Cristina Sánchez Miret, doctora en Sociología y especialista en desigualdad de género, advierte que para combatir la violencia machista hace falta actuar contra el problema de raíz y romper con elementos de discriminación que sufre nuestra sociedad. Para Sánchez Miret, iniciativas como la del Ayuntamiento de Barcelona de instalar carpas durante la fiesta de la Mercè para denunciar agresiones se tendrían que generalizar. Sin embargo, al mismo tiempo, alerta contra una involución en relación a temas de género, en particular en las formaciones de izquierda.

¿En qué estado se encuentra el tema de la violencia machista?
En que no nos movemos de donde estamos. La cuestión es que no se soluciona el problema de raíz, porque no lo estamos tratando. La violencia de género es como la última expresión –o la primera– de cómo funciona nuestra sociedad con respecto a la relación entre hombres y mujeres.

¿Qué quiere decir?
Que a pesar de tantos años de políticas públicas de igualdad, no hemos conseguido romper ni los elementos básicos de discriminación de nuestra sociedad, ni aquellas herramientas que se utilizan para seguir sometiendo a los que están discriminados. No sólo las mujeres. Eso es lo que pasa entre hombres y mujeres en lo que hemos denominado violencia machista.

Hay microviolencias, que en cada momento de la vida cotidiana, sobre todo en la actividad profesional, te van poniendo en tu lugar

¿De qué hablamos cuando decimos violencia machista?
Es el resultado de cómo se ha construido la idea de macho en nuestra sociedad. La idea. No como son los hombres, sino qué papel la sociedad les permite tener. En este papel, evidentemente, no está el quitarle la vida a otro. No se ha cambiado, sin embargo, la idea de que quien manda es el hombre y tiene que tener poder sobre la mujer. Cuando se produce la violencia machista, hay una disfunción, hay alguien que considera: la mujer que yo tengo delante no está respetando o contemplando lo que la sociedad me dice en todo momento, que yo soy el macho, que yo mando. Estos son los casos extremos, los casos en que se produce una muerte, pero son muchas las violencias diarias que llegamos a sufrir todas las mujeres. Hay un nuevo concepto, que es el de microviolencias, es decir, pequeños elementos que a cada rato, en cada momento de tu vida cotidiana, sobre todo en la actividad profesional, te van poniendo en tu lugar.

¿Reconducir eso pasa por la pedagogía?
Pasa fundamentalmente por la pedagogía, pero también por una toma de conciencia y conocer los datos. Hay una barbaridad de conocimiento científico internacional, porque además son rasgos estructurales que se dan en todo el mundo. Se expresan de manera diferente según la cultura, pero la base es exactamente la misma. Tenemos que hacer posible que los maestros estén preparados, y tengan los conocimientos necesarios para poder hacer bien esta toma de conciencia, y sobre todo educando en estos valores, pero también se necesita una toma de conciencia de la sociedad, de los actores sociales claves.

¿Y esta toma de conciencia que reclama en qué se tendría que concretar?
Necesitamos estar dispuestos a decir "yo soy machista". Mi sociedad me ha hecho machista, igual que me ha hecho racista. Necesitamos, primero, poder cada uno analizarse y darse cuenta de que todos somos sexistas, incluso cuando no queremos.

El asesinato es ya lo último, pero entre tanto hay otras cosas, ¿las mujeres son conscientes de esta situación? ¿Saben identificar qué es violencia machista?
Las mujeres no lo tenemos nada fácil para diferenciar. Todo aquello que hemos aprendido en relación a este tema no forma parte del cuerpo social de conocimiento. Todos sabemos que fumar es malo, por ejemplo. La población ha hecho un aprendizaje en este sentido. En el del género no. Los patrones tradicionales de reparto de roles, y sobre todo de comportamiento, como se tiene que comportar un hombre o una mujer no han variado. Eso sí, después nos escandalizamos de que los chicos y las chicas repiten cosas que incluso parecía que una generación antes habíamos neutralizado. Parecía. Porque lo único que habíamos hecho era disimular.

Tendrían que ser obligatorias [carpas como las del ayuntamiento durante la Mercè para denunciar agresiones]

¿Iniciativas como la de las carpas que plantó el Ayuntamiento de Barcelona durante la Mercè para recoger denuncias por agresiones machistas, qué le parecen?
Ideal. Se tendría que extender, tendrían que ser obligatorias en todos estos tipos de convocatorias. Porque hasta ahora hemos hablado de dos problemas, hay otro, el miedo. Miedo a ver quién me hará caso, quién no se reirá de mí, o cómo quedaré yo cuando explique eso. La víctima se acaba considerando como responsable de haber propiciado esa situación –la sociedad le dice tú qué hacías en ese lugar a esa hora...–.

Y en el caso de los Sanfermines, el ataque contra una mujer que incluso fue grabado. ¿A qué obedece?
El mecanismo es el mismo. Siempre que hay una violación es una cuestión de poder. No sólo es sexo. Es decir, yo hago lo que quiero con esa persona. Lo habían planificado, no era la primera vez, se habían preparado, con una amoralidad total, personas supuestamente de bien, que deben tener una vida normalizada... A veces nos gusta ligarlo con enfermedad mental, con esas personas que están al margen de la sociedad por varias razones, que han fallado desde el sistema, la educación, sus padres... No, no. Eran personas normales de nuestra sociedad. Lo que nos tenemos que preguntar es cómo es que en ningún momento se plantean que no se puede hacer. Aquí está la suma de todos los pequeños elementos cotidianos que están en esta sociedad, que les han dicho: las mujeres no valen nada, nosotros tenemos derecho a utilizarlas como un objeto. Eso va desde el día que no le dicen "pon la mesa" y a la hermana sí –lo que quiere decir que ya hay un trato diferenciado–, hasta el día en que en un chiste sobre una violación nos ponemos todos a reír.

"Tenemos un nuevo tipo de mujeres que se piensan que no son machistas y lo son en extremo, y es más, van de feministas"

¿Hay mujeres machistas?
Claro. Claro. Y tenemos muchos ejemplos, a veces en lugares muy altos de poder. Porque han tenido que serlo mucho también. Porque para poder subir, muchas veces, tienes que parecer un macho. No es la única manera de subir. Tenemos diferentes circuitos, diferentes tipos de estereotipos. La diversidad es normal en una sociedad. Lo que no es tan normal es que para conseguir determinadas cosas, según el sexo que seas, tengas que tener carreras diferentes. O se te pidan cosas diferentes. Y claro que somos machistas todos aquellos que no hemos aprendido. Yo, a la que me olvido, soy machista. Yo muchas veces me sorprendo y digo: "ves, eso es un tic machista". Ahora tenemos un nuevo tipo de mujeres que se piensan que no son machistas y lo son en extremo, y es más, van de feministas. Sobre todo porque no han entendido los mecanismos básicos. Y hay algunas de éstas que ocupan lugares importantes en la sociedad.

Tenemos una involución en el tema de género que da pavor y sobre todo la veo en la izquierda

¿Se puede eliminar la violencia contra las mujeres?
Yo pienso que sí. Falta que tomemos conciencia. No obstante, tenemos una involución en el tema de género que da pavor y sobre todo la veo en la izquierda, en la izquierda tradicional. Y me hace sufrir un nuevo tipo de izquierda revolucionaria que yo creo que no tienen bien aprendido que se tienen que leer los clásicos, dejádmelo decir así.

¿Dónde ve esta involución de la izquierda?
¿En la tradicional o en la nueva?

Si no es por una situación excepcional, no llevaría nunca a mi hijo al trabajo, eso ya lo hicieron la abuela y la bisabuela, que debajo del telar tenían al niño 

A la izquierda a la que usted se refiere...
Hay diferencia de planteamiento. Los partidos de izquierda tradicional, por ejemplo el PSC e Iniciativa, han trabajado mucho para que el género esté representado en las políticas públicas. Hemos hecho un desarrollo de políticas públicas que es plenamente reproductor del papel de la mujer como madre, como esposa... Es decir, el papel tradicional. Con ayuda, eso sí. Pero además, aparte de no saber ser capaces de ver eso y que las políticas tienen que ir hacia otro lado, estoy viendo demasiados dirigentes de estos partidos que son antiguos, machistas y retrógradas, a un nivel que no me hubiera imaginado. Porque, además, no son nuevos, son los mismos que los años ochenta se habían puesto la camisa rosa y no sé cuántas cosas más hacían.

¿Y la nueva izquierda?
Me preocupan ciertas cosas que plantean. Hay una nueva mística de la maternidad que me preocupa, sobre todo en relación al trabajo. Si no es en una situación excepcional, yo no llevaría a mi hijo al trabajo. Eso ya lo hicieron porque no tenían más opción mi abuela y mi bisabuela, que debajo del telar tenían al niño para darle de mamar. Resulta que eso será nuestra gran revolución y eso me parece totalmente equivocado. Si no entendemos qué espacios se tienen que conservar y cuáles se tienen que ampliar, nos haremos un lío que acabaremos peor que hemos empezado.