El sueño es un elemento esencial para nuestra salud, que cumple un sinfín de funciones en el organismo y, entre otras cosas, afecta al funcionamiento de las hormonas. Aunque es una relación recíproca, porque a su vez las hormonas, afectan al sueño.

Las hormonas son mensajeros químicos que juegan un papel importante en la regulación de muchos procesos, sistemas y funciones del cuerpo y existe una gran variedad de las mismas que se liberan a través del sistema endocrino, una red de órganos y glándulas ubicadas en todo el cuerpo. Entre las funciones que regulan se encuentran el metabolismo y apetito, el crecimiento, la temperatura corporal, la función sexual, el impulso y la reproducción, el ritmo cardiaco, la presión arterial y los ciclos de sueño-vigilia.

Dormir lo suficiente es importante para regular una serie de hormonas, como el cortisol, los estrógenos y la progesterona, las hormonas del hambre, como la insulina, leptina y grelina, la melatonina, las hormonas tiroideas o las hormonas de crecimiento. Este estudio de la Universidad de Chicago de título Role of Sleep and Sleep Loss in Hormonal Release and Metabolism (Papel del sueño y la pérdida del sueño en la liberación hormonal y el metabolismo) es un ejemplo de ello.

La melatonina controla los patrones de sueño e induce al cuerpo para dormir. La hormona del crecimiento humano se libera durante las horas de sueño profundo, que es vital para el crecimiento y la reparación celular. Otras hormonas, como el cortisol, dependen del tiempo, la duración y la calidad del sueño para su liberación.

Por eso, dormir bien es crucial para la salud, puesto que la liberación de casi todas las hormonas del cuerpo se produce en respuesta al ritmo circadiano, el ciclo de sueño-vigilia. Si no se duerme bien, las hormonas pueden no funcionar de forma eficaz. Es decir, que siempre que interrumpimos crónicamente el sueño en cantidad y calidad, perturbamos este equilibrio y aumentamos el riesgo de tener problemas de salud. Estas son algunas de las consecuencias.

Por ejemplo, en el caso del cortisol, una hormona producida por las glándulas suprarrenales que también es conocida como la hormona del estrés que ayuda a regular otras hormonas del cuerpo, se activa a los 30 minutos de despertarnos, pero está en su nivel adecuado cuando se duerme bien y el sueño cumple su función de restauración. La falta de sueño puede tener varios efectos negativos sobre la liberación de cortisol, aumentando su producción y aumentando la sensación de estrés.  

En el caso del estrógeno y la progesterona, que juegan un papel importante en el mantenimiento del sistema reproductivo, cuando no dormimos bien, se puede alterar entre el estrógeno y la progesterona  y provocar que la tiroides se ralentice, lo que puede afectar a su vez al metabolismo.

Y respecto a las hormonas del hambre, el sueño es un regulador importante del metabolismo, el proceso de reacciones químicas en el cuerpo que convierte los alimentos en energía. La interrupción del sueño o la falta de sueño pueden afectar directamente la producción y los niveles de hormonas del hambre en el cuerpo, lo que altera el hambre, el apetito y la ingesta de alimentos, lo que puede provocar un aumento de peso. De hecho, la mala calidad del sueño provoca un desequilibrio en la liberación de la leptina, la grelina y la insulina, responsable de la saciedad, el hambre, la regulación del azúcar en sangre o el almacenamiento de grasa.

Por último, la melatonina es una hormona producida por la glándula pineal que está asociada con el ciclo de sueño-vigilia del cuerpo. Ayuda a regular el ritmo circadiano del cuerpo, y el sueño interrumpido o deficiente puede tener un impacto en la inducción del sueño en el cerebro.