Una de las consecuencias de la pandemia ha sido que los jóvenes de entre 18 y 24 años se han convertido en el grupo de edad que presenta más síntomas relacionados con ansiedad y depresión durante el confinamiento del Covid-19, según un estudio que llevó a cabo la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

En concreto, esta conclusión consta en el segundo informe emitido del proyecto Estudio nacional representativo de las respuestas de los ciudadanos de España ante la crisis de Covid-19: respuestas psicológicas, desarrollado por investigadores de la UCM y es fruto de una encuesta online realizada en abril a una muestra de más de 2.000 personas de todo el territorio español. Un 34,6% presentaba síntomas de ansiedad un 42,9% de depresión, unas cifras que suponen casi el doble de las del conjunto de la población.

Las consecuencias las veremos en un futuro no muy lejano, pero un estudio reciente llevado a cabo por el Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (JAACAP) da una idea de lo que puede suceder. Según se concluye, la depresión en los jóvenes, entre las edades de 10 y 24 años, está asociada con niveles más altos de ansiedad en adultos y trastornos por uso de sustancias, peor salud y funcionamiento social, menos logros económicos y educativos, y aumento de la criminalidad.

Adolescente deprimidaSegún el autor principal, William Copeland, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Vermont, en Estados Unidos, “uno de cada doce niños lucha contra la depresión en algún momento entre los 9 y los 16 años, y las niñas tienen más probabilidades de verse afectadas. Este es un desafío infantil común que, desafortunadamente, a menudo pasa desapercibido para los adultos en la vida de los niños, incluidos los padres, maestros y pediatras”.

Existen tratamientos efectivos para ayudar a los niños y adolescentes que están lidiando con la depresión, el problema es que la mayoría nunca recibe ningún tratamiento y tienen que hacer frente a este desafío por sí mismos.

Los participantes fueron evaluados para detectar síntomas de depresión a través de entrevistas con los niños y adolescentes y sus padres y luego fueron seguidos hasta cuatro veces, a las edades de 19, 21, 25 y 30 para evaluar su salud mental.

Un diagnóstico de depresión en la niñez se asoció con una amplia gama de peores indicadores de bienestar en la edad adulta. Estos vínculos entre la depresión temprana y los malos resultados en los adultos persistieron después de tener en cuenta la exposición temprana de los participantes a adversidades como un nivel socioeconómico bajo, problemas familiares, abuso e intimidación.

Los vínculos fueron más fuertes para los niños que mostraron niveles de síntomas depresivos crónicamente altos durante la infancia en lugar de aquellos que informaron síntomas en un solo momento. Este hallazgo es consistente con la idea de que el estado de ánimo depresivo persistente, en particular, está asociado con los peores resultados a largo plazo en los adultos.

Los niños que recibieron servicios especializados para abordar sus desafíos de salud mental tenían menos probabilidades de tener problemas de mentales que empeoraran, en particular ansiedad, al entrar en la edad adulta.