Los alumnos y profesores de segundo de bachillerato se están adaptando a la nueva realidad generada por la crisis del coronavirus para preparar los exámenes de selectividad, que se han retrasado hasta a principios de julio.

Aseguran que las herramientas digitales son una buena alternativa durante el confinamiento, pero que no son tan efectivas como las clases presenciales. Las dudas sobre como tiene que finalizar el curso genera angustia a docentes y estudiantes, algunos de los cuales se encuentran en situación de inferioridad porque no tienen ordenador o conexión. Zoom, Skype, Moodle o WhatsApp son algunas de las aplicaciones que utilizan para dar clases virtuales y terminar el temario del curso.

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Roberto Fernández, profesor de física y química en el Colegio Teresianas de Tarragona, se muestra "gratamente sorprendido" con la facilidad que los alumnos se han adaptado a la nueva realidad. En este centro tomaron decisiones muy rápidamente y la primera semana de confinamiento ya hicieron sesiones virtuales y planificaron las tareas que tenían que hacer los alumnos.

Por Fernández el grado de adecuación ha sido muy satisfactorio y cree que los jóvenes asimilan los contenidos de una manera parecida a cómo lo hacían en el aula. Una de sus alumnas, Helena Pineda, está de acuerdo: "Por como nos lo explican, no noto mucha diferencia entre el sistema online y presencial".

Por Marina Virgili, alumna del instituto Pons de Icart, también de Tarragona, los nervios han ido decreciendo los últimos días, a medida que ha visto que buena parte del temario ya lo tenían prácticamente terminado, especialmente el de lenguas. Virgilio estudia el bachillerato científico, y las materias específicas la tienen más preocupada.

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Más comunicación

La comunicación entre docentes y estudiantes ha cambiado. Por Fernández incluso "es más fluida ahora que antes". "Hacemos una pizca de profesores las 24 horas porque respondemos dudas por mail", especifica. La visión la comparte en cierta manera Joan Farré, tutor de una clase de segundo de bachillerato de la Escuela Joan XXIII, en el barrio tarraconense de Bonavista. "La primera semana teníamos mensajes de inquietud, también por parte de los padres.

Farré no es tan positivo como Fernández a la hora de valorar la asimilación de los contenidos. "Virtualizar las clases no es fácil y lo que no podemos hacer es trasladar lo que hacíamos al aula a un entorno virtual. Es casi imposible y no sería efectivo", expone, y añade que ni profesores ni alumnos estaban preparados por una situación como esta.

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Educación tiene que fijar las fechas de final de curso

En los últimos días antes de Semana Santa en este centro optaron por repasar contenidos y con la recuperación del curso ya están acabando el temario que tenían previsto. Sin embargo, todos los centros piden al Departamento de Educación que defina cómo se tiene que acabar el curso ordinario.

Si bien la selectividad se hará entre el 7 y el 9 de julio, el curso de segundo de bachillerato está previsto que se acabe el 6 de mayo. Después viene el periodo de evaluaciones y recuperaciones, y el 18 de mayo los centros tienen que entregar la lista de los alumnos que han superado el curso y que deciden presentarse a la selectividad.

La otra cuestión que el Departamento tiene que concretar es como serán las evaluaciones. Por una parte, las de bachillerato, ya que los exámenes tradicionales con los alumnos en las aulas no serán posibles. Y de la otra, la selectividad. Por lo que comentan los docentes, la Prueba de Acceso en la Universidad (PAU) de este año tendrá variaciones, pero todavía no se han concretado.

Alumnos con brecha digital

Los que todavía tienen más dificultades por|para preparar las PAZ son los jóvenes que o bien no tienen ordenador en casa o no disponen de conexión a internet. Si habitualmente eso ya es un problema a la hora de hacer trabajos y estudiar, en tiempo de confinamiento poder seguir el ritmo del curso es una epopeya. Aquí los centros también piden respuestas a Educación, aunque la predisposición para ayudarlos es total.

Los que tienen únicamente un teléfono móvil sí que pueden acceder a los contenidos que da el profesorado pero "es complicado que puedan seguir una clase". Tampoco lo tienen fácil los jóvenes que sólo tienen un ordenador en casa y lo tienen que compartir con los padres o con otros hermanos. "Están en inferioridad respecto de los otros compañeros", sentencia Farré.

Todo ha obligado a profesores y alumnos a hacer un sobreesfuerzo para acabar el curso.