27N. Han pasado ya dos meses desde el 27S. Y todo por hacer. Tenía que ser una legislatura diferente y nadie puede negar que lo está siendo. La primera legislatura con una mayoría absoluta de diputados independentistas. La primera en que después de dos votaciones de investidura no se ha podido escoger al nuevo president. La primera en que un candidato a la presidencia se compromete antes de ser escogido a someterse a una moción de confianza en un plazo de diez meses. Tenía que ser, además, la primera legislatura que tuviera sólo 18 meses de duración, pero a la hora de la verdad corre el riesgo de ser la primera que dure sólo seis meses. Y así será si el 10 de enero no ha designado a un nuevo president. Entonces, el Parlament, por primera vez, quedaría disuelto de manera automática, y se convocarían elecciones para el mes de marzo. Demasiadas novedades, incluso para una legislatura que aspira a ser constituyente.

Nada de presidencia colegiada

El último episodio se vivió ayer. Las informaciones sobre la posibilidad de que se acordara una presidencia colegiada al frente del Govern, provocaron una crisis en Junts pel Sí, que replicó con una nota de prensa. Para “clarificar y explicar de primera mano” las noticias publicadas, se decía textualmente.

Cuando Junts pel Sí hizo publicó la nota, hacía ya horas que las especulaciones corrían en todas direcciones. Eran las dos y media cuando llegó el comunicado, consensuado por todas las partes vía telefónica. Junto con el comunicado, la propuesta de decreto donde se despliega y detalla el esquema de Govern, distribuido en cuatro comisiones delegadas, que el aspirante a la presidencia, Artur Mas, había esbozado en el segundo pleno de investidura. Todo ello coordinado por un órgano específico. Sin embargo, nada de presidencia colegiada.

No obstante, con tantas horas repletas de rumores hubo tiempo para todo. Incluso para que el candidato de Democràcia i Llibertat al Congreso, Francesc Homs, confirmara la noticia después desmentida, y para que los representantes de la oposición criticaran el “teatro”, según la ciudadana Inés Arrimadas, o el Black Friday –“cuatro presidentes por el precio de uno”– en versión del socialista Miquel Iceta.

Vivir peligrosamente y hacerse mayor

Al final, sin embargo, fue un día más. Uno más de estos dos meses que Junts pel Sí ha vivido peligrosamente y en que la CUP se ha tenido que hacer mayor. Los cuperos han aprendido cómo pueden ser de peligrosas las entrevistas y declaraciones públicas –y tuvieron que decretar un apagón informativo. Han aprendido también cómo pueden llegar a atormentar las presiones.

Por el medio, el 9 de noviembre, la aprobación de la resolución independentista pactada entre JxSí y la CUP, forzó la convocatoria de un pleno horas antes de celebrar el primer debate de investidura –otra de las novedades de esta legislatura–; obligó a sacar adelante el trámite cuando el PP todavía no tenía constituido su grupo parlamentario ,en una última maniobra de filibusterismo; y sirvió de puerta de entrada del Tribunal Constitucional en este sainete parlamentario. Precisamente, ayer por la noche, el Parlament envió a Madrid las alegaciones para responder la decisión del TC, que suspende la resolución y admite a trámite el recurso del Gobierno español.

Tensión en CDC

Y los tiempos se van consumiendo. Se consumió el calendario para constituir el Parlament. Se consumió de nuevo para convocar el primer pleno de investidura. “Vuelva el jueves”, aconsejó el cupero Antonio Baños. Y dos días después, Mas volvió. La noche antes había explicado a los diputados de la CUP en el Palau de la Generalitat su propuesta para descentralizar el gobierno –la misma que ayer se detalló– y anunció que se sometería a una moción de confianza en 10 meses. La magnitud del rechazo no llegó hasta el día siguiente, el mismo día de la votación. Aquella misma mañana, el candidato supo que su oferta no merecería ni el gesto de una abstención. Desolación entre los diputados de JxSí.

Paralelamente, las cesiones a la CUP con la resolución independentista han hecho saltar por los aires los últimos resortes de Convergència. Ha trascendido la tensión en el Govern y la tensión en el partido. Todo esto, junto con nuevas embestidas de las operaciones por supuesta corrupción en una formación que se confiesa agotada, ha desembocado en el anuncio del final del CDC. La cuenta atrás se puso en marcha el domingo pasado, justo a las puertas de una campaña electoral para las elecciones al Congreso el 20D, un nuevo ingrediente que irrumpe en un escenario que hierve.

ERC espera

Mientras tanto, ERC se lo mira y observa. Los que esperaban que la formación republicana rompiera JxSí, como el cupero Benet Salellas, han errado el tiro. Si hay gobierno, Oriol Junqueras será el republicano con más poder desde la restauración de la Generalitat, vicepresidente del conjunto del Gobierno, con el control de la comisión técnica y la presidencia de la comisión delegada de Economía. Si no hay Govern, nadie podrá decir que ha sido por culpa de ERC. Los republicanos, al fin, se habrán sacado la espina del tripartito.

La semana pasada, después de días y días de especulaciones, Junqueras dijo que el candidato de ERC es Artur Mas. De repente, las especulaciones sobre el nombre del candidato se cortaron de raíz. La sintonía entre el líder de CDC y el líder de Esquerra, aseguran, a estas alturas es absoluta.

Total, dos meses. Falta un mes y trece días para que el tiempo se agote definitivamente. Es el tiempo que queda a JxSí y la CUP para decidir. Y este fin de semana, más...