El pasaporte covid apareció por primera vez en Israel y ahora diferentes países los han ido adoptando con cambios de nombre: desde pasaporte de salud hasta pasaporte verde o pasaporte corona. Consisten en un documento de papel o digital, generalmente a través de una aplicación del teléfono que lleva un código QR que proporciona una prueba que tiene la pauta completa de la vacunación, que se ha recuperado del virus o ha dado negativo en una prueba.

Algunos países como Austria, Bélgica, Chipre, Dinamarca, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal y Eslovenia son algunos países de la UE que han introducido el pasaporte covid en alguno de sus ámbitos de la vida cotidiana, como por ejemplo, para acceder a museos, restaurantes o salas de cine y teatro.

Otros países lo han intentado pero han fracasado. Asimismo lo recoge el The Guardian, que destaca que los gobiernos de Canarias, Galicia, Cantabria y Andalucía querían introducirles, pero fueron denegados por los respectivos tribunales superiores de justicia.

Otros como Suecia, han adoptado una especie de pasaporte para permitir viajes dentro y fuera del bloque y también para el acceso de algunas actividades. Dinamarca también ha introducido un pasaporte, aunque tal como recoge el diario, ahora que el 80% de la población de 12 años está vacunada lo han suspendido porque no lo consideran necesario.

Pasaporte de acceso a los restaurantes

En Francia es necesario para cines, teatros, museos, restaurantes bares y cafés. Además, también lo es por algunos centros comerciales, transporte de larga distancia o acontecimientos organizados.

En Italia, el pasaporte es similar. Ahora bien, hay algunas excepciones, como por ejemplo, que no es necesario en las terrazas. En Alemania, algunos restaurantes lo piden también. Austria incluye también que sea necesario para las peluquerías. Luxemburgo incluye tiendas y Portugal lo hace en los hoteles.

¿Cuál es el objetivo principal?

La mayoría de pasaportes covid, tal como recoge el mismo rotativo, eran incentivar que la gente se vacunara. Es decir, premiar a la persona que se ha vacunado facilitándole el acceso al ocio, viajes o gastronomía.

Francia, en este sentido, es una buena prueba. En diciembre pasado, el 60% de los franceses no estaban seguros si se quisieran poner o no la vacuna contra el coronavirus. Desde que y anunció de la mano del presidente francés, Emmanuel Macron, que sería obligatorio el pasaporte para acceder a bares y restaurantes, 13 millones más de personas han recibido una primera dosis.

El país galo ha administrado, como mínimo, una dosis de la vacuna al 88% de su población adulta y al 85% de los niños de 12 años o más.

 

Imagen principal: un pasaporte con un código QR / Unsplash