidad de establecer la primera base española?

Con la Antártida, todo empieza por el interés de Antoni Ballester. En 1966 lo invitaron junto con José María San Feliu, a una campaña de Bélgica en un barco que se llamaba Magga Dan. A Ballester le encantó y siempre intentaba abrir investigación en este lugar. ¡Pero claro está, en un país donde ya era precaria de por sí la investigación científica, imagínate! No le hacían ningún caso. Con insistencia, el 1984-85 obtuvo una invitación de tres plazas para visitar la Antártida con una campaña con lo rompe hielo Almirante Irízar. Allí fue cuando yo y Pepita lo acompañamos, junto con Charo Nogueria, una periodista que documentaba el viaje y dos becarios argentinos que había tenido tiempo atrás. De camino, Ballester hizo un arreglo en el barco para coger el agua de mar para medir la temperatura y la salinidad de forma continua. Como el barco tenía que llevar material, fuimos parando delante de un montón de bases, incluso en el propio continente.

En un continente donde todavía no había construida ninguna base española...

Correcto. Con una revisión del Tratado Antártico, España, por cuestiones de prestigio, se quiso añadir corriendo y necesitaba demostrar su interés estableciendo una estación o expedición científica. De aquí que Ballester y Pepita, de nuevo y junto con un grupo científico polaco, volvieran al continente en 1986 para buscar un lugar donde instalar la base española. Como decía Pepita en un artículo, "lo que no se hizo en 20 años se hizo en 3 meses", y fue entonces cuando encargaron montar la base en la isla de Livingston, porque las bases no pueden estar juntas y esta zona tenía un terreno dónde instalar los módulos y estaba cerca de la península, en un lugar relativamente fácil de llegar sin rompehielos.

¡Y aquí, empieza la aventura! España consigue en septiembre de 1988 en París, ser admitida como miembro Constitutivo del Tratado Antártico.

Exacto. Se compró la base en Finlandia, se acondicionó a Catalunya y rumbo hacía a la Antártida, cuando se inauguró en 1988. La base antártica española no se ocupaba en invierno. Se dejaban los registros continuos y sólo estábamos de octubre a marzo, en verano antártico, que no es terriblemente frío. Estaríamos en torno a los 0ºC en aquella época, en cambio, en invierno en la Antártida alcanzan temperaturas de -40 o -50ºC. De hecho, en el propio continente, donde también hay alguna base, tengo entendido que en la zona más fría se ha llegado a registrar -90ºC!

Pero entonces teníamos otro problema: el transporte. No fue hasta 1991 que empezó a navegar el Hespérides. Al cabo de poco tiempo de inaugurar la base, Ballester sufrió un ictus, y Pepita asumió su papel como jefa de base entre 1989 y 1994.

¿Cómo recuerda las primeras investigaciones y expediciones al polo sur?

Hay dos grupos de investigadores, los que trabajaban desde la base y los que hemos trabajado como yo, sobre todo desde el Hespérides en el verano austral, la única época del año que el barco puede acceder. En la base había un módulo de cristal que era como un refugio de alta montaña. Habría una docena de personas al principio trabajando entre el personal de mantenimiento y los científicos. Ahora se ha ampliado, es mucho más grande. Y después, siempre hay un refugio por caso de incendio. El peligro mayor de una base antártica es que se incendie, y allí no puedes salir a la calle a esperar a los bomberos.

replica modulo investigcion oceanografica exposición cosmocaixa - Sergi Alcàzar

En Cosmocaixa de Barcelona, ​​se expone el primer módulo del laboratorio que se instaló en 1988 en la Antártida. / Foto: Sergi Alcàzar

Intuyo que mujeres debería haber pocas...

¡No te creas! Ya había mujeres científicas, lo que siempre ha pasado es que en la base hay bastantes y, al subir de escalón, van disminuyendo. No se ven muchas mujeres en altos cargos. Pepita explicaba anécdotas muy buenas. Se ve que una vez que fue a visitar otra base, le respondieron: "no puedo mostrarle la base, que estoy esperando el jefe de la base española". Y era ella... El jefe esperaba a un señor, y no a una señora.

¿Cómo ha cambiado con el paso de los años el muestreo y las técnicas de análisis que utilizan?

Ahora se han desarrollado las técnicas de satélite, los GPS, los muestreos automatizados sin colgar las botellas a mano y recoger las muestras. Antes obteníamos 13 puntos de temperatura en 2.000 metros de agua. Ahora tienes una medida cada 20 cm si quieres. La instrumentación ha evolucionado mucho.

