El peligro del fuego sólo lo recordamos cuando está cerca de la puerta de nuestra casa. En los últimos años, el cambio climático, la sequía, el aumento de las temperaturas y la reducción de la agricultura han convertido nuestro país en un polvorín. Catalunya ha pasado del 30% del suelo forestal al 70% y ahora mismo hay que poner más esfuerzos que nunca en prevenir incendios. Este verano se prevé especialmente duro y, si bien es cierto que el fuego es inherente a nuestro ecosistema, controlar los niveles de riesgo y la vulnerabilidad de las personas y bosques sí que está en nuestras manos.

"Los incendios se apagan en invierno". Este es el late motiv de todos los cuerpos de emergencia que trabajan los 365 días del año para evitar que queme el país. También tendría que ser el nuestro. Y es que hay que ser conscientes de que 9 de cada 10 incendios son provocados por la acción humana. Para prevenirlos y preverlos la mejor manera es mirar al pasado. Si no queremos repetir los errores, hay que estudiarlos y no perder detalle de cómo está nuestra tierra. Eso es lo que hacen desde el Servei de Prevenció d’Incendis y los Agents Rurals, que trabajan incansablemente durante todo el año para descifrar y prever los fuegos del verano. No tienen una bola mágica ni el poder de la clarividencia, pero sí que han desarrollado muchas herramientas y mecanismos para medir diferentes factores que pueden influir.

¿Se puede predecir un incendio?

La ignición, propagación y extinción de un incendio está muy influida por el factor humano y, por lo tanto, es difícil hacer un cálculo probabilístico. Sin embargo, hay indicadores que ayudan a evaluar el riesgo, como la cantidad, la estructura y la disponibilidad a quemar del combustible según el estrés hídrico de la vegetación, el estudio de la topografía local, las previsiones meteorológicas o los patrones de comportamiento que se repiten en el tiempo.

En nuestro país, las herramientas básicas para el análisis y gestión del riesgo son el mapa diario de riesgo, los Planes Alfa y los informes de peligro por episodios de alto riesgo que se elaboran a partir de un episodio crítico de fuego potencial. Todos los datos se consiguen a través de satélites, estudios de la humedad de la vegetación, con herramientas de seguimiento automatizadas y, sobre todo, dando una mirada larga al pasado. Estos documentos se trasladan a todos los organismos implicados en la prevención de incendios y son la biblia de la campaña forestal. "Venimos de un 2022 en que llovió mucho y la vegetación creció. Ahora bien, en los dos últimos años ha habido una dura sequía y estamos en una situación muy mala, porque eso se ha convertido en combustible. Hay una parte del territorio donde la pluviometría está por debajo del 30% de lo habitual y este año tenemos que estar especialmente atentos. Será un verano duro", asegura Josep Antoni Mur, inspector jefe del Área General del Cos d'Agents Rurals, con los datos entre las manos.

¿Qué riesgo de incendio se prevé de cara a este verano?

Las previsiones no son nada buenas. Este año tenemos encima un cóctel de factores que nos hace estar en alerta máxima, ya que la emergencia climática es cada vez más evidente: sequía, temperaturas altísimas para la época del año en la que estamos, abandono del campesinado... Los incendios de en Catalunya cada vez son más virulentos y todos los indicadores apuntan a un verano muy duro. De hecho, ya lo hemos visto en los últimos días con grandes incendios simultáneos que han complicado las tareas de extinción. "Por eso, este año es muy importante analizar y seguir el riesgo de incendio. Si queremos conocer el futuro, hace falta mirar y analizar el pasado", explica Xavier Castro, cabeza del Servei de Prevenció d’Incendis. 

Ahora mismo, el cambio climático supone un aumento exponencial de los riesgos, incluso más allá de la época estival. El clima y la sequía son los factores que afectan más drásticamente al riesgo de incendio. A mayor temperatura y menor humedad, la capacidad de propagación del incendio es más alta. Este año, ha llovido un 30% menos de lo habitual y eso se ha notado, y mucho, en los bosques. A todo ello hay que sumar el gran abandono de las actividades agrarias que se ha producido en Catalunya en las últimas décadas, que ha hecho aumentar la densidad y extensión de la superficie forestal. Ahora, las campañas forestales ya no son exclusivas del verano. Desde principio de año ya ha habido casi 300 incendios forestales que han quemado 607 hectáreas, la cifra más alta desde el año 2012. Es por eso que hay que extremar las precauciones y dedicar más esfuerzos que nunca al análisis de riesgos y la prevención.

Los cuerpos de emergencias cada vez disponen de más avances en políticas de prevención y extinción y eso ha hecho que en los últimos años haya disminuido el número de incendios. Pero todos los pasos adelante chocan con un clima cada vez más violento. Este año, pues, la tarea del Servei de Prevenció d’Incendis, Agents Rurals y todos los cuerpos implicados en el análisis de riesgos es más necesaria que nunca.