Un grito y un sonido:

 

A todos nos suena, lo conocemos o lo hemos oído alguna vez. El silbato del afilador es uno de los sonidos más característicos, que te indica que en aquel momento, está pasando por la calle la persona que se encarga de afilar y dejar como nuevos los cuchillos, tijeras, navajas y otros utensilios o instrumentos de corte.

Galicia, tierra de afiladores

La figura del afilador apareció en tierras gallegas en el siglo XVII, de donde provienen la gran mayoría de ellos que han seguido la tradición y el oficio de ir de mercados a tiendas, puerta por puerta. La leyenda los sitúa en el municipio de Nogueira de Ramuín (Ourense), donde un afilador ambulante y de origen desconocido apareció con su rueda de afilar deteriorada buscando un carpintero que la pudiera reparar.

Ourense es conocida como 'terra da chispa'

Nogueira de Ramuín, afiador

Monumento del afilador, en Nogueira de Ramuín / Foto: Wikipedia

Un carpintero de Luintra fue quien le reparó la herramienta y quien tomó las medidas necesarias para poder replicarla en su taller. De aquí que Ourense sea conocida como "terra da chispa", debido a las chispas que salían de la rueda de afilar. Este hecho situaría los orígenes de estas figuras en Galicia, donde en un inicio transportaban la rueda en las espaldas y, con el paso del tiempo, las han incorporado en las bicicletas, motos o incluso, a día de hoy, furgonetas.

El afilador, un oficio que vive en el olvido

Aquellos primeros afiladores gallegos, originariamente, eran también reparadores oficiales de paraguas y, con el paso del tiempo, se fueron extendiendo por todo el territorio, recorriendo las plazas y calles de todo el estado español. 

Uno de los que se dedica al oficio es Jorge (Barcelona, 1972), que lleva 15 años afilando todo tipo de utensilios. "Antes era carnicero y pescadero, y como hobby, afilaba los instrumentos de quirófano en el hospital donde trabaja mi mujer", explica el afilador, que recuerda como a partir de aquel momento los encargos le fueron creciendo, un hecho que lo llevó a introducirse en el negocio a jornada completa.

El afilador Guillem Maneja (4)

Jorge en su furgoneta, afilando un cuchillo / Foto: GM

Con los años que Jorge lleva en el oficio, siempre ha utilizado la furgoneta como medio de transporte. "Vivo lejos, en Pinedes de l'Armengol (Anoia), y así los días que llueve también puedo seguir trabajando". El afilador explica que su afilado no es el mismo que el de un compañero o compañera que vaya con una piedra y una moto, "es totalmente diferente", dice. "Con uno afilado como el mío te puedes afeitar tranquilamente, es mucho más fino, más cuidado, no rallas ni quemas el cuchillo, y dura mucho más".

¿Por qué? "Llevo unas máquinas que son industriales, no son piedras pequeñas". Jorge abre las puertas de su Fiat Ducato y pone las máquinas en funcionamiento. "Esta es una máquina con banda húmeda, refrigerada con agua, donde preparo y afilo el cuchillo. Después, se pule y se asienta el hilo en esta otra". Un proceso húmedo que sirve para no sobrecalentar el cuchillo y así, no estropear o romper el acero, "que es lo que hacen los que van con la moto, que queman el instrumento".

Hay días que realmente pierdo dinero trabajando

De lunes a sábado, Jorge tiene cada día una ruta establecida donde cuatro días a la semana se los pasa en Barcelona, otro en Vilafranca y los sábados, por Granollers y alrededores. "Me despierto a las 4-30 - 5 horas de la madrugada para encontrar poco tráfico y para poder aparcar. El afilador critica el gobierno de Colau y se queja por la reducción de plazas de aparcamiento, así como de la circulación en la ciudad. "Para ir a cualquier sitio tienes que dar mil vueltas. ¡He tenido que dejar de ir a clientes porque de un lugar a otro antes tardaba 20 minutos y ahora hora y media! Hay días que realmente pierdo dinero trabajando", exclama enfadado.

El afilador Guillem Maneja (8)

Jorge en el volante de su furgoneta / Foto: GM

Jorge se lamenta de que dentro de su oficio hay muchos jubilados que se sacan un sobresueldo aparte de la pensión que cobran y que se dedican a afilar como hobby, quitándole el trabajo sin cotizar. "Hablando con ellos, ¡a veces me piden incluso que les haga yo las facturas!", una broma, relata el afilador. "Realmente vivir de eso hoy en día es un trabajo muy duro, es muy justo. Si no fuera autónomo, sería ideal, pero pagando todos los impuestos y los autónomos, al final eres un mileurista más, sin parar de trabajar en todo el día".

Perdí un dedo con una máquina

El precio de afilar un cuchillo varía entre dos y tres euros y el afilador afila unos 50 por día, aunque recuerda como antes "trabajaba en grandes superficies y afilaba 500 cuchillos diarios, una auténtica locura". ¿A ver, cómo tienes los dedos? "Las manos las tengo bastante bien, pero perdí un dedo con una máquina. A muchos nos falta algún dedo, es un trabajo muy monótono donde a la que te despistas y coges confianza, estás perdido". Jorge no recuerda la cantidad de puntos que le han llegado a poner, "aquí tengo 22, aquí 8...".

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A Jorge le falta un dedo que se cortó trabajando / Foto: GM

El afilador dice que en su oficio existe mucha competencia, a diferencia de lo que muchos pueden pensar. "El mismo día, en un mercado nos podemos encontrar entre tres o cuatro afiladores, y en época de crisis aparecen muchos más", un hecho que lo atribuye a la facilidad de introducirse en el oficio, debido a que "muchos se compran un esmeril, que cuesta poco y menos y se ponen a afilar, trabajando poco y ganando más que yo, porque es todo limpio".

Jorge no representa la figura del típico afilador que muchos atribuyen al señor que ronda la setentena y que se desplaza en moto arriba y abajo, utilizando el silbato para indicar su paso. El afilador no hace uso del silbido característico que antiguamente los afiladores hacían sonar a través de una pequeña flauta de Pan, un instrumento de una sola pieza de viento y de madera, que tocaban por las calles pero que, a día de hoy, la mayoría tienen grabado y lo reproducen de forma automática a lo largo de su recorrido.

flauta de pan. afilador CC

Flauta de Pan que utilizaban los primeros afiladores / Foto: CC

Y las mujeres; ¿es este un trabajo donde abundan los hombres? "¡Sí que hay, y bastantes!", afirma Jorge, que conoce algunas y dice que la mayoría "son gallegas".

De cara a un futuro, el afilador se imagina jubilándose en la profesión, un oficio que disfruta y que le ha servido para hacer nuevas amistades entre la clientela que conoce y que ha conseguido fidelizar a lo largo de su experiencia.