En la última campaña que estuve en el 2015 en la Antártida, dirigida por Rafael Simó, queríamos estudiar regiones diferentes y una de ellas, era una zona de alta productividad cerca de las islas de Georgia del sur. Estudiábamos la influencia que tiene el plancton con los aerosoles que se hacen sobre el mar. En la Antártida, el interés que hay es que está lejos de las fuentes de aerosoles antropogénicas, como son las fábricas, por ejemplo. El plancton produce compuestos orgánicos mientras trabaja, como las plantas. En un bosque donde hay romero sientes los compuestos volátiles. Con el plancton pasa lo mismo y si son unos u otros, pueden tener interés de cara a la regulación del clima. Ahora también hay un sistema de boyas autónomas que circulan por todos los mares de todo el mundo y que envían los datos en satélite de temperatura, salinidad y muchos otros factores. Pero lo que es coger agua y ponerte a filtrar, eso sigue siendo igual, todavía se hace a mano.

¿Usted que ha viajado unas cuantas veces a la Antártida, ha visto con sus propios ojos la evolución del deshielo del continente y los efectos del cambio climático?

Claro, cuando visitas la zona vas por un mes y medio, puedes coger la semana de calor o la semana de frío. La última vez que estuve nos llovió y recuerdo que un trayecto que hacíamos parecía que estuviera en Barcelona. Pero puede ser casualidad. Para determinar la evolución tienes que coger series continuas en base a registros, y no en impresiones del visitante que va una vez al año. Si que es cierto sin embargo, que la zona que frecuentamos nosotros, la del norte oeste de la península, se está calentando y la temperatura ha aumentado.

Además, también están entrando plantas invasoras, y eso no gusta porque comporta un cambio en el ecosistema que ya asociabas a unas determinadas condiciones. Por otra parte, la pesca puede comportar un peligro. Por lo que he leído, ahora se pesca krill un pequeño crustáceo que de alguna forma representa la base de la red trófica antártida. El krill vive de las algas que obtiene rascando el hielo, si hay menos hielo y se pesca con mucha cantidad, puede afectar negativamente al resto de organismos, empezando por los peces, las focas e incluso las ballenas. Y la caza de ballenas se detuvo, aunque algunas se han recuperado...

¿Y el turismo de la zona, influye negativamente en la degradación del continente?

El turismo puede ser un problema, pero tampoco los científicos podemos decir que sólo queremos ir nosotros. Hay una asociación voluntaria de operadores turísticos, que a ellos mismos les interesa que el territorio no se degrade. Está el miedo que la sobre frecuentación o la aceleración que tiene la acción humana, acabe de alguna forma superando los mecanismos de control. Ahora, el coronavirus imagino que habrá frenado el turismo, pero la pesca, la excesiva frecuentación y la contaminación, que también hay, son factores a controlar.

Marta Estrada investigadora oceanografa biologa cosmocaixa - Sergi Alcàzar

Foto: Sergi Alcàzar

¿De todas las investigaciones y muestreos que ha hecho relacionados con el fitoplancton -el productor primario más importante del océano-, cuáles son las principales conclusiones que han obtenido?

En base a mis estudios centrados en el fitoplancton, se ha aclarado y se ha corroborado el hecho de que hay zonas que tenían mucho nitrato, sulfato y silicato, pero no producían mucho plancton por falta de hierro. Otros, en cambio, disponen de este hierro por su ubicación, y se ha podido determinar qué tipo de plancton va asociado a cada una de estas situaciones. Por ejemplo, como es la sucesión del plancton desde que empieza la fundición, qué tipo de plancton va asociado a situaciones de fundición de hielo o no, etc. También se ha estudiado mucho la biología del krill y de las redes tróficas asociadas. El tema de los aerosoles también estaba menos estudiado y se ha podido ir avanzando. 

También ha pisado el Ártico en un par de ocasiones, en el 2004 y en el 2008. ¿Qué ha ido a investigar?

Estuve colaborando en dos proyectos en el norte del Canadá; al CASAS (Canadian Arctic Shelf Exchange Study) y en el CFL (Circumpolar Flaw Lead), en campañas en el Amundsen, un barco que se dejaba amarrado entre el hielo y desde donde se tomaban las muestras. Llegábamos en avioneta, aterrizando al lado del barco sobre el mismo hielo. A través de un agujero, cogíamos las muestras a diferentes profundidades y recuerdo que hacía muy frío. Para ir a la Antártida ahora iría vestida como si fuera al Pirineo, con un anorac normal, a no ser que tuviera que pasar un día entero fuera. En el Ártico sales con un anorac forrado, con mil guantes, con botas preparadas y al cabo de 5 minutos, estás helado igual. Dentro de este barco había un agujero desde donde también se tomaban muestras, recuerdo que las focas lo descubrieron y nos las encontrábamos cada vez que íbamos a muestrear.

Volviendo a casa, me consta que también ha dedicado mucho tiempo al estudio del Mediterráneo. ¿Es este un mar rico en nutrientes para los organismos que habitan en él?

El mediterráneo es más pobre en fitoplancton por culpa de su circulación. Pierde agua del fondo -que es mucho más rica en nutrientes- porque es salado y, a la vez, nos entra agua superficial del Atlántico que es más rica que el agua superficial del mediterráneo, pero más pobre que la del fondo que se nos marcha. El agua honda es más rica porque el plancton gasta los nutrientes del agua superficial, para que se regenere eso tienen que bajar partículas y se tienen que remineralizar, y eso se da en la zona oscura. Por eso, los afloramientos son ricos, porque son corrientes que traen agua del fondo hacia arriba.

Las aguas hondas del mediterráneo son más pobres que las del Atlántico

El mediterráneo tiene una circulación negativa. Las aguas hondas del mediterráneo son más pobres que las del Atlántico. Y eso puede influir negativamente en la cantidad de especies que puedes explotar.

¿Considera que se invierten suficientes recursos en la investigación? ¿Está bien valorada y reconocida la ciencia en nuestro país? 

No [Rotundo]. Aparte que no se invierte lo suficiente, hay poca continuidad en los programas que se desarrollan. Una vez estás dentro del sistema, personalmente no me puedo quejar, siempre he tenido dinero para trabajar y llevar a cabo proyectos. Ahora bien, hay mucha juventud que va al extranjero y no puede volver. Y está muy bien que vayan, tienen que ir, pero lo normal sería que hubiera un flujo de ida y de vuelta. Para los jóvenes es muy difícil encontrar una plaza.

Además, el sistema está muy burocratizado. Si quiero pedir un cartucho para la impresora, no sólo tengo que tener dinero de algún proyecto, si no que tengo que escribir a la empresa que vende impresoras que me haga un presupuesto por el cartucho. ¿Si somos 300 investigadores, cada uno tendrá que escribir a la casa de impresoras para un presupuesto de un cartucho? Eso me ha pasado hace 4 días. Y ya no hablemos de si se quiere contratar a una persona... Conozco de algunos que se han marchado por culpa de la burocracia. Hay cosas que se podrían agilizar mucho más en cuando al sistema estatal.

¿Ya tiene programada la próxima campaña en la Antártida?

Dudo de que vuelva a ir porque tienen manía a las personas mayores. Tienen miedo de que tengamos problemas de salud, como es lógico. Las plazas del barco son muy limitadas, y se prioriza a la gente más joven porque tiene una vida científica por delante. ¡Ahora bien, para hacer según qué, quizás si que iría, todavía me encuentro bien!

¿Cómo visualiza el futuro del continente de hielo?

La parte que queda descubierta del hielo cada vez se ampliará más, sobre todo la zona de la península del norte oeste. Imagino que en el continente le costaría mucho. Si se fundiera todo el hielo de la Antártida subiría 58 metros el nivel del mar.

Si se fundiera todo el hielo de la Antártida subiría 58 metros el nivel del mar

Marta Estrada investigadora oceanografa biologa cosmocaixa - Sergi Alcàzar

Foto: Sergi Alcàzar

Eso no creo que lo veamos nosotros, pero en la zona del sur de América, ya hay zonas que eran glaciares hace pocos años y ahora tienen casi bosque con matorrales.

Si los cálculos no me fallan, este 2022 hará 76 años y sigue en activo. ¿Piensa en la jubilación?

Técnicamente lo estoy, pero sigo como profesora vinculada al Instituto de Ciencias del Mar (ICM) - CSIC. De momento no pienso en jubilarme del todo, mientras esté bien y pueda hacer algo positivo. Sobre todo, porque me gusta el trabajo que puedo hacer ahora. No puedo ser jefa de proyecto, con lo cual me añado a proyectos de otros colegas. El día que deje de hacer algo útil, me apartaré y no los molestaré más. [Sonríe].

¿Si tuviera que escoger un momento profesional, con cuál se quedaría de toda su trayectoria?

Seguramente con las primeras campañas en África y con las antártidas, en cuando a paisaje son las más especiales.

Muchas gracias Marta, por muchos años más.

A vosotros.