Jaume Asens Llodrà tiene 44 años, es abogado y desde hace 11 meses, concejal en el Ajuntament de Barcelona. Es el tercer teniente de alcalde d'Ada Colau y lleva el área de Derechos de Ciudadanía, Participación y Transparencia. Es realmente su especialidad. Toda la vida ha defendido los derechos humanos, movimientos sociales y la lucha contra la corrupción desde la calle y desde las salas de vistas. El concejal, licenciado en Derecho y en Filosofía, no esconde que se siente más cómodo con la toga de abogado que en la sala de plenos. La presión a la que está sometido el gobierno de Barcelona en Comú hace que no se vea mucho haciendo carrera política. Ni tanto solo los 8 años, como máximo, que prevé el código ético de su partido. Aprovechando que nos recibe para dar un repaso en las medidas anticorrupción que se están implantando en el Ajuntament de Barcelona, vamos más allá y habla de su nueva vida como concejal. Se siente incómodo con las preguntas y suelta el nerviosismo con grandes carcajadas justo antes de cada respuesta. 

¿Cómo se ve todo desde el otro lado?

(Ríe) La verdad es que necesitaría bastante tiempo para expresarlo. Es una perspectiva totalmente diferente. Te coloca en otro sitio de la sociedad. Hay un sentido de la complejidad que antes no veías. Te das cuenta de que hay inercias, resistencias, obstáculos sistémicos de la propia máquina administrativa... Hay cosas muy bonitas cuando ves que puedes transformar la realidad con unos resultados palpables, tangibles. Hay una dimensión humana también de contacto con los vecinos que es muy gratificante. Después hay una dimensión que es más dura y que la gente que no venimos de la política tenemos más dificultades o nos resulta más incómoda, que es la dimensión de la relación con el resto de grupos municipales, que muchas veces opera la lógica de partido por encima del interés general, que entras en una dinámica de intercambio de cromos, de negociaciones donde ves que hay una lógica de erosión... Hay un punto oscuro, una dimensión deshonrosa de la política que a la gente que viene de los movimientos sociales y que no ha tenido ninguna experiencia previa - porque nosotros no hemos hecho oposición, hemos empezado en el gobierno- nos ha sorprendido. Me gustaría pensar que yo no actuaría igual si fuera oposición, pero no lo sé, no. No quiero generalizar, hay diferencias entre unos y otros, pero determinadas formas de hacer te sorprenden. Parecen buscar más el beneficio electoral, el coste electoral. La gente no vota tanto por convicciones, sobre lo que cree, sino que vota y posiciona en función del beneficio que saca él y el gobierno. La política se convierte un poco en barro, como en la serie Borgen. Tiene mucho que ver con lo que refleja allí.

¿La máquina va sola en el Ajuntament de Barcelona?

Afortunadamente, sí. Hay una parte que va sola. Una cosa que vivimos muy satisfactoriamente es ver que en el Ajuntament hay grandes profesionales que están motivados y que hacen que la máquina vaya sola. Hay un cuerpo funcionarial y de empresas que hacen que funcione sola. Los electos lo que hacemos es marcar las líneas maestras, la filosofía... hay decisiones que hacen que la máquina vaya hacia una dirección o hacia otra, pero si no se tomaran decisiones la maquina iría sola, afortunadamente.

¿Usted se lo pasa mejor de concejal o de abogado?

(Ríe) No te puedo decir la verdad, es que si no quedaré mal...

De abogado...?

Es mucho más duro el trabajo de concejal en un gobierno que ha levantado tanta expectativa, y que también tiene una gran interpelación desde la ciudadanía, y es un gobierno en minoría. Yo pensaba que llevaba una vida estresante cuando era abogado. La tarea municipal comporta un gran sacrificio en la vida personal. Yo no sé qué parte de sacrificio hacían los concejales que había antes, pero la gente no es consciente de lo que representa a nivel de coste personal... Es normal que se resienta la relación de pareja, que haya rupturas, porque el grado de trabajo y de exposición pública es muy grande.

¿Volvería a ejercer de abogado de aquí a tres años, cuando se acabe este mandato?

Tenemos una limitación de mandato. No sé qué haré de aquí a tres años. Son dos mandatos máximo. Yo no sé si los agotaré, la verdad... No me hagas hablar más de la cuenta... (Y acaba tal como empezado, riendo ruidosamente).