La escenificación política del 27-S comportó la formación de una coalición extraordinaria, compuesta por Convergència Democràtica, Esquerra Republicana, independientes y otras fuerzas políticas aliadas. El vot de nostra vida tenía que ser hacia una candidatura independentista transversal para hacer la independencia en 18 meses, desde una Generalitat presidida por Artur Mas.

Ciertamente, las cosas no han ido como preveían los estrategas.

Sin embargo, la existencia de un gran artefacto político capaz de ocupar todo el carril central del independentismo marcó la legislatura que ahora se acaba. El debate estratégico sobre la toma de las grandes decisiones fue derivado hacia los organismos internos de la coalición, minimizando las declaraciones públicas discrepantes. Al menos, hasta la celebración del referéndum y la proclamación de la República. Estas discrepancias fueron dejadas en segundo plano con el fin de afrontar el cumplimiento de los grandes objetivos del Govern de la Generalitat con mejores garantías. Una unidad frágil y plural por responsabilidad con el mandato democrático recibido.

Este esquema de equilibrios y negociaciones salta por los aires con la convocatoria de elecciones por parte de Mariano Rajoy en virtud del 155. En primer lugar, porque son unas elecciones que el independentismo no quería. En segundo lugar, porque el cese y la persecución judicial de los miembros del Govern deshace los mecanismos de toma de decisiones de Junts pel Sí. Por último, porque la convocatoria de elecciones ha llevado inexorablemente a un nuevo panorama de siglas donde cada fuerza política independentista ha promovido su propia candidatura.

El gran dilema de los votantes soberanistas es escoger qué opción es más sólida para derrotar Cs y el bloque del 155, reanudar el control de la Generalitat y desarrollar un proyecto a medio plazo

El independentismo concurre en tres listas diferentes, presentadas alrededor de tres espacios políticos amplios. Por una parte, el centro-izquierda se ve representado por la lista de ERC que lidera el vicepresident Oriol Junqueras. Por otra parte, el centroderecha promueve la lista Junts per Catalunya, liderada por el president Carles Puigdemont. En último lugar, se presenta también la Candidatura d'Unitat Popular, con un claro perfil de izquierda alternativa y transformadora. Tres perspectivas ideológicas diferenciadas en el ámbito social pero que comparten el objetivo común de la implementación de la República.

Por lo tanto, todos aquellos debates que la pasada legislatura pertenecían al sigilo y a la privacidad de las salas del Palau de la Generalitat o del Parlament afloran hoy públicamente. Especialmente si se tiene en cuenta que estamos en campaña electoral y las fuerzas políticas que ocupan el carril central del independentismo compiten por un electorado común. El gran dilema de los votantes soberanistas es, por tanto, escoger qué opción es más sólida para derrotar Ciudadanos y el bloque del 155, reanudar el control de la Generalitat y desarrollar un proyecto a medio plazo.

La frontera electoral del independentismo moderado (en clave social) nos ofrece dos proyectos que se verán obligados a practicar una competencia cooperativa si quieren triunfar políticamente. ERC es el partido tradicional del independentismo socialdemócrata y presenta una lista potente con nombres como Carme Forcadell, Carles Mundó y Raül Romeva, más allá del tándem Junqueras-Rovira. Su principal punto fuerte es la síntesis entre la experiencia en gobierno y la capacidad para convertirse en una propuesta fresca y con novedades. La otra opción es Junts per Catalunya. Su principal baza es el presidente Puigdemont, acompañado de los consellers del PDeCAT e independientes. Su punto fuerte es la figura del presidente en el exilio; un capital político que les ha hecho mantener una tendencia al alza a las encuestas el último mes.

La frontera electoral del independentismo moderado (en clave social) ofrece dos proyectos que se verán obligados a practicar una competencia cooperativa si quieren triunfar políticamente

¿Qué votarán los electores del carril central del independentismo? Parece que el resultado será ajustado. ERC sale con cierta ventaja a pesar del avance de Junts per Catalunya. La encuesta del CEO hecha pública en noviembre nos ofrece pistas —más allá de las preferencias de voto— con el fin de anticipar cuál puede ser el resultado electoral en el seno del independentismo.

Nos fijaremos en la simpatía de los ciudadanos hacia los partidos políticos como elemento para interpretar, con mesura, hasta qué punto puede haber transferencias de voto entre Junts per Catalunya y ERC y viceversa. Del total de encuestados por el CEO que se identificaban como favorables a la independencia, un 39,7% decía sentir simpatía por ERC, un 14,2% por el PDeCAT y un 7,1% por Junts pel Sí. Además, hasta un 10,5% rechazaban mostrar simpatía por ningún partido. Un 9% de los independentistas encuestados afirmaba preferir a la CUP.

La competencia en campaña en el seno del independentismo es precisamente la pugna entre las dos principales candidaturas por los votantes que, aún el mes pasado, decían sentir simpatía por Junts pel Sí, y los otros votantes que no sienten simpatía por ningún partido político. Parece que en el inicio de campaña estos dos perfiles están más cerca de votar Junts per Catalunya, por la clara evolución de las encuestas y por como ha configurado Puigdemont su candidatura: con independientes y con una marca electoral muy parecida a la de Junts pel Sí.

Sea cuál sea el resultado, obligará ambas candidaturas, ERC y JuntsXCat a colaborar a partir del día siguiente de las elecciones

Ahora bien, estos datos hace falta corregirlos con dos apreciaciones que no me parecen menores. ERC, por su perfil social, es capaz de arrastrar votantes que, aunque individualmente no se alineen explícitamente con el independentismo, pueden creer que los republicanos son una buena alternativa de gobierno. La participación de Albano Dante Fachin en mítines republicanos es un síntoma de este hecho. Además, la fuerza republicana puede recuperar una parte de los votantes que el 27-S escogieron la CUP. La solidez de la intención de voto republicana es ciertamente uno de los elementos a tener en cuenta el 21-D ya que todas las encuestas publicadas desde el año 2014 han pronosticado más de un 20% de los votos por ERC en unas elecciones al Parlament de Catalunya.

En cambio, Junts per Catalunya es una candidatura adaptada al momento político actual, pero con una trayectoria futura más incierta. Sorprenden las declaraciones de Marta Pascal diciendo que será el PDeCAT a quien mande en el grupo parlamentario de Junts per Catalunya. La clave para un buen resultado de JuntsXCat estará en si, finalmente, la candidatura se parece más a Puigdemont que a su partido.

En conclusión, el carril central del independentismo tiene un dilema en las urnas el próximo 21 de diciembre. Tiene que escoger entre un partido con clara trayectoria independentista y liderazgos compartidos y la candidatura del president en el exilio. Una decisión compleja pero que, sea cuál sea el resultado, obligará a ambas candidaturas a colaborar a partir del día siguiente de las elecciones.