En la última encuesta de El Nacional, el bloque independentista mantendría una horquilla de escaños de entre 69 y 72 diputados. Se asume que si ERC, Junts per Catalunya y la CUP suman, gobernarán juntos. La encuesta también apunta lo que parece ser una tendencia, y las tendencias son lo que debe tomarse en serio  en las encuestas: Ciudadanos avanza hasta la segunda posición y amenaza con ocupar la primera. La confortable posición de ERC se ve también amenazada por Junts por Catalunya. La razón, a simple vista, es que Carles Puigdemont se percibe más presidenciable que Oriol Junqueras.

Puede haber otro factor. A estas alturas, Puigdemont parece portador, no ya de una supuesta legitimidad como president en el exilio (eso va a gustos), sino de una determinación superior a la de ERC a la hora de desobedecer y llevar el sueño independentista a su fin. Es paradójico: la antigua Convergència no destacaba por poseer alma ni gestualidad desobediente. Como mínimo, la gestualidad de JuntsXCat es más intensa que la manifestada por la formación republicana, que parece aturdida por el momento histórico en que nos encontramos.

Catalunya Comú-Podem obtendría peores resultados que Catalunya Sí Que Es Pot, aplastados por la polarización del debate sobre la independencia, al que son incapaces de dar la vuelta

Y eso, de reojo, es lo que ve Xavier Domènech. Si las encuestas aciertan, Catalunya en Comú-Podemos obtendría peores resultados que Catalunya Sí Que Es Pot, que ya se valoraron como un fracaso. Aplastados por la polarización del debate sobre la independencia, son incapaces de dar la vuelta al marco discursivo establecido. El intento de reorientación del debate se presenta, simplificando, bajo la fórmula "no pienses en la independencia, piensa en los problemas reales". Y como apunta el prestigioso lingüista George Lakoff en No pienses en un elefante, no hay peor manera de deshacerse de un significante dominante más que haciendo ver que no existe. Habiendo renunciado a la lucha por definir el tablero de juego, sin embargo, los comunes tienen un as bien guardado en la manga. Domènech se pasea por los mítines con una llave (suponemos que la de su casa, da igual): la que simboliza, obviamente, su posible posición de "candidato Borgen".

Otro escenario

Es un escenario que se cuece a fuego lento desde hace tiempo, forjado simultáneamente en Madrid y en Barcelona. A finales de agosto trascendía que Oriol Junqueras, Marta Rovira y Oriol Soler se reunieron con Pablo Iglesias y Xavier Domènech en casa de Jaume Roures, el presidente de Mediapro. En aquel momento, las encuestas vaticinaban la victoria clara de ERC. En noviembre, un mes antes de las elecciones, la militancia de Barcelona en Comú decidía por mayoría pírrica romper el pacto con el PSC en el Ayuntamiento de la capital. La idea, otra vez, era sumar con ERC y trabajar en un espacio constituyente republicano y de izquierdas. Hace pocos días, en el primer mitin de Raül Romeva como candidato en libertad, Tardà volvía a guiñar el ojo a los comunes y les pedía sumar con fuerzas no independentistas de izquierdas. Con lo que no contaban los comunes era que, a menos de tres semanas de las elecciones, estaríamos hablando de una situación de empate entre ERC, Ciudadanos y Junts per Catalunya.

El escenario pasaba por una Esquerra Republicana fuerte gobernando en minoría, abriendo un espacio de geometría variable con la participación ocasional del PSC y de la CUP, donde los comunes tendrían la posibilidad de luchar discursivamente contra el procesismo mediante el soberanismo, a la vez que dirigirían el rumbo de la agenda legislativa del ejecutivo. Pero encuesta tras encuesta, parece que el plan de contingencia de ERC (asumiendo que la repetición del actual gobierno cesado es el plan A) es cada vez menos probable. En cambio, toma cuerpo la sensación que si Xavier Domènech, con la llave de la Generalitat en sus manos, tuviera que decidir entre alimentar el proceso independentista o el proceso de recentralización de las instituciones catalanas, quizás preferiría a que la llave no tuviera ningún valor simbólico y abriera tan sólo la puerta de su casa.

Guillem Pujol es politólogo y doctorando en Filosofía en la UAB. Editor de Ventana de Oportunidad y colaborador de BCNMÉS