La madrugada de este domingo 31 de octubre hemos retrasado una hora los relojes y hemos vuelto al horario de invierno. Cuando eran las tres de la madrugada, hemos vuelto a las dos, poniendo fin al horario de verano. De esta forma, se ha materializado aquello que dice la Directiva Europea del Cambio de Hora y que se aplica a todos los estados miembros de la Unión Europea: el reloj se retrasa siempre una hora el último domingo de octubre. Ahora bien, hace años que hay un debate sobre la conveniencia de esta modificación horaria.
Lo cierto es que el principal argumento que sostiene el cambio horario es el ahorro energético, pero varios expertos cuestionan que sea realmente así. Paradójicamente, consideran que el cambio de hora tiene efectos negativos en la salud de las personas y también en el sueño. Uno de los ejes en el que arguyen esta tesis son los perjuicios que genera el hecho de vivir en una franja horaria que no se alinea con nuestros relojes biológicos.
Después de unos años de debate, la Comisión Europea aprobó poner fin a los cambios horarios, una eliminación que todavía no se ha concretado ni materializádose en ningún país. Los estados miembros siguen cambiando al horario de invierno el último domingo del mes de octubre y vuelven al horario de verano el último domingo del mes de marzo. Ahora bien, ¿hasta cuándo seguiremos haciendo estas modificaciones horarias?
El ahorro energético, cuestionado
Una estimación del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA) precisa que el potencial de ahorro en iluminación puede llegar a los 300 millones de euros, un 5% del total. Si estos datos se concentran sólo en los hogares, el ahorro es de unos 90 millones, lo que se traduciría en un descenso de la factura de unos seis euros. En cambio, en febrero de 2019, la Comisión de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo rebajó las perspectivas que hay sobre el ahorro energético: aunque reconocen que estos cambios estacionales temprano pueden producir algunos ahorros, estos son irrisorios y no se producen de manera homogénea entre los estados miembros de la Unión Europea.
En el 2018, un año antes, Finlandia llevó la propuesta de eliminación de los cambios horarios y esta se votó en la Eurocámara. El Parlamento Europeo desestimó la propuesta con 384 votos en contra y 153 a favor, pero se comprometieron a estudiar la "viabilidad" y se realizó una consulta pública. El resultado de esta consulta fue claro y contundente: más del 80% de los ciudadanos europeos que participaron se inclinaron para acabar con los cambios de hora.
También en el año 2018, la Comisión Europea dio luz verde a un proyecto para poner fin a los cambios horarios, pero ante la falta de acuerdo entre los miembros de la Comunidad Europea para decidir entre el horario de verano o el de invierno, se postergó su eliminación. La Comisión de Transporte y Turismo de la Eurocámara aprobó retrasar este proyecto hasta abril de 2021 con el objetivo que los países tuvieran más tiempo para decidir qué franja horaria tendrían.
En cambio, estamos en el mes de octubre de 2021 y el cambio horario todavía se realiza. La previsión, además, es que el 27 de marzo de 2022 volvamos al horario de verano, de manera que todavía no se acabaría con el cambio de hora por la falta de consenso en el seno de la UE.
En España, el Gobierno impulsó una comisión formada por 14 expertos para debatir sobre si eliminar el cambio de hora y, en el caso que convinieran que efectivamente hacía falta poner fin a eso, qué franja horaria es mejor: la de invierno o la de verano. El informe que han presentado no llegaba a "ninguna resolución concluyente" por "la gran cantidad de repercusiones de impacto" de la medida.
Imagen principal: Una persona explica con su móvil cómo es el cambio horario. Europa Press.