Se calcula que una de cada cinco personas puede sufrir dolor crónico a lo largo de su vida. Se puede definir como aquel que no desaparece en meses o incluso años, afectando de forma notable a la calidad de vida de las personas.

 

Puede presentarse en cualquier parte del cuerpo: cabeza, espalda, articulaciones… Durante años se ha investigado el origen de esta dolencia y los científicos la han relacionado con un origen físico, pero también de carácter mental, como por ejemplo con la depresión y la ansiedad, que podrían tener un papel esencial.

 

Pero ahora un último estudio ha analizado también otro tipo de rasgos, psicológicos y de otros tipos, entre ellos, el miedo al dolor. La investigación aparece publicada en la revista PLOS Biology y su objetivo es desarrollar una visión más integral de esta patología. El estudio evalúa, entre otros aspectos, cómo los rasgos psicológicos vinculados al dolor crónico interactúan con los tipos generales de personalidad.

 

Mujer

El estudio

 

Durante la investigación, se realizaron resonancias magnéticas para comprobar si podían identificar patrones de actividad relacionados con el dolor crónico. Pero también se incluyeron otro tipo de factores, como los socioeconómicos, que asimismo parecen estar relacionados. 

 

Los participantes, que padecían dolor de espalda crónico, completaron cuestionarios detallados facilitados por los expertos. Los investigadores encontraron diferentes rasgos de personalidad que determinaban cuestiones relativas a la enfermedad. Por ejemplo, el que ellos llaman “rasgo del dolor” que incluye los factores tradicionales que los científicos creen que aumentan la gravedad del dolor crónico, como el miedo al dolor. Las personas que presentaban este rasgo, tenían más probabilidades de reportar un dolor más agudo. Por otro lado, el llamado rasgo “emote”, que en inglés se refiere a personas que muestran un mayor inteligencia emocional,  resultó ser protector y mejoraba los síntomas de la patología.

 

El estudio descubrió cuestiones interesantes, como que las personas con mayores ingresos están protegidas contra el dolor crónico. Aquellos con ingresos más bajos declararon padecer dolor más agudo y una mayor discapacidad. Estos resultados se hacen eco de trabajos anteriores en los que se reflejaban que las dificultades económicas estaban asociadas, no solo a una mayor exposición a las preocupaciones financieras diarias, sino también a una mayor vulnerabilidad al dolor. “La experiencia del dolor crónico no solo tiene sus raíces en la biología sino que también está íntimamente integrada en la sociedad”, aseguran los expertos que han participado en la investigación.

 

Dolor

Los expertos quieren seguir profundizando en estas cuestiones para ofrecer a las personas que padecen dolor crónico un mejor tratamiento ajustado a sus situaciones personales. Ahora van a profundizar en otros aspectos potencialmente importantes, como el ambiente de trabajo, el estado civil y el acceso a la atención médica. 

 

Además, este estudio no incluyó otras variables como el hecho de padecer depresión. Y solamente participaron un pequeño número de personas con dolor de espalda crónico, por lo que quieren ampliarlo a otro tipo de dolencias para ver si los resultados se pueden extrapolar. Pero sin duda esta investigación es un punto de partida importante para seguir conociendo más esta patología que tanto afecta a la vida de las personas que lo sufren.