Este domingo es el primero de muchos sin estado de alarma. El primer domingo de muchos que, si se quiere, se podrá salir a cenar o, incluso, quedar para tomar algo. Después de meses de acostumbrarnos a estar en casa antes de las diez de la noche, de quedar para pasear y hacer kilómetros y kilómetros charlando se vuelven a romper las normas para, en teoría, recuperar el terreno emocional, económico y mental.

Ante tanta euforia y ganas de salir y festejar por parte de algunos también hay una parte de la población que no tiene ganas de hacer planes porque el miedo y la angustia que sienten es más fuerte. Y es que después de tantas semanas de normas ¿estamos preparados para salir? Sensación de vacío, sentir que el miedo nos abraza, sensación de ahogo, que el desconcierto gana camino. Y una angustia que atrapa.

Sentir o no sentir

"Salir de la burbuja y de las distancias sociales no será fácil. La vivencia de esta pandemia no ha sido igual para todo el mundo. El virus sí que ha sido el mismo pero la manera de vivirlo no. Algunas personas tienen miedo racional, otros tienen pánico, algunas otras angustia, rabia y otros se indignan o se manifiestan", detalla el psicoanalista y profesor colaborador de la UOC José Ramon Ubieto, que acaba de publicar el libro El mundo pos-Covid. "Algunos estarán mejor en casa con la mascarilla, medidas preventivas y algunos sentirán que la socialización ahora es excesiva".

Si se tiene un embrollo emocional, se tiene que poder decir. "Es importante hacer explícito que está bien tener miedo. Viene de herencia de generaciones y somos los hijos y las hijas de las generaciones prehistóricas que tuvieron miedo", puntualiza la psicóloga del Centro de Psicología Dendros y experta en terapias sexuales y de pareja Eva Aguilar. "Nuestro cerebro no sabe diferenciar la realidad de una cosa realizada. Si me imagino una película de miedo, mi cuerpo se prepara para eso". Y detalla que si no tuviéramos miedo, quizás nos tiraríamos por la ventana. ¿Y es que cuál es el antónimo de miedo? ¿Valentía? ¿Tranquilidad? Entre las palabras, se esconde la palabra correcta: temerario. "Tener miedo está bien, la valentía está en el medio". Durante meses, constata, nos han alertado de un peligro que no podíamos ver. "Podemos ver un jabalí, por ejemplo, pero no el virus. Nos han dicho que si nos quedábamos encerrados, estaríamos protegidos y nos lo hemos creído. Y ahora, ya podemos salir".

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Salir a la calle se ha convertido en una actividad de alto riesgo para algunas personas / Unsplash

Pero como con todo, eso va a personas. Ubieto destaca que, en algunos países que han levantado algunas medidas, algunas personas se han sentido angustiadas por las fiestas y la vida social. Otros, sin embargo, lo harán, pero en formato más reducido y les costará ir a acontecimientos multitudinarios. "Los mayores serán los más reticentes; a pesar de estar vacunados, tienen enfermedades complicadas".

"Ahora ya podemos salir, pero necesitamos un tiempo para aprender a volver a confiar", añade Aguilar. Algunas cosas como lavarnos las manos mil veces al día y ponernos la mascarilla se han convertido ahora en hechos habituales. "Nos hemos acostumbrado a unas rutinas como ponernos la mascarilla o vernos poco y ahora nos están invitando a abandonarlo, a poder tener más contactos, salir de viaje, volver a la oficina... todo eso nos obliga a recalcular los riesgos que hay", constata Ubieto. "El proceso de inmunización está siendo lento y desigual entre la población. Dentro de la misma familia hay personas vacunadas y otras que no", pero Ubieto recuerda que la pandemia es mundial y que no todos los países van al mismo ritmo, hecho que puede facilitar que aparezcan mutaciones o nuevas variantes y todo eso "sigue alimentando la incertidumbre".

¿Qué se puede hacer para gestionar el miedo y la incertidumbre?

Así, el experto señala cierta "discordancia" entre "sentirnos seguros y estar seguros". "Estar a resguardo depende de ti, te puedes poner la mascarilla, pero no decides sobre la vacuna. Son factores externos. Sentirse seguro es una decisión individual. Es algo que cada uno va regulando. Esta discordancia es algo que nos acompañará durante un tiempo", destaca. "Se tiene que tener en cuenta que los tempos son diversos, los tiempos son subjetivos". Ahora bien, también subraya algo clave: "Los tempos se tienen que respetar". Es decir, que si uno no tiene ganas de ir a una fiesta o no se siente cómodo en una cena o en un encuentro y lo verbaliza, esta decisión se tiene que respetar. "El problema no es el riesgo, sino el sentimiento". En este sentido, resalta que "no se tiene que criticar ni obligar al otro para que haga algo porque se pasa mal".

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Una chica mira la playa sentada sola en un banco, una imagen bucólica que evoca tranquilidad / Unsplash

De esta manera, Aguilar explica que para volver a la normalidad si la idea de quedar para cenas o grandes a excursiones nos horroriza se puede empezar por hacer pequeños encuentros, salir por las calles adyacentes a casa y jugar con las horas que hasta ahora estaban 'prohibidas'. "Si vemos que todo va muy rápido, podemos intentar centrar la atención en nuestro cuerpo, sentarnos y tener herramientas para poder regular si nos disparamos y pensar que cada vez hay más gente vacunada en nuestro entorno, por ejemplo, o imaginarse escenarios de tranquilidad".

Y para que no haya dudas, insiste en que "los cambios que van hacia mejor son más fáciles que los que quitan libertades". En este sentido, Ubieto constata que a medida que avance la campaña de vacunación y haya más personas inmunizadas, así como que poco a poco se pueda normalizar la situación, este miedo, la sensación de angustia y de ahogo y el pánico de perder el control también irán desapareciendo.

 

 

Imagen principal: una persona contempla las vistas al vacío a través de un suelo de cristal / Unsplash