Suena el despertador. La vida pesa. Una pereza del tamaño de un bloque de hormigón te abraza por detrás. Cuesta levantarse para hacer cosas. Ir a trabajar, vivir en una ciudad que no te quiere o despertarse con alguien al lado que no tiene los mismos objetivos que tú. Ya no hay restricciones por la covid más allá de llevar la mascarilla en el transporte público, pero la fatiga que muchas personas experimentaron durante los confinamientos todavía dura. No se trata de lo que popularmente –y de manera errónea– se conoce como depresión posvacacional. Va mucho más allá, aunque la línea es fina y a menudo se puede malinterpretar. Se trata de una fatiga de estilo de vida. Y aunque parece fácil de definir, cuesta un poco más poner nombres y apellidos. "Es una sintomatología, un disgusto, una fatiga que aparece cuando la evaluación que hacemos de nuestra vida no nos despierta interés y motivación o ilusión o ya no tiene sentido para nosotros". Así lo explica la profesora de la UOC y miembro del proyecto de la incubadora de la misma facultad Cultura Emocional Pública, Mireia Cabero Jounou en conversación con ElNacional.cat. "Lo que sentimos al respecto nos fatiga, nos disgusta y no nos gusta. No nos genera satisfacción".

"La vida es lo único que tenemos. Con el tiempo, tenemos vida, una forma de hacer y vivir. ¿Eso es lo único que tenemos, si no nos satisface, qué nos queda? Es una experiencia emocional que la OMS (Organización Mundial de la Salud) no tiene categorizada. Pero el significado es mucho más profundo que tener un mal día o una mala época. Es una vivencia emocional negativa global y este es el riesgo". Cabero puntualiza que "tener un mal día forma parte de una vida satisfactoria. Tener malos días porque la vida me agota es otra cosa", y añade que seguramente el significado sea otro. "La vida, tal como la tengo construida, no habla de mí ni de lo que yo necesito. De mis valores, o mis necesidades. No encaja lo que necesito con lo que he construido". En este sentido, resalta que "esta fatiga no es estrés o agotamiento, me fatiga porque me disgusta".

Pasos para luchar contra la fatiga de estilo de vida

"Un primer paso es hacer una buena diagnosis. La vida, tal como está construida hoy, ya no responde a lo que yo quiero. Antes me satisfacía, pero evolucionamos en la medida de lo que vivimos y nosotros nos transformamos. Después de eso, el exterior puede transformarse", subraya. De esta manera, comenta que una cosa es lo que se pensaba hace diez años y los objetivos que se tenían, y la otra los que se pueden tener años después. "Son pequeñas crisis que se tienen que convertir en crisálidas de la nueva vida". "Si la vida que tenemos ahora no nos gusta, tenemos que hacer zoom in, y analizarlo, es decir, buscar lo que no nos gusta o no nos satisface". "Quizás es la empresa, quizás ya no me siento realizada en el lugar donde vivo o con la pareja". Por lo tanto, detalla, hacer una buena diagnosis permite dar un segundo paso.

Ahora bien, también matiza que no hay que correr. "No se tiene que necesitar que todo cambie de manera inmediata. Quizás me tengo que quedar un poco más mientras hago obras". Sin embargo, ayuda a seguir con el día a día si sabemos que tiene que haber cambios. "Los cambios, a veces es un tabique, otros se tienen que cambiar los fundamentos". De esta manera, "si vivo la vida en función de los objetivos de los otros, no son los míos".

Quizás podría confundirse con la popularizada depresión posvacacional. En estos casos, la experta constata que "si se pega durante semanas, no es eso. Es que la vida en la cual vuelvo que no me va bien". Así, "esta fatiga de estilo de vida incluye emocionalidad desfavorable. Es fatigando porque incluye mucha emocionalidad, desmotivación, desilusión, desencanto o poco interés". Saber como si llega tampoco es fácil, porque realmente, tal como expone Cabero, se puede llegar por cualquier vivencia y sentir, entonces, que "queremos vivir una vida diferente".

 

Imagen principal: una chica sentada en un sofá, totalmente superada / Unsplash