Tradicionalmente, las algarrobas eran "la alternativa de pobres". El algarrobo tiene muy pocos costes de explotación, ya que no se riega ni hay que sulfatarlo para que crezcan buenos frutos. Hasta ahora, muchos campesinos habían abandonado estos cultivos porque no se les daba salida, pero el actual escenario de inflación y el cambio de modas han revalorizado uno de los productos más típicos de nuestra casa. De hecho, los cuerpos policiales han tenido que redoblar esfuerzos por vigilar campos de algarrobos, que se han convertido en oro para los ladrones.

 

Mientras que un campesino de hace cincuenta años cobraba unos 10 o 12 céntimos por cada kilo de algarrobas, en estos momentos está en torno al euro y medio. Ya hace tiempo que cada vez más empresas han visto en este fruto una oportunidad de negocio y es que tiene decenas de usos desconocidos popularmente. De las algarrobas se puede sacar azúcar, harina para hacer cacao y productos de pastelería, harina para veganos, espesantes alimentarios naturales o goma de algarrobilla (ideal para hacer helados). Pero, además, también se empieza a utilizar en la industria cosmética y farmacéutica.

Si bien es cierto que ya hace años que el precio va al alza, este año se ha disparado todavía más. Eso es debido a la crisis por la guerra de Ucrania y la inflación. El pienso del ganado catalán, hasta ahora, provenía en buena parte de los campos ucranianos. La falta de producción y la inflación generalizada en nuestro país han hecho que el precio del pienso esté por las nubes y ha obligado a los ganaderos a buscar alternativas. Una buena manera de encontrar soluciones suele ser mirar al pasado. Y eso han hecho. Han vuelto a utilizar las algarrobas como forraje para el ganado, como siempre habían hecho nuestros abuelos.

El miedo de los agricultores

Así pues, la elevada demanda y la menor producción de la cosecha de algarroba de este año han disparado el precio además de un euro el kilo, un valor que no se había visto en décadas. Las cooperativas catalanas prevén una disminución del 26,7% de la cosecha, pasando de 15.000 toneladas de la campaña anterior a las 11.000 toneladas de este año a causa de la sequía registrada entre el noviembre pasado y este febrero, acompañada después por un exceso de humedad por lluvias entre marzo y abril que provocaron defoliaciones y la caída de frutos.

El aumento de rentabilidad de este cultivo ha comportado robos a los campos. Algunos agricultores han acelerado la cosecha para evitar nuevos hurtos y los cuerpos policiales han desplegado dispositivos especiales de vigilancia en algunas zonas del territorio.

Un abanico de usos y oportunidades económicas

Así pues, cada vez hay más interés en el cultivo de la algarroba Es el caso de Menjamiques, una empresa de Bràfim (Alt Camp), que puso en marcha ahora hace cinco años elaborando cremas, chocolates y pasteles. Clara Martín, la propietaria, ha explicado a la ACN que "al consumo de chocolate 'tropical' le queda poco tiempo" y por eso pone todos los esfuerzos desde el 2017 al apostar por la algarroba como alternativa alimentaria